– Mira lo que le ocurre a la gente como Jean Amber y Ned Bright. Se volvieron locos el uno por el otro durante el rodaje y tuvieron un tórrido romance, pero en julio su escandalosa ruptura ya ocupaba las portadas de toda la prensa. ¿ Qué hay de divertido en todo eso? -insistió Tanya.
Douglas se echó a reír. Había que admitir que la relación de los jóvenes actores había resultado ser un desastre, pero ambos tenían fama de establecer siempre relaciones tormentosas y eran dos auténticas estrellas.
– No te estoy recomendando que salgas con chicos de esa edad -dijo sin dejar de reírse- o con actores de cualquier edad. Todos están un poco chiflados. Además, no solo son increíblemente egocéntricos, sino que también son famosos por su inestabilidad. Pensaba en alguien más respetable, de una edad más razonable.
– ¿Hay hombres razonables? -preguntó Tanya con cierta tristeza en la voz-. Yo creía que Peter lo era, y mira qué ha hecho. ¿Qué hay de razonable en su conducta?
– A veces la gente se vuelve loca. Probablemente, al venir a trabajar aquí se desestabilizó. Aunque no me parece una justificación.
– Ella vivía en la casa de al lado y, durante mi ausencia, le ayudó con las mellizas. Ella estaba allí y yo no, así que Peter llegó a la conclusión de que tenía más en común con ella que conmigo. Tenía miedo de que yo quisiera quedarme aquí para siempre, estaba convencido de que regresaría para hacer una nueva película. Y lo irónico del caso es que he vuelto, pero solo porque él me dejó por otra y ahora no tengo nada mejor que hacer.
– Creía que era porque te había impresionado gratamente la película que vamos a hacer -bromeó Douglas.
Tanya se sonrojó y los dos se echaron a reír.
– Bueno, también. Pero no habría hecho otra película si todavía estuviera casada. Solo quería volver a casa.
– Ya lo sé. Por eso creo que te ha hecho un gran favor, Tanya. Espero que lo veas así algún día. Aquel no era tu lugar; este sí lo es. Eres demasiado interesante para quedarte enclaustrada en Marin.
– Ha sido un lugar agradable para criar a los niños -dijo Tanya con nostalgia-. Aunque tengo que reconocer que ahora me aburriría un poco. Pero es un lugar fantástico para vivir en familia.
– Puesto que ahora ni estás casada ni tienes hijos, creo que estás mucho mejor aquí. La vida es mucho más interesante por estos lares, y un día de estos conseguiremos que te den un Oscar.
– Que Dios te oiga -dijo Tanya riéndose y utilizando una habitual expresión de Max, con quien había comido aquella semana-. Ganar un Oscar no estaría mal, la verdad.
Douglas se echó a reír y añadió:
– Eso sí que es quedarse corto. Ganar un Oscar es fantástico. No solo es el mejor alimento para el ego sino que es el mayor reconocimiento que pueden darte los de tu ramo. Te están diciendo que eres el mejor en lo que haces. Por Mantra merecerías uno, pero este año estará muy reñido. Pero Gone podría ser una posibilidad real. Eso espero.
– Douglas, te agradezco las oportunidades que me estás dando. De verdad. Me alegra volver a trabajar contigo.
Ambos sabían que aquella segunda película iba a ser aún más especial que la primera.
– Tengo muchas ganas de empezar el rodaje y yo también me alegro de que estés trabajando conmigo en esta película.
Creo que será extraordinaria, y, en gran parte, gracias a tu guión -aseguró Douglas quien, al igual que la directora, estaba muy impresionado con el trabajo de Tanya.
Tanya había aprendido mucho en el último año y había mejorado enormemente sus habilidades como guionista.
– Hacemos un gran equipo -añadió Douglas mirándola con admiración.
Seguidamente, con voz apenas audible, añadió:
– De hecho, he estado pensando que quizá haríamos un gran equipo en otras facetas.
Por un momento, Tanya no entendió de qué hablaba, pero Douglas le sostuvo la mirada y la guionista se dio cuenta de que se hallaba en su recinto privado, dentro de las murallas que alzaba para protegerse del resto del mundo.
