Había sido una buena experiencia. Gordon era dulce, un amante fabuloso y había dicho que adoraba el cuerpo de ella.
– Eres maravillosa, Tanya -dijo abrazándola y oliéndola, como si fuera un cachorro gigantesco.
Era dulce, afectuoso, delicioso. A Tanya le encantaba estar con él y había sido hermoso hacer el amor.
– Vuelve a tu habitación, Gordon -dijo haciendo ver que hablaba en serio.
Gordon no se movió ni un centímetro; se quedó toda la noche en la cama de Tanya abrazándola. Hicieron el amor otras dos veces y durmieron como niños. A la mañana siguiente, cuando se despertaron, el sol ya entraba por la ventana. Se ducharon juntos, desayunaron en la habitación de Tanya y después Gordon volvió a su bungalow para vestirse. De camino al estudio, Tanya se quedó mirándole fascinada. No podía creer lo ocurrido, pero el caso era que, al contrario de lo que habría podido pensar, no se sentía mal por haberse acostado con él.
– A ver, ¿de qué va esto? -preguntó ella-. ¿Soy tu aventura de esta película? Qué locura.
– A lo mejor dura para siempre -dijo él, esperanzado-. Nunca se sabe. Me encantaría. Me gustas mucho, Tanya.
– Tú a mí también, Gordon -corroboró ella suavemente.
«¿Qué estás haciendo?», se preguntó Tanya. No tenía respuesta, pero, de cualquier modo, no hacía daño a nadie y se lo estaba pasando bien. ¿Qué había de malo en ello?
Capítulo 22
La relación sentimental que Tanya mantuvo con Gordon Hawkins durante el rodaje de la película fue, con toda seguridad, la mayor locura que había cometido en su vida. No solo daba esa impresión, sino que así era como lo sentía y como lo estaba viviendo. Sin embargo, nunca se lo había pasado tan bien. Además, escribir el guión era coser y cantar.
Por la noche, Gordon se instalaba en el sofá y miraba la televisión; de ese modo, Tanya podía ensayar las distintas ideas en boca del actor. Gordon las encontraba más o menos graciosas, pero siempre hacía comentarios brillantes.
Tanya estaba emocionada con la evolución del guión, y aún más emocionada con la evolución de su relación con Gordon. Era un hombre maravilloso con las mujeres y, además, le gustaban de verdad, así que no era de extrañar que se hubiera casado tantas veces y hubiera tenido tantísimas novias. Por otro lado, no tenía una personalidad compleja ni egoísta, adoraba estar con Tanya y era, fundamentalmente, una buena persona.
Cuando Megan y Jason viajaron desde Santa Bárbara para visitar a su madre en el plató, Gordon estuvo tan encantador con ellos que sus hijos se enamoraron perdidamente de él y suplicaron a su madre que le invitara a pasar las vacaciones con ellos.
– Seguro que tiene cosas más interesantes que hacer-les advirtió Tanya, para que no se hicieran muchas ilusiones.
Tanya sabía que su relación no era demasiado seria y no quería que sus hijos se encariñasen con Gordon. Sin embargo, el día que Tanya se armó de valor y le propuso pasar unos días en Marin, Gordon se mostró entusiasmado. Decidió que estarían unos días en casa de Tanya y luego irían todos a esquiar. Según él, nada podía apetecerle más que pasar una semana con ella y sus hijos.
Cuando Tanya vio a Gordon en Marin, no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. El actor había cambiado de peinado y llevaba el pelo cortado a cepillo, vestía unos vaqueros y una camiseta de cuello alto y, a su alrededor, había cuatro enormes maletas llenas a reventar. Al ver a Tanya, su rostro se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja, la tomó en sus brazos y empezó a darle vueltas y vueltas en medio de la cocina. Sus hijos les miraban divertidos. Les habría encantado que Gordon fuera a vivir con ellos, que era lo que parecía con aquella cantidad de equipaje.
Aquella noche, Gordon invitó a cenar a Tanya, a los chicos y a media docena de amigos. Después, ya en casa, hizo palomitas para todos y, cuando los chicos se fueron a dormir, ayudó a Tanya a recoger la cocina y la siguió hasta su dormitorio.
– Me encanta esta casa -dijo alegremente- y tus hijos son fantásticos.
Tanya empezaba a preguntarse si, por arte de magia, había encontrado al hombre de sus sueños o si Gordon venía de otro planeta. O ambas cosas.
A la mañana siguiente, Tanya y Gordon fueron de compras por Marin. La gente, alucinada, se paraba en medio de la calle al reconocer al actor y se quedaban mirándoles fijamente sin disimulo. Resultaba de lo más divertido.
