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Al día siguiente, no pudo presenciar el regreso triunfal de Luke a la Residenza porque pasó la jornada entera en los tribunales.

Cuando llegó a casa por la noche, vio que Charlie hacía guardia en la escalera.

– Ya está aquí -oyó que avisaba en el piso de Netta.

Todos salieron a recibirla y la hicieron entrar en la sala. Luke, arrellanado en un sillón, se levantó para saludarla.

Netta la obligó a sentarse a la mesa y fue a la cocina a calentar cena para ella.

– A juzgar por tu aspecto, ya deberías estar en la cama -dijo Minnie en voz baja.

– Estoy un poco cansado, pero Netta me cuida maravillosamente. Todos han hecho que me sienta como un miembro más de la familia.

– Eso es lo que me atemoriza -murmuró la joven-. Son encantadores, pero…

– Pero agotadores. Lo sé. No te preocupes. Netta dice que será como una madre para mí. Verás, ya tengo órdenes para mañana. Debo permanecer en cama hasta que la enfermera venga a cambiarme las vendas. Aunque más tarde me levantaré e iré a ver qué ha quedado de mi piso.

– No te fuerces. Necesitas toda tu energía para recuperarte. ¿Estás cómodo en la habitación?

– Sí, Charlie me ha cedido amablemente la suya y se ha mudado a una más pequeña.

– Habría sido mejor que te quedaras con ésa. Lo digo porque está al final del pasillo y es más tranquila. La de Charlie queda junto a la sala y no tendrás paz ni intimidad.

– Bueno, en todo caso ha sido una gentileza de la familia Manfredi. Además, no me quedaré demasiado tiempo.

Antes de marcharse, Minnie hizo un aparte con Netta.

– Está muy cansado -comentó.

Netta asintió con un suspiro.

– Tal vez no haya sido una buena idea. Con tanta gente dando vueltas por la casa no puede descansar como debería dijo en tono sombrío. Segundos más tarde, la cara se le iluminó-. Ya tengo la solución. ¿Por qué no le cedes la habitación de invitados en tu casa?

– Es lo que has estado tramando todo el tiempo, ¿verdad? Netta, no tienes vergüenza, eres… No se me ocurre un adjetivo suficientemente horrible para calificarte.

– Lo sé. Pero lo llevarás a tu casa, ¿verdad?

– No, me niego a participar en tus intrigas, ¿me oyes? -exclamó al tiempo que recogía su bolso y se marchaba apresuradamente.

Minnie decidió mantenerse alejada unos cuantos días, aunque no podía olvidar el rostro tenso y agotado de Luke.

Una parte de ella deseaba llevarlo a su casa, cuidar de él y disfrutar con ello. Pero a la otra parte le asustaba la idea y ese temor estaba relacionado con los minutos que Luke había estado en sus brazos, con parte de su cuerpo quemado, sangrando y totalmente desamparado.

Su desnudez no había hecho más que comprobar lo que ella ya sospechaba. Tenía un cuerpo poderoso, de anchos hombros y fuertes muslos. Y la fuerza de ese cuerpo había desaparecido repentinamente. En su lugar, había quedado un ser vulnerable, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada contra el pecho de Minerva. El deseo de protegerlo a toda costa había sido abrumador y eso era lo que ella temía: ser arrollada no por él, sino por la fuerza de sus sentimientos hacia él.

Minnie le había acariciado la cara y los hombros y lo había sostenido contra su corazón mientras lloraba desesperadamente. Y durante unos minutos, nada había sido más importante en el mundo.

Y en ese momento, a pesar de la decisión de mantenerse alejada del peligro, sabía que Luke no estaba bien y la inquietante sensación de abandonarlo cuando más la necesitaba persistía en su mente. Así que fue a verlo la tarde siguiente con la intención de quedarse sólo unos minutos.

Encontró a Netta llorando a mares.

– Quería que todo saliera bien, pero las cosas se han estropeado y no sé qué hacer.

– ¿Qué ha sucedido?

– Mi hermana Euphrania y Alberto, su marido, vienen a visitarnos. Llegarán mañana y esperan quedarse aquí, pero no disponemos de más habitaciones. ¿Qué voy a hacer?

