Tras cerrar la puerta, pudo oír la misma música mágica que la había dejado en trance y las palabras de Teresa, que le habían llegado al alma. Con una copa de vino en la mano, sacó la fotografía de Gianni del estante y se hizo un ovillo en el sofá esperando el momento en que él se haría presente.
Había hecho muchas veces la invocación con éxito. Muy relajada, fijó la mirada en el rostro de Gianni hasta que se tornó vaga, casi desenfocada. Gradualmente, el entorno se hizo borroso. Y entonces sintió su «presencia».
– No sé lo que me sucede -suspiró-. Estoy confundida y no comprendo la razón.
Gianni habló en su mente:
– ¿Es por él?
– En parte. Todo esto es una diversión para él, pero para los inquilinos de la Residenza no es ningún juego.
– ¿Y si ellos resultaran beneficiados a pesar de tus dudas?
– ¿Es posible? Aquí pasa algo que no entiendo.
– Puede que realmente sea muy simple y Netta esté en lo cierto.
– No -dijo ella rápidamente.
– Carissima, ¿por qué estás tan enfadada?
– Porque él me los está arrebatando -confesó con un suspiro-. Mi familia, mis amigos. Las personas que me miraban a mí ahora lo miran a él. Desde que te perdí, ellos son todo lo que tengo y todo lo que quiero.
Entonces se hizo el silencio. Minerva esperó largo rato a oír algo más. Pero no sucedió nada.
«Carissima, ¿por qué estás tan enfadada?» Minerva recordó la pregunta que a veces Gianni le hacía. A lo largo de su vida en común, ella solía mostrarse bastante temperamental. Gianni, en cambio, siempre había sido un hombre tranquilo, relajado, de buen talante, que sabía esperar hasta que pasaba la tormenta.
De pronto se sintió sola y cansada. Entonces abrazó la fotografía de Gianni y pensó en Teresa, que llevaba a Antonio dondequiera que fuese.
Poco a poco, la finca iba quedando silenciosa y las luces empezaban a apagarse. Luke miraba por la ventana esperando el momento en que no hubiera nadie en la escalera. Luego bajó silenciosamente a la casa de Minnie. Le preocupaba la tristeza que había visto en su rostro antes de marcharse.
Una ventana de la sala de estar daba directamente a la escalera y las cortinas se encontraban un poco descorridas. Luke se detuvo a mirar.
Minerva estaba hecha un ovillo en el sofá junto a una pequeña lámpara que iluminaba suavemente la estancia. Entonces notó que sus labios se movían y que tenía los ojos fijos en la fotografía que mantenía en el regazo.
Con la respiración contenida, Luke se quedó inmóvil, incapaz de creer lo que veía.
Sin embargo, tuvo que creerlo cuando ella estrechó la fotografía de Gianni contra su pecho.
Minerva había encontrado consuelo, aunque no en él. Entonces optó por alejarse. Allí no había lugar para él.
Como parte del amueblado de su nuevo hogar, Luke compró un par de estanterías para montar por sí mismo y pronto cayó en la cuenta de que no tenía talento para el bricolaje. Cuando intentaba manipular un destornillador, se hizo un corte en los dedos. Como no había esparadrapo en la casa tuvo que envolverse la mano en un pañuelo e ir a la farmacia que quedaba al final de la calle.
Al bajar la escalera, vio a una mujer vestida rigurosamente de negro y por un momento tuvo la seguridad de que era Minnie. Luke la llamó un par de veces, pero la mujer no lo oyó y en unos segundos desapareció de su vista.
Tras comprar una caja de esparadrapo, Luce volvió a la casa por un estrecho callejón que desembocaba en una calle aledaña a la Residenza. El callejón pasaba por la parte trasera de una iglesia desde donde se podía ver el cementerio. Era un lugar pequeño y apacible cubierto de césped y lápidas de piedra. Mientras lo contemplaba, Minerva salió de la iglesia. Iba con la familia Manfredi en pleno. Los hermanos marchaban en procesión, con Netta y Minnie a la cabeza.
Luke permaneció inmóvil, casi oculto entre los árboles.
