– ¡Oh, sí, yo te causo mucho miedo! ¿A quién pretendes engañar?
Minnie había estado cocinando y en ese momento, con la cara enrojecida por el calor de la cocina, estaba más bonita que nunca. Todas las buenas intenciones repentinamente abandonaron a Luke y le puso la mano izquierda en la nuca para atraerla hacia sí.
– Arpía, si no te tuviera tanto miedo, te besaría ahora mismo.
– Pero me temes -le recordó ella con voz temblorosa.
Luke pensó que esas palabras podrían indicar tanto un rechazo como un desafío. Aunque siempre le habían gustado los desafíos.
Con bastante torpeza, se las ingenió para rodearla con el brazo lesionado. A esa distancia tan corta, Minnie no pudo dejar de notar la inquietante sonrisa de sus labios y la ardiente mirada de sus ojos.
– Cada vez me vuelvo más valiente, aunque tu derechazo todavía me pone nervioso.
– No te pongas nervioso -murmuró-. Nunca golpearía a un hombre lesionado. Sería… incorrecto.
– Tienes razón -susurró en tanto inclinaba la cabeza hacia los labios de la joven-. Podría demandarte.
En cuatro años de soledad, Minnie había coqueteado algunas veces, aunque habían sido relaciones que morían antes de empezar. Un beso, y eso era todo. Y después una desesperada desilusión.
Sin embargo, el beso de Luke fue muy diferente. Una caricia que la impactó por su intensidad. Minnie alzó una mano para protestar, pero la dejó caer al sentir los labios de Luke sobre los suyos. Había desterrado de su vida sensaciones tan cálidas como las que se apoderaron de ella en ese instante y que amenazaban con hacerle perder el control. Eran sensaciones puramente físicas que nada tenían que ver con la ternura y, sin embargo, intensamente excitantes.
Minnie pensó que era una locura devolverle la caricia, pero lo hizo. Incluso puso una mano en la nuca de Luke para besarlo con mayor plenitud.
Por lo demás, incluso si lo hubiera deseado ya no había vuelta atrás, aunque era lo que menos deseaba en ese instante. Toda la sensualidad suprimida durante tanto tiempo había aflorado a la superficie. Y esa sensualidad le gritaba que todavía podía vivir su vida, le recordaba la dulce sensación de volver a encontrarse en los brazos de un hombre, especialmente de un hombre como Luke, que sabía cómo utilizar la boca para complacer a una mujer hasta dejarla derretida.
Minnie separó los labios de un modo invitador, mientras sus manos le acariciaban la cabeza, los hombros y se deslizaban por la espalda. Cada caricia era una violación a las reglas que se había impuesto, pero no le importaba. Más tarde habría tiempo para arrepentirse, aunque no lo haría… nunca se arrepentiría.
De improviso, sintió que esas palabras gritaban en su interior sacándola de la dulce oscuridad en la que estaba sumida. Minerva vivía con un secreto que encerraba un arrepentimiento, y era tan amargo que en su vida casi no había espacio para nada más. Había sobrevivido gracias a la cautela, y en ese instante sintió que temerariamente la arrojaba lejos de sí.
Debía salir de la trampa que su propia locura había creado. Y había una sola forma de hacerlo.
Minnie intentó recuperar el control de sí misma y, cuando al fin lo logró, puso las manos sobre el pecho de Luke para apartarlo de ella. Entonces, él la miró con unos ojos en los que se leía interrogación y esperanza a la vez.
– No es una buena idea -murmuró la joven.
– Minnie… -susurró con urgencia.
– De verdad que eres un hombre muy valiente -comentó con la esperanza de controlar el temblor de su voz y de que sonara graciosamente ligera.
– ¿Me vas a golpear después de todo? -murmuró Luke con una mirada tan tiernamente burlona que Minnie casi anheló volver a sus brazos.
– Mucho peor que eso -dijo al tiempo que se reclinaba en el sofá con una mirada divertida-. Luke, para ser un hombre tan inteligente, me asombra que no te hayas dado cuenta.
– ¿Darme cuenta de qué?
– Del astuto plan de Netta. ¿Crees que fue una casualidad que sus parientes anunciaran repentinamente su visita cuando tú estabas allí?
