– Me gustaría compartir con vosotros una invitación que he recibido -comentó Tanya durante la comida.
Quería dejar de lado las habilidades culinarias de Alice, una información que le resultaba difícil de digerir. Megan seguía guardando rencor a su madre por haberse marchado a Los Ángeles. Nunca lo había disimulado, ni siquiera antes de que Peter y Alice iniciaran su relación. Para ella, todo aquello era culpa de Tanya. A pesar de que era muy duro, había que aceptar que así era como se sentía la joven. Tanya veía reflejados en su hija sus peores temores y agudizaba en ella un enorme sentimiento de culpa por haber aceptado el guión de la primera película.
– Nos han invitado a pasar la Navidad en un yate fantástico en el Caribe -anunció Tanya con entusiasmo.
Los tres pares de ojos la miraron fijamente.
– ¿Quién? ¿Una estrella de cine? -preguntó Megan, emocionada.
– Douglas Wayne, el productor con quien estoy trabajando. Tiene el yate en St. Bart's y nos enviaría su jet privado para recogernos.
– ¿Y por qué? ¿Estás saliendo con él? -preguntó Megan con curiosidad.
– No, no salimos. Solo somos amigos, pero quizá podríamos llegar a ser algo más en el futuro.
No quería explicar a sus hijos que Douglas le había dicho que la amaba y que ya estaba hablando de matrimonio. Si era demasiado pronto para Tanya -necesitaba tiempo para hacerse a la idea- no quería ni imaginar lo pronto que sería para sus hijos. Además, quería que primero le conocieran y no dárselo todo como algo ya decidido.
– Podríamos pasar la Navidad aquí y después pasar el Año Nuevo en el barco -propuso Tanya con cautela.
– ¿Y papá? -preguntó Megan al instante, dispuesta a defender los intereses y el tiempo que le correspondía pasar con ellos.
– Yo tenía pensado ir con mis amigos a Squaw -comentó Jason, dubitativo y sopesando las opciones.
No le costó mucho tomar una decisión. A Jason le encantaban los barcos y un viaje en yate por el Caribe era irresistible.
– Creo que me apetecería ir -concluyó.
– Yo me quedaré con papá -anunció Megan rápidamente, solo por llevar la contraria.
Tal como Jason solía decir, Megan era de las que solo por ir contracorriente y dar la nota, era capaz de perjudicarse a sí misma. Además, siempre se cerraba cualquier posibilidad de rectificar.
– Si más adelante cambias de opinión, no hay ningún problema -le dijo Tanya amablemente, y dirigiéndose a su otra hija, le preguntó-: ¿Y tú Molly? ¿Cómo lo ves?
– Iré contigo -dijo Molly sonriendo-. Me parece genial. ¿Podemos llevar alguna amiga?
Tanya dio un respingo.
– Creo que no sería muy apropiado ni siquiera insinuarlo. Si vuelve a invitarnos, quizá podamos intentarlo, pero no me parece correcto la primera vez.
Los chicos pasarían la Nochebuena con su padre y el día de Navidad con ella. Tanya propuso viajar a St. Bart's el día 26 y regresar el día de Año Nuevo, ya que el 2 de enero tenían que estar de vuelta en la universidad. Serian cinco días completos en el barco, una experiencia fantástica para los chicos y tiempo más que suficiente para Douglas. Todos parecían encantados, incluida Megan.
Al final, disfrutaron de una agradable comida y un día de Acción de Gracias feliz. Al día siguiente, los chicos se fueron a casa de su padre y a Tanya le pesó quedarse en la casa vacía. Sin embargo, el sábado ya estaban de vuelta. Fue un alivio que no mencionaran a su padre para nada.
El viernes, cuando estaba sola en casa, había recibido la llamada de Douglas y Tanya aprovechó para contarle la decisión de los chicos.
– Estaremos de vacaciones hasta el día 8 -la informó Douglas-. ¿Por qué no mandamos a los chicos de vuelta en mi avión y tú te quedas conmigo en el barco hasta el día 7? Así podríamos estar unos días solos.
