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– Ya sabes que nunca. Y no hace falta insistir en ello, Mamma.

– No, porque tú mismo lo has comprobado. Has dicho con mucha ligereza que lo dejarías todo por ella. ¿Eran simples palabras o verdaderamente lo harías? ¿Podrías hacer que te amara a su manera aunque no fueras capaz de ahuyentar al fantasma? ¿Podrías vivir con él entre vosotros, sólo por ella?

– Ése es el pensamiento que me atormenta. ¿Me ama o simplemente se aferra a mí por necesidad?

– Y si fuera lo segundo, ¿la amarías de todos modos? El amor no es como un libro de contabilidad, hijo mío. No siempre se recibe lo mismo que se da. ¿La amas lo suficiente como para contentarte con menos con tal de que ella se sienta feliz?

– Ojalá me conociera mejor, Mamma. Hace poco rato estábamos juntos aquí en el jardín y en un momento pensé que podría hacer el amor con ella. Pero algo me detuvo, algo aquí -dijo al tiempo que se llevaba la mano al corazón.

– ¿Qué fue lo que te detuvo, hijo?

– El fantasma estaba allí, y yo no podía librarme de él. Y si yo no soy capaz, ¿cómo podría serlo ella? Le dije que nunca haría el amor si no era el primero en su corazón, pero…

– ¿Y si nunca lo consigues? ¿Qué pasaría entonces? -preguntó Olympia con suavidad.

Luke guardó un prolongado silencio.

– No lo sé. ¡Que el cielo me ayude, pero la verdad es que no lo sé!

A la mañana siguiente, cuando Minnie estuvo lