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– Espere y verá -dijo con una repentina sonrisa.

Al ver su expresión sonriente, Minerva sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Aunque la actitud imprevisible de Luke era exasperante, en ese momento sentía una gran curiosidad por saber qué pensaba hacer con ella.

Hicieron el trayecto al «calabozo» en una de las calesas que recorrían las calles de Roma.

– Al lago de los jardines de la Villa Borghese -indicó Luke al cochero mientras los dos se acomodaban en el asiento.

– ¿Me va a arrojar al lago?

– No me tiente -repuso, sin soltarle la mano.

Al final de la Via Veneto, el cochero entró en los jardines y muy pronto los caballos trotaron bajo las tupidas ramas de los árboles que ocultaban el sol hasta que al fin llegaron al lago con sus aguas resplandecientes bajo la cálida luz estival.

Tras bajar del carruaje, Luke la condujo a un lugar donde alquilaban botes.

De pronto, Minerva se estremeció al tiempo que intentaba librarse de la mano de Luke.

– Aquí no, Luke.

– Sí, aquí -replicó con firmeza y sin soltarla-. Vamos a dar un paseo en bote. Nos relajaremos, hablaremos y nos olvidaremos de todo, salvo de que hoy hace un día precioso.

– Pero…

– ¡Silencio! Le dije que no hay escapatoria y va en serio. Signora avvocato, hoy hará lo que se le dice, aunque sea por una vez en su vida.

Minerva se instaló en la proa y no dejó de mirarlo mientras Luke remaba hacia el centro del lago.

– Tenía razón -bromeó-. No hay escapatoria.

– Siento haber estado tan agresivo.

– No importa, tenía que suceder. Supongo que me puse muy tonta.

– Siempre me parece descubrir una nueva persona en usted. A veces veo una mujer en ánimo festivo, otras, una mujer muy maternal y a veces, como hoy, una dura letrada.

– Ya me había visto actuar como abogada.

– Pero no como hoy. Mantenía una actitud agresiva, como si tuviera que combatir contra el mundo. ¿O sólo contra mí?

– No. Contra el mundo.

– Mantiene una lucha en su interior que nadie conoce, ¿verdad?

Ella asintió.

– ¿O tal vez Gianni lo sabe?

Luke no ignoraba que era una pregunta arriesgada, pero en lugar de saltar fuera de la embarcación, ella negó con la cabeza.

– En vida de Gianni no hubo necesidad de pelear.

– Signora…

– Minnie -lo corrigió.

– Minnie, ¿me harías el favor de soltarte el pelo?

La joven se echó a reír e hizo lo que él le pedía.

– ¿Así está mejor?

Luke contempló los rubios cabellos que le enmarcaban el rostro.

– Mucho mejor. Ahora sí que te pareces a la verdadera Minnie.

– No sabes nada de ella.

– Es cierto, porque es muy cambiante y siempre me confunde.

– Podría decir lo mismo de ti. A veces eres un recluso, a veces un hombre con ánimo festivo y a veces un despiadado magnate. Entonces es lógico que intente adaptarme a esas personalidades.

– ¿Y qué soy ahora?

– El hombre de las cavernas. El que me ha arrastrado a un lugar del que no podría escapar.

– A menos que quieras saltar al agua. No sé si el lago es muy profundo, pero sé que el agua está muy sucia.

Minerva dejó escapar una risita que a él le pareció deliciosa y que acabó en una dulce sonrisa.

– ¡Qué extraño! -exclamó de pronto. Son exactamente sus mismas palabras.

– ¿A quién te refieres? -preguntó Luke con inquietud, como si ya hubiera anticipado la respuesta.

– A Gianni. Aquí fue donde me propuso matrimonio -comentó con los ojos fijos en el agua.

Luke sufrió tal conmoción que no pudo evitar que un remo se soltara de su mano.

– No te asustes -dijo ella al tiempo que se lo pasaba.

– ¿Por eso no querías venir al lago?

– Por eso.

– Oh, Dios, y yo te obligué. No sabes cómo lo siento.