– Me pareció un tanto extraño, especialmente porque no han aparecido por su casa.
– Y no lo harán. Esa visita fue cancelada en cuanto Netta logró lo que se proponía: que vinieras a mi casa. ¡Luke, entérate! ¿No ves lo que está tramando?
– ¿Te refieres a ti y a mí?
– Sí, intenta llevarnos al altar.
– ¿Qué?
– Sí, lo que oyes. Ella piensa que todos los problemas de la Residenza se resolverán con nuestro matrimonio. He intentado hacerle comprender que se equivoca, que eso nunca va a suceder. Pero en cuanto logro derribarle un plan, ella sale con otro.
– ¿Netta intenta…?
– Es una conspiradora llena de malicia. Pero no te aflijas, yo no tengo proyectos respecto a ti. Te he traído a casa porque estabas en tan mal estado que no podía dejarte a su cuidado. Aquí estás seguro. Lo que acaba de pasar entre nosotros… Bueno… no significa nada.
Los ojos de Luke se encendieron.
– ¿Nada?
– Oye, han sido cuatro años. ¿Cuánto tiempo crees que una mujer puede vivir como una monja? Y tú eres un hombre atractivo. De acuerdo, caí en la tentación. ¿Nunca te has sentido tentado aun cuando una parte de ti dice «mejor no»?
– Ah, sí -repuso en tono irónico-. Esas palabras describen exactamente mi estado mental desde que nos conocimos. Tienes un «mejor no» escrito en toda tu persona, aunque debo confesar que me atraen los riesgos.
– Bueno, te arriesgaste y fue agradable, pero ahora hemos recuperado la razón.
– ¿Sí?
– Bueno, a menos que quieras llegar al altar conmigo bajo la mira del rifle de Netta -comentó y luego se paró a pensar un instante-. Oh, Luke, lo siento. ¿Dices que quieres casarte conmigo? Nunca pensé que…
– Por supuesto que no -replicó al instante-. No quiero ser grosero, pero…
– Ni yo tampoco, pero… -lo interrumpió ella-. Ésa es la cuestión, Luke. ¡Pero! Dos personas se besan y eso no tiene mayor trascendencia-. Dejémoslo así. Sólo espero… -Minnie se paró en seco y con una convincente expresión de alarma se precipitó a la ventana para examinar las cortinas-. Afortunadamente estaban corridas. Nadie nos ha visto, así que podemos decir que nuestro secreto está a salvo.
– Gracias al cielo -dijo Luke imitando el tono divertido de ella-. Y gracias por avisarme.
El infierno se congelaría antes que permitirle sospechar que no tenía el menor deseo de reír.
Más tarde, ambos se alegraron de poner fin a la velada. Y tras asegurarse mutuamente que todo había sido una broma, escaparon del otro lo más pronto posible.
Luke se quedó largo rato en la sala, sumido en sus reflexiones. No estaba de humor para burlarse del plan de Netta. Más bien habría querido decir que era la mujer más sabia del mundo. Lo único que deseaba era entregarse a Minerva totalmente, en ese mismo momento y sin vuelta atrás.
Sin embargo, como hombre sensato que era, decidió resistirse a esa locura con la esperanza de que el sueño reparador le devolviera la cordura.
Cuando Netta supo que le iban a instalar un termo nuevo, loca de alegría anunció que lo celebrarían con una fiesta.
– ¿Y por qué no esperas que lo instalen primero? -preguntó Minerva.
– Porque cuando esté instalado habrá otra celebración.
– Por supuesto. Debí haberlo imaginado.
– Hasta yo lo pensé -intervino Luke, con una sonrisa.
Netta llevó a Minerva a la escalera para que nadie las oyera.
– ¿Cómo van las cosas?
– No van. Simplemente nos tratamos como hermanos -declaró en tono desafiante.
Netta la miró horrorizada.
– ¿Él no ha…?
– No.
– Porque no te empeñas lo suficiente -sentenció antes de marcharse.
Minnie se quedó a solas unos minutos. Habría sido imposible confesarle la verdad. No era una chica inexperta, sino una mujer que durantes largos años había vivido un amor apasionado. Sin embargo, el beso de Luke la había impactado dejándola desorientada, como si hubiese sido el primer beso de su vida.