Unos cuantos minutos bajo el sol fueron suficientes para secarle la camisa. Entonces llamó al banco y acordó una cita para ese mismo día. Para hacer tiempo, decidió regalarse una excelente comida y sólo bebió agua mineral para mantener la cabeza despejada. En esos momentos actuaba como un hombre de negocios, así que tras la comida pasó más de una hora en el restaurante haciendo cálculos.
La reunión que mantuvo en el banco fue muy satisfactoria. Luke salió del edificio con la impresión de tener todo bajo control, lo que siempre le hacía sentirse mejor.
Sin embargo, se sentía inquieto, así que para calmar el desasosiego hizo todo el camino a pie hasta la Residenza. Llegó cuando empezaba a oscurecer y muy pronto se encendieron las farolas amarillas de la calle.
Algunos vecinos estaban sentados en la escalera del patio. Luke charló brevemente con ellos, deseoso de darse una ducha cuanto antes.
Cuando subía el último tramo de escaleras, se permitió echar una mirada a las ventanas de Minnie. Las luces estaban encendidas, señal de que se encontraba en casa.
Luke entró en su piso. De inmediato se quitó la ropa, entró en el cuarto de baño y encendió el termo del agua. Entonces se produjo la explosión.
Las impresiones se agolpaban en su cabeza sin orden ni concierto.
El ruido espantoso, el golpe en la cabeza al estrellarse contra la pared, llamas, la terrible impotencia de estar tendido en el suelo casi inconsciente, incapaz de moverse y salvarse…
Luke pudo oír a lo lejos unos fuertes golpes en la puerta hasta que lograron abrirla y varias personas entraron precipitadamente en el cuarto de baño. Luego lo arrastraron afuera y otros vecinos se encargaron de combatir las llamas. El dolor era horrible, aunque se mantenía consciente. Sólo era capaz de mover la cabeza de un lado a otro en un intento por comprender lo que estaba sucediendo.
Al sentir que iban a sacarlo del piso, pensó que no debían hacerlo porque estaba desnudo. Quiso decir algo, pero cuando abrió los ojos vio el rostro de Minnie sobre el suyo. La joven lo acunaba entre sus brazos mientras las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas.
– ¡Oh, Dios! ¡Otra vez no! ¡Otra vez no! -exclamaba entre sollozos.
Entonces Luke se desvaneció y no supo más, hasta que horas más tarde despertó en la cama de un hospital.
Sentía un punzante dolor en el lado derecho y una sensación abrasadora en la cara que se tornaba insoportable en el brazo derecho.
Luke dejó escapar un gemido sofocado y de inmediato apareció la cara de una mujer ante sus ojos.
– Ha despertado. Muy bien. Los calmantes harán efecto de inmediato.
Luke agradeció esas palabras con una especie de gruñido.
– ¿Qué ha sucedido? -susurró.
– El termo del cuarto de baño explotó prácticamente en su cara y le dio de lleno en el cuerpo. Tiene suerte de estar vivo. Hay quemaduras leves en la cara y en el lado derecho del cuerpo, aunque el brazo está más afectado. No tema, se va a curar. Ya está fuera de peligro.
En ese momento, Luke pudo recordar. Acababa de desnudarse y antes de entrar en la ducha el mundo estalló a su alrededor. Luego, comprobó horrorizado que la mujer era una monja.
– ¡Oh, señor! Lo siento, hermana.
– Doctora -corrigió ella con firmeza.
– Doctora, espero no haber herido la sensibilidad de las hermanas.
– No se preocupe, joven -dijo con buen humor-. Aquí no nos asustamos fácilmente. Por lo demás, ingresó decentemente cubierto. Sus vecinos se ocuparon de ello.
– Menos mal -murmuró, agradecido.
Pero entonces otros recuerdos asaltaron su mente. Minnie. Estaba allí cuando lo arrastraron fuera del baño. Había estado desnudo entre sus brazos mientras ella lo acunaba llorando. «¡Oh, Dios, otra vez no!», había exclamado. Luke intentó pensar con lucidez. ¿Realmente había sucedido o sólo era producto de su afiebrada imaginación?