– Tanya -continuó Douglas-, eres una mujer extraordinaria. Creo que hay mucho que podemos aportarnos el uno al otro. Me preguntaba si te gustaría salir conmigo de vez en cuando para algo más que para cenar sushi. Asisto a algunos eventos que creo que podrían gustarte. ¿Me harías el honor de salir conmigo algún día?
La propuesta dejó a Tanya alucinada. De un modo muy elegante, le estaba proponiendo que tuvieran una cita. Se quedó mirándole fijamente, sorprendida y sin saber qué decir.
– Te prometo que te trataré con suma delicadeza -insistió Douglas.
– Yo… no sé qué decir… Nunca había pensado en ti de ese modo. Pero podría ser divertido salir de vez en cuando -dijo Tanya con cautela.
Le preocupaba encontrarse en una situación incómoda con Douglas, en caso de que establecieran una relación más allá de lo meramente profesional. No quería meterse en un lío como el de Jean Amber y Ned Bright, que habían logrado ocupar todos los titulares con su escándalo. Pero no podía imaginarse a Douglas comportándose de ese modo. Sin embargo, Tanya jamás había pensado que el productor la considerara una opción, sobre todo porque durante su compromiso profesional ella estaba casada.
– Creo que sería muy divertido -respondió despacio, todavía sorprendida.
En ese momento, Douglas se levantó, le dio un golpecito en el brazo y se dirigió hacia su sala de música. Estuvo tocando al piano piezas de Chopin y de Debussy. Tanya se tumbó en la hamaca, cerró los ojos y se dejó llevar por la música. Pensando en la propuesta de Douglas y al son de su maravillosa maestría, se quedó dormida con una sonrisa en los labios.
Cuando Douglas se levantó del piano, descubrió que Tanya estaba dormida y se quedó observándola largo rato. Aquella era exactamente la escena que había tenido en mente nada más conocerla. Se había hecho esperar, pero al final, había llegado.
Era ya media tarde cuando Douglas despertó a Tanya con delicadeza. Charlaron un rato y luego la acompañó al hotel. Prometió llamarla al cabo de unos días.
Capítulo 15
La primera vez que Douglas llevó a Tanya a cenar, la velada resultó mucho más refinada de lo que Tanya había esperado, pero también sorprendentemente divertida. Tanya se puso el vestido de fiesta negro que el productor le había regalado el año anterior, sandalias de satén negro, pendientes de diamantes, una torera de piel y un pequeño bolso de mano a juego con las sandalias. Se había recogido la melena rubia en un moño y lucía un aspecto elegante y pulcro. Subió al nuevo Bentley de Douglas y el productor no pudo esconder su satisfacción al verla con aquel look tan distinguido. Tanya se quedó impresionada ante el elegante porte de Douglas que, además, lucía una corbata negra aquella noche. Juntos hacían una pareja extraordinariamente glamurosa. Asistían a la fiesta que celebraba uno de los actores de la vieja guardia hollywoodiense, un hombre mayor y muy respetado cuyas fiestas, precisamente, se habían hecho famosas por su increíble refinamiento. La casa era tan hermosa como la de Douglas, a pesar de que de sus paredes no colgaban cuadros tan impresionantes. Entre los invitados, estaban los nombres más importantes del mundo del espectáculo. Tanya tuvo ocasión de charlar con gente a la que solo conocía de oídas y Douglas fue testigo de los halagos que recibía por los guiones de Mantra y de Gone. El productor la colmó de atenciones para que se sintiera a gusto y estuvo pendiente de ella en todo momento.
La cena fue excelente y Tanya y Douglas bailaron sobre el suelo de cristal que cubría la piscina al son de una banda de música que había llegado desde Nueva York especialmente para la fiesta. Fue una velada maravillosa y disfrutaron de la fiesta hasta pasada la medianoche. Al regresar al hotel, tomaron una copa en el Polo Lounge. Tanya estaba relajada y feliz y dio las gracias a Douglas por lo bien que lo había pasado.