Minnie la tomó del brazo con firmeza y se encerró con ella en la cocina.

– Ésta es otra de tus tretas, pero no va a funcionar. Luke no irá a mi casa.

– ¿Y qué va a ser de él? -preguntó con una mirada patética.

– Tendrás que pasar al plan C.

– ¿Qué dices?

– Ayer fue el plan A y no funcionó. Éste es el plan B y tampoco va a funcionar.

– El día aún no ha acabado -replicó la madre con una mirada resplandeciente.

– Tu día acabará para siempre si no pones fin a esto. De ninguna manera lo llevaré a mi casa, Netta. De una vez por todas debes comprender que la respuesta es no Y ésta es mi última palabra.

Tras salir como una tromba de la cocina, chocó contra el huésped que se acercaba por el pasillo. Luke no pudo evitar una mueca de dolor y, en el breve instante en que estuvo tan cerca de él, Minerva notó que ya no podía más de agotamiento.

– Lo siento. No quería hacerte daño.

– No ha sido nada -mintió-. Minnie, ¿hay un buen hotel cerca de aquí?

– No irás a un hotel. No estarás con extraños.

– Ya soy mayor y puedo cuidar de mí mismo. Ah, Netta, estás aquí. Preguntaba por un hotel.

– No creo que sea una buena idea -intervino Minnie, a su pesar.

– Desde luego que lo es -dijo Netta, para asombro de la joven. Luego dio el nombre de un hotel-. Es un lugar encantador. Estarás muy cómodo allí.

– No estará bien -replicó Minnie acaloradamente-. Es un tugurio regentado por timadores que despluman a sus clientes. Y además la comida es pésima. Luke podría morirse en su habitación y no lo descubrirían hasta pasados unos buenos días. No, definitivamente, no. Vendrá conmigo.

– Ni en sueños se me ocurriría causarte problemas -protestó Luke al instante.

– No me causarás problemas -disparó la joven.

– ¿Y entonces por qué antes dijiste que por ningún motivo lo llevarías a tu casa? -preguntó Netta.

Se produjo un pesado silencio y los ojos de Luke pasaron de la una a la otra.

– ¿Dijiste eso?

– Puede… puede que haya dicho algo parecido, pero he cambiado de parecer. No quiero cargar con tu destino en mi conciencia, así que vendrás conmigo.

– ¿Y yo no tendría algo que decir?

– No. Y ésta es mi última palabra. Netta, por favor, recoge las cosas de Luke.

– Supongamos que me niego. Tal vez no quiera ir a tu casa -dijo Luke.

Minnie se volvió a él, echando fuego por los ojos.

– ¿He preguntado cuál es tu deseo? Te vienes conmigo y punto final. Se acabó la discusión.

– Será mejor que la obedezcas, Luke. Cuando toma una decisión es imposible hacerla desistir.

– Entonces no me queda más que aceptar -dijo él con una mansedumbre que no contribuyó a mejorar el humor de Minnie.

La joven alzó la vista esperando ver a Netta con una sonrisa de triunfo. Pero la mujer había abandonado el campo de batalla en plena victoria.

Toda la familia ayudó a Luke a trasladarse al piso de Minerva. Netta fue a preparar la cama.

– Ven a ver si todo está a tu gusto -dijo más tarde, mientras lo guiaba al dormitorio de Minnie, que era más grande que la habitación de invitados y con una cama doble.

– Yo me iré a la otra -dijo la joven-. Netta dice que no duermes bien, que tu sueño es muy agitado, así que estarás mejor en esta cama más amplia.

– No puedo quitarte tu habitación.

– Ya está todo arreglado, así que deja de discutir.

Luke no quería discutir. Lo único que quería era tumbarse en la cama que parecía maravillosamente invitadora. Minnie leyó sus pensamientos y de inmediato despidió a la familia. Netta fue la última en marcharse y Minnie la acompañó a la puerta.

– Eres una sinvergüenza. No había razón para hacer el cambio esta misma noche -comentó con suavidad.

– Era mejor no daros la oportunidad de cambiar de opinión.