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La noche de los Oscar, Tanya fue a la peluquería a que la peinaran y maquillaran, se vistió con su Valentino rosa pálido y se calzó unas sandalias Manolo Blahnik con un tacón impresionante. Las chicas -que se habían comprado en Marc Jacobs dos vestidos con un estilo de princesas de cuento de hadas, en gasa y color pastel- también estaban preciosas. Jason y Gordon iban con el tradicional esmoquin. Cuando iniciaron el largo recorrido por la alfombra roja, formaban un grupo maravilloso. Tanya iba cogida del brazo de Gordon y una multitud de fotógrafos les detuvo para hacerles innumerables fotos. Por primera vez en su vida, Tanya se sintió como una estrella de cine. Se volvió y sonrió con timidez a sus hijos, que la miraban con una sonrisa resplandeciente y enormemente orgullosos de su madre. También Megan, que ya estaba de vuelta de su relación con Alice y volvía a hacer frente común con su madre. Alice no había resultado ser la aliada y amiga que los chicos habían creído en un principio. Al final, los tres habían llegado a la conclusión de que les había utilizado para conseguir a Peter y, a consecuencia de ello, la relación con su padre se había resentido. Molly le había confesado a su madre que no veía a Peter particularmente feliz y Tanya se preguntaba si estaría arrepentido. Pero ya era demasiado tarde.

El paseo por la alfombra roja parecía interminable. Los fotógrafos les paraban, las cámaras de televisión les iluminaban con sus potentes focos y los periodistas querían saber qué pensaba Tanya y qué sentía Gordon.

– ¿Crees que tienes posibilidades? -preguntaban sin cesar.

– ¿Qué sentirás si ganas? ¿Y si pierdes?

– ¿Qué te parece no haber ganado nunca un Oscar? -preguntaban a Gordon.

Finalmente lograron entrar en el auditorio y ocupar sus asientos. La ceremonia también se hizo interminable. Gordon no paraba de bostezar y las cámaras le delataban. Cuando se daba cuenta de que le enfocaban, saludaba con la mano. Besaba a Tanya, bromeaba con los chicos, aplaudía cuando los ganadores subían al escenario. Y, por fin, llegó el momento. Los cinco guionistas aparecieron en la gigantesca pantalla procurando aparentar tranquilidad ante la audiencia, pero hechos un manojo de nervios. Mostraron escenas de las cinco películas, y seguidamente Steve Martin y Sharon Stone hicieron su aparición en el escenario con el sobre que contenía el nombre del ganador. Tanya estaba quieta como una estatua en su asiento apretando la mano de Gordon. Aunque se sentía una auténtica estúpida, de pronto aquello significaba muchísimo. Era lo que más deseaba en este mundo.

Al llegar, había visto que Douglas estaba sentado unas filas más adelante, pero el productor no había hecho amago de saludarla. Hacía un año que no le veía, desde la noche de los Oscar del año anterior, la noche de su ruptura. Tanya había mencionado a Gordon, de pasada, que había estado saliendo con Douglas, pero al actor no le importó lo más mínimo. Al fin y al cabo, él había salido con medio Hollywood.

Steve tendió el sobre a Sharon -impresionante con un vestido Chanel de corte clásico- y la actriz dijo el nombre. Tanya sintió que las palabras golpeaban sus oídos, pero no reconoció lo que había oído. Acto seguido, oyó el grito de Megan.

– ¡Mamá! ¡Has ganado!

Gordon la estaba mirando con una amplia sonrisa, pero Tanya no acababa de comprender. Él la ayudó con delicadeza a levantarse de la butaca y por fin se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Habían dicho su nombre: Tanya Harris. Acababa de ganar el Oscar al mejor guión por la película Gone. Se puso en pie medio aturdida, pasó por delante de Gordon y recorrió la fila de asientos a trompicones. Un asistente la acompañó hasta el escenario y, sin saber cómo, logró llegar al estrado. Se quedó mirando fijamente las luces que la enfocaban, intentando ver a sus hijos y a Gordon. Pero los focos la deslumbraban y era imposible ver nada. Lo único que podía hacer era estar allí de pie, temblando como una hoja y apretando con fuerza la estatuilla dorada que todos los allí presentes tanto ansiaban. ¡Cuánto pesaba!

Mientras Steve y Sharon desaparecían, se acercó al micrófono.

– Yo… no sé qué decir… no creía que fuera a ganar… y no logro acordarme de todas las personas a las que tengo que dar las gracias. A mi agente, Walt Drucker, por animarme a hacer la película; a Douglas Wayne por darme la oportunidad; a Adele Michaels, una directora increíble que convirtió la película en lo que es; a todos los que participaron en ella; a todos los que trabajaron tan duramente y tuvieron que soportar mis constantes cambios en el guión… Gracias por ayudarme y por enseñarme tantas cosas. Y por encima de todo, quiero dar las gracias a mis maravillosos hijos por su apoyo -en esos momentos los ojos de Tanya se llenaron de lágrimas-, por permitirme hacer la película y sacrificar tantas cosas para que pudiera venir a trabajar a Los Ángeles. Gracias, os quiero tantísimo… -para entonces las lágrimas ya le caían por las mejillas-. Y gracias, Gordon… ¡También te quiero!

Tanya salió del escenario. Unos instantes después, Tanya volvía por el pasillo central hacia los asientos donde Gordon y sus hijos la aguardaban. Al pasar junto a Douglas, este se puso en pie. Le dio un beso en la mejilla, le apretó la mano sin retenerla y con una sonrisa le dijo:

– Felicidades, Tanya.

– Gracias, Douglas -dijo ella mirándole a los ojos.

Lo decía de corazón. Era Douglas quien le había dado la oportunidad tanto para su primera como para su segunda película. Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Después, volvió donde estaban Gordon y su familia. Las chicas estaban llorando y sus tres hijos la abrazaron. Gordon la besó en los labios con fuerza. Estaba guapísimo, henchido de orgullo.

– Estoy tan orgulloso de ti… Te quiero -dijo y volvió a besarla.

La ceremonia prosiguió, pero a Tanya ya no le pareció tan larga.

Gone lo ganó todo: mejor actor, mejor actriz, mejor película, mejor guión y mejor director. La película planteaba seriamente el problema del suicidio y era una película importante. Tanya sonrió al ver a Douglas subir al escenario. Se le veía extasiado. Recordó lo infeliz que se había sentido el año anterior al no ganar. Pero había tenido una buena compensación en aquella edición. Claro que Douglas quería ganar siempre. Hizo un discurso serio y emotivo. Tanya sabía que lo llevaba preparado.

Después de la ceremonia, Tanya concedió innumerables entrevistas, todas ellas sin dejar de apretar con fuerza su estatuilla. Seguidamente, fueron a la fiesta del Vanity Fair y a varias más. Cuando llegaron al bungalow, después de una noche increíble, eran las tres de la madrugada. Aquella noche dormían todos juntos -como una familia feliz y unida- en el bungalow 2; Tanya y Gordon juntos y los tres chicos en la segunda habitación, con Jason en una cama plegable. Cuando Tanya se metió en la cama junto a Gordon seguía con una sonrisa en los labios. Dejó el Oscar sobre la mesita de noche.

– ¡Qué noche! -exclamó Gordon abrazándola.

Tanya estaba tan contenta de haber ganado el Oscar aquel año y no el anterior… Celebrar aquel acontecimiento con Gordon y con sus hijos era mucho más hermoso que haberlo hecho con Douglas, si todavía hubiera estado en su vida.