Los calmantes hicieron efecto y repentinamente se hizo la oscuridad en su mente.
CAPÍTULO 7
CUANDO Luke volvió en sí, notó que todavía estaba oscuro fuera.
Entonces giró la cabeza con mucha dificultad y vio a Minnie de pie junto a la ventana, de espaldas a él. Intentó hablar, pero apenas logró modular un sonido audible. Minerva sintió que Luke se removía en la cama, aunque necesitaba una pausa antes de volverse a mirarlo. Sus lágrimas podrían ser muy reveladoras. El estruendo de la explosión se repetía una y otra vez en su cabeza. Mientras se precipitaba hacia él con el corazón desbocado ante la visión del humo y las llamas, le había parecido que todo se ralentizaba y, en lugar de correr, avanzaba penosamente como si el suelo estuviera impregnado de pegamento.
Luego había distinguido a algunos vecinos que lo sacaban del cuarto de baño y lo tendían en el pasillo. Entonces se vio arrodillada junto a él meciéndolo contra su cuerpo mientras la vida se le escapaba. Como aquella otra vez. ¡Por favor, otra vez no! Mientras lo estrechaba contra su pecho rogaba, rezaba, imploraba a un poder desconocido porque no podría soportar una segunda vez. Lo vecinos lo sacaron de sus brazos y bajaron la escalera con él. Minerva, detrás de ellos, insistió en acompañar a Luke en la ambulancia.
Ya todo había pasado. Él estaba a salvo. Le habían curado las heridas y, en general, tenía buen aspecto. Debería estar contenta y relajarse, pero todavía gritaba horrorizada en su interior mientras las lágrimas inundaban sus mejillas.
– Minnie -llamó él con una voz apenas audible.
No podía seguir fingiendo que no lo oía. Así que se secó los ojos mientras se obligaba a serenarse. Luego se volvió con una sonrisa.
Como a través de una niebla, Luke notó que se acercaba y luego la vio inclinada sobre él.
– Tienes la cara tiznada.
– Por el humo -explicó ella mientras se frotaba la mejilla.
– Lo siento. ¿Te hiciste daño?
– En absoluto. No te preocupes por mí. Me iré pronto para dejarte descansar, pero dime, ¿cómo me puedo comunicar con tu familia?
– No es necesario. Prefiero no preocupar a mi madre. Pensará que las cosas han sido peores de lo que en realidad fueron.
– Sí, tuviste suerte.
– La suerte se la debo a los vecinos que corrieron a rescatarme. Supongo que lo hicieron con la esperanza de mantenerme vivo hasta que las reparaciones queden hechas -añadió con ironía.
– Deja de andar a la caza de un cumplido. Sabes que eres un hombre muy popular entre ellos.
– Aunque tú todavía te preguntas por qué, ¿no es así?
En otra ocasión Minnie habría disfrutado del placer de bromear con él, pero en ese momento sentía un nudo en la garganta y temía romper a llorar otra vez.
– No le he dedicado el menor pensamiento a eso. Y ahora, ¿podríamos hablar en serio un momento? Debería comunicar lo sucedido a alguien cercano a ti. ¿Qué te parece si llamo a tu novia?
– ¿Qué novia?
– La de la fotografía que guardas en el billetero. La descubrí el día que tuve que ir al Contini a buscar tu ropa y el carné de identidad. Tiene unos hermosos cabellos negros.
– ¡Ah, ella!
– ¿Ésa es la forma de referirte a la mujer de tu vida?
– Para ella nunca fui otra cosa que «Ah, él».
– Sin embargo, conservas su foto.
– Había olvidado que estaba en el billetero. Será mejor romperla ya que se ha comprometido con mi hermano Pietro. De hecho… No sé… ¿Qué iba a decir?
Su mente parecía estar llena de nubes.
– No importa. Ahora descansa. Volveré mañana.
– Gracias por lo que hiciste por mí. Porque fuiste tú quien me sostuvo en sus brazos, ¿verdad? ¿O me lo imaginé?
– Duérmete. -Mmm.
Ella esperó un poco y, cuando estuvo segura de que dormía, lo besó en la frente.
Al día siguiente, Luke se sentía mejor, aunque todavía aturdido.