– No te preocupes. Me alegra que me hayas traído. Nunca había vuelto desde que Gianni partió. Era como una muralla que se alzaba ante mí y que me sentía incapaz de saltar. Tú me has ayudado a superarlo.

La tensión desapareció de repente y su expresión se tornó apacible.

Ella tenía su propio mundo que sólo compartía con Gianni y nadie más podía tocarlo. Entonces Luke maldijo la mala suerte que lo había impulsado a ir al lago. Justamente al lugar donde había pensado alejarla del fantasma de su marido.

Luke remó en silencio bajo el sol inclemente hasta que la chaqueta empezó a incomodarlo.

– Tu traje no es lo más apropiado para un ejercicio como éste. ¿Por qué no te quitas la chaqueta? -sugirió amablemente. Con gran alivio, Luke se la sacó de inmediato. Minnie la dobló cuidadosamente y la puso junto a ella-. Y si te quitas la corbata podrás abrir el cuello de la camisa. Aunque menos formal, así estarás más cómodo.

– Gracias.

– De nada -respondió la joven con una sonrisa.

Fue una bendición abrir los botones superiores de la camisa y sentir el aire fresco en el cuerpo. Aunque de inmediato se dio cuenta de que estaba empapado. La camisa se le pegaba al cuerpo al tiempo que realzaba los músculos del torso. Si hubiese estado con otra mujer, no le habría importado impresionarla con su atlética estructura; pero con Minnie se sentía incómodo, incluso avergonzado.

Tras lanzarle una mirada, Luke comprobó con alivio que ella parecía no darse cuenta. Estaba reclinada contra la proa, con la cara vuelta al sol y una suave sonrisa en los labios. Luke la contempló embelesado y deseó quedarse así para siempre.

Sentía que su cuerpo vibraba y el corazón le empezó a latir apresuradamente al recordar la noche de la fiesta, cuando lo llevó a la cama y más tarde ella tuvo que luchar para liberarse de su abrazo.

En realidad no recordaba el puñetazo, pero la sensación del cuerpo femenino estrechamente unido al suyo volvió a apoderarse de él en ese momento. Y el hecho de saber que no podía llegar a ella no hizo más que intensificar esas sensaciones hasta la desesperación.

– ¿Aceptaste la proposición de Gianni de inmediato? -preguntó con el objeto de alejar los pensamientos que bullían en su mente.

– Estaba tan enamorada que lo único que pude hacer fue abrir y cerrar la boca como un pez fuera del agua -respondió en un tono soñador y una sonrisa en los labios.

– ¿Y qué dijo él?

– «Si no me dices que sí, te arrojaré al agua». Y yo le dije que sí. Más tarde me contó que habría deseado no haberlo hecho de esa manera porque nunca sabría si me había casado con él por amor o por evitar caer al agua -respondió con una risita-. ¿Por qué me miras así? -preguntó, tras una breve pausa.

– ¿Ves a Gianni en muchos lugares?

Minerva consideró la pregunta con seriedad.

– No lo veo, lo siento dentro de mí, especialmente en los lugares donde estuvimos juntos. A menudo veníamos a este lago y recordábamos el día que me propuso matrimonio.

Luke deseó preguntarle si Gianni se encontraba allí en ese momento, pero se tragó las palabras. ¿Para qué torturarse más?

– Debo regresar a la oficina -suspiró Minerva, minutos después.

– Quedémonos un rato más en el lago. Luego iremos a comer y al infierno con el trabajo.

– No puedo -dijo ella, a su pesar-. Esta tarde debo recibir a unos clientes.

– Posterga la reunión.

– Luke, no puedo abandonar a las personas que me necesitan.

– Pero no hemos hablado de nada.

– Que te sirva de lección por ser un cavernícola.

Luke comprendió que con eso tenía que contentarse. Entonces remó hasta la orilla y la ayudó a bajar de la embarcación. Más tarde, una calesa los llevó a la Via Veneto. Minerva hizo una pausa en la puerta del edificio.

– Dejaremos los negocios para otro día.

Luke no quería hablar de negocios con ella. Quería besarla. Sin embargo, inclinó la cabeza a modo de cortés despedida y se marchó.