– Dios mío, creo que es Gordon Hawkins… -susurró una mujer a la cajera del supermercado, mientras Gordon seguía sacando del carro las latas de chile que habían comprado para Jason.
Hiciera lo que hiciese y estuviera con quien estuviese, Gordon se lo pasaba siempre bien. Tanya no había conocido nunca a nadie con un carácter tan fácil. Cuando se marcharon a Tahoe, empezó a preguntarse si se estaría enamorando de él. De hecho, era imposible no hacerlo. No había nada en él desagradable y era increíblemente encantador con ella y con sus hijos.
Para colmo, demostró ser un esquiador extraordinario. Acompañó a Jason en todos los descensos más difíciles, estuvo enseñando a las chicas técnicas para esquiar mejor y tuvo tiempo de esquiar tranquilamente junto a Tanya. No había nada que no supiera hacer. Cuando salían por la noche, su presencia en los restaurantes causaba sensación. Todo el mundo le reconocía, quería su autógrafo, se paraba a charlar con él y se despedía convencido de que era amigo de Gordon Hawkins.
– Dios mío, Gordon, todo el planeta te conoce -comentó Tanya, que, aunque sabía que el actor era una gran estrella, no se había dado realmente cuenta hasta entonces de lo famoso que era.
– Eso espero -dijo él alegremente, mientras Tanya y sus hijos le observaban, tan felices como él-. Gracias a eso sigo en este negocio. Y de no ser por ello, no me habrían llamado para rodar esta película y no te habría conocido ni a ti ni a tus hijos. Así que es una suerte que todo el mundo me conozca.
Realmente, tenía razón.
Después de cinco días en Tahoe, llegó el momento de marcharse, con gran pesar para todos, sobre todo para los chicos. Aquellas vacaciones no se habían parecido en absoluto a las que habían pasado el año anterior en el yate de Douglas, una auténtica pesadilla para Jason y Molly, y también para Tanya. Estas últimas habían sido una pura alegría. Gordon se lo pasaba tan bien con todo -siempre estaba de buen humor, adoraba a todo el mundo y disfrutaba en todo momento- que contagiaba el gozo de vivir. Era imposible estar a su altura, así que Tanya ni lo intentaba. Tampoco se preguntaba ya qué tipo de relación tenía con Gordon, ni cuál era su significado o hacia dónde la llevaría. Se lo estaba pasando de miedo y dejaba que las cosas fluyeran sin más. Gordon hacía lo mismo; incluso había dejado de decir que Tanya no era su tipo.
Cuando acabaron las vacaciones y tuvieron que cerrar la casa de Marin para volver a Los Ángeles, a los dos les dio mucha pena, y por la noche, de vuelta en el bungalow 2, estaban algo melancólicos.
– Echo de menos a tus hijos -comentó Gordon, apesadumbrado-. Son estupendos.
– Yo también les echo de menos.
Después, llamaron por teléfono a los hijos de Tanya y a algunos hijos de Gordon. Tanya todavía no les conocía, pero Gordon le había asegurado que se los presentaría muy pronto. Tenían entre cinco y doce años y los cinco eran hijos de madres diferentes. Gordon había estado realmente ocupado. Sin embargo, mantenía muy buenas relaciones con todas ellas. Era tal la falta de malicia del actor que todas ellas, incluso después de romper con él, seguían adorándole.
Tal como estaba planeado, en el mes de enero terminaron la película. Gordon no tenía ningún rodaje en perspectiva, así que se quedó en el bungalow de Tanya hasta finales de marzo, mientras ella trabajaba en la posproducción del filme. Él pasaba el tiempo visitando a viejos amigos.
Al acabar la posproducción, Tanya decidió quedarse una semana más en el bungalow 2, pagando la estancia de su bolsillo, para asistir con Gordon a los premios de la Academia, a primeros de abril. Tal como Douglas había asegurado, Tanya estaba nominada al mejor guión por Gone, y la película, en total, reunía nueve nominaciones. Gordon nunca había ganado un Oscar, pero estaba emocionado con la nominación de Tanya y muy contento de acompañarla. Tanya consiguió entradas para sus tres hijos, así que iban a asistir los cinco juntos, un acontecimiento único en la vida de la guionista. Gordon la acompañó a comprarse el vestido para la gran noche y la convenció para que se quedara un Valentino muy escotado y sexy de color rosa pálido, con el que parecía una auténtica estrella de cine. Molly y Megan fueron también a Los Angeles a comprarse sus vestidos.