Douglas hablaba como si ya estuvieran saliendo. Tanya se preguntó si para esas fechas sería así. Como siempre, el productor lo tenía todo organizado y planeado, todo bajo control.
– Te portas de maravilla con nosotros, Douglas. Para los chicos es un regalo increíble. ¿Estás seguro de que te apetece? -insistió Tanya consciente de la relación que Douglas mantenía con los niños.
– No tienen cuatro años -dijo él despreocupadamente-. Seguro que es divertido estar con ellos, conocerles. Y estar contigo.
Aunque Douglas parecía afrontar el plan de estar con sus hijos con calma, Tanya se preguntó si era consciente de lo que significaba estar con adolescentes. No solo porque tuviera aversión por la gente menuda, sino porque no estaba acostumbrado a ellos. Pero solo podía confiar en que no le resultase muy difícil adaptarse a sus hijos.
– A mí también me apetece estar contigo -dijo Tanya en tono cariñoso, perpleja ante tanta novedad positiva.
– ¿Cuándo volverás? -preguntó Douglas con interés.
– Cogeré el vuelo del domingo a las cuatro con Molly. Jason y Megan se marchan por la mañana en coche. Hacia las seis ya estaré en el hotel.
– ¿Qué te parece si me acerco con la cena? A lo mejor se me ocurre algo más original que el chino de siempre. ¿Te apetecería algo de curry o comida tailandesa?
– Unos perritos calientes me bastan -comentó Tanya, que de verdad tenía ganas de verle.
Todo habían sido acontecimientos excitantes: Douglas la había besado, le había dicho que la amaba, había mencionado el matrimonio y, por último, iban a viajar en su yate. Habían pasado tantas cosas en tan pocos días que la cabeza le daba vueltas. Tenía la sensación de estar al borde del abismo.
– Me pasaré hacia las siete, ¿de acuerdo? Y Tanya…
– ¿Sí?
– Te quiero -dijo dulcemente.
Después de colgar, Tanya se quedó mirando a su alrededor maravillada. Cómo había cambiado su vida…
Capítulo 18
El domingo por la noche, Douglas se presentó en el bungalow 2 vestido con un jersey de cachemir negro y unos vaqueros. Se le veía relajado y feliz. Llevaba una gran variedad de platos indios con curry que los dos abrieron en la cocina. Tenían aspecto de estar para chuparse los dedos. Tanya sirvió la comida en unos platos del servicio de habitaciones que había guardado.
Nada más entrar, Douglas la besó y le contó su fin de semana. Tanya le habló de Marin y de los chicos. También le contó lo triste que le resultaba estar allí y cómo la casa -tan vacía- le había recordado una hoja quebradiza, seca y descolorida de verano. Sin embargo, a pesar de lo deprimente que le resultaba estar en la que había sido su casa, seguía siendo el hogar de sus hijos y le encantaba estar allí con ellos. Además, oficialmente todavía era su hogar, aunque en esos momentos se sentía como una persona sin una casa de verdad. No sabía cuál era su sitio ni dónde vivía realmente. Probablemente, el bungalow 2 -que no contenía recuerdos dolorosos- era ahora su casa. Ya que, excepto por los dos días que Peter había pasado allí, siempre había sido enteramente suyo.
Después de cenar, Douglas se sentó junto a ella en el sofá y le pasó un brazo alrededor del hombro. Se mostraba más cariñoso que nunca; para Tanya, era como combinar un nuevo amor y un viejo amigo, algo que le gustaba y le resultaba increíblemente cómodo. Aunque no se hubieran relacionado amorosamente, Douglas le parecía alguien absolutamente familiar.
Estuvieron sentados charlando durante mucho rato y, al final, volvieron a besarse. La pasión de Douglas aumentaba con una rapidez vertiginosa y Tanya se sorprendió respondiendo con el mismo apasionamiento.