A juzgar por la ropa oscura que llevaban se trataba de un día muy especial, tal vez el cumpleaños de Gianni o el aniversario de su fallecimiento.
Luke se preguntó qué significaría para ella en la actualidad, tras cuatro años de ausencia. ¿Sufriría por él como recuerdo o como marido? ¿Todavía estaría vivo para ella?
La procesión se acercó a una lápida un tanto separada de las otras. Netta y algunos hermanos lloraban, pero Luke tenía la mirada puesta en Minerva. Todos se inclinaron a depositar su ramo de flores sobre la lápida.
En ese momento, Luke supo que debía marcharse, pero algo lo retuvo allí.
Minerva permanecía entre ellos, arrodillada ante la tumba de su marido, pálida y serena.
Más tarde, empezaron a alejarse lentamente. Minnie hizo una pausa y se volvió para echar una última mirada. Sus ojos estaban cargados de angustia y desolación. En esa mirada, Luke pudo ver todo lo que le habría gustado negar. Al fin pudo comprender que la alegría de su vida estaba sepultada junto a su marido. Luke se llevó las manos a los ojos, incapaz de soportar esa visión.
Cuando alzó la cabeza, vio que Minerva lo miraba fijamente con una expresión de indignación. Seguro que pensaba que deliberadamente había ido a espiarla. Entonces, ella le dio la espalda y se dirigió a la iglesia.
Luke se alejó apresuradamente hacia la Residenza. Necesitaba un momento de reflexión en soledad. Ante sus ojos, Minerva se había convertido en otra persona. La había conocido como una mujer dura, divertida, fría y controlada. La otra noche, había sido testigo de su dulce melancolía abrazada a la fotografía de Gianni. Sin embargo, la mujer del cementerio, asolada por el dolor, le pareció diferente y terrible.
Al atardecer, Luke fue a su apartamento. Las luces estaban encendidas, pero había corrido las cortinas.
– Minnie -llamó mientras golpeaba la puerta-. Minnie, abra por favor. Debo verla.
La puerta se abrió unos centímetros.
– Váyase.
– Me iré cuando hayamos hablado. Por favor. Déjame entrar -pidió, tuteándola sin darse cuenta-. He venido a pedirte que me perdones.
Muy a su pesar, ella retrocedió para dejarlo pasar. Parecía que la breve intimidad de la otra noche nunca hubiera existido. En ese momento era su enemiga, aunque no a causa de los problemas de la Residenza.
– ¿Crees que con disculparte vas a borrar el hecho de que me estabas espiando?
– No es cierto. Fui a la farmacia y decidí volver a casa por esa calle. Fue una simple casualidad. Debes creerme.
Ella se volvió hacia él y Luke pudo ver su rostro pálido y amenazador.
– De acuerdo, te creo -dijo con fatiga-. Pero esto no te incumbe y no deseo hablar de ello.
– ¿Hablas alguna vez con alguien?
Ella se encogió de hombros.
– Realmente, no. Algunas veces hablo con Netta.
– ¿No crees que deberías hacerlo? -preguntó con suavidad.
– ¿Para qué? -replicó con vehemencia-. ¿Por qué no puedo tener algo de intimidad? Los recuerdos de mi relación con Gianni me pertenecen. ¿Es que no puedes comprenderlo? Es algo sólo entre Gianni y yo.
– Excepto que no hay ningún Gianni -replicó con repentina aspereza-. Ahora sólo es un recuerdo. O quizá nada más que una fantasía.
– ¿Y qué importa? Me hizo feliz en el pasado y continúa haciéndolo. Una felicidad que no muchas personas han experimentado en su vida. Y quiero conservarla.
– Pero no puedes conservarla, Minnie. Se ha ido, aunque prefieras volver la espalda a la vida antes que admitirlo.
– ¿A quién le importa la vida si posees algo mejor?
– No hay nada mejor.
– Algunos ignoran lo que significa estar tan unido a una persona que es como si ambos fueran un solo ser. Una vez que la has tenido, no la pierdes jamás. Así que no puedes dejar que se marche. ¿Por qué deberías persuadirme de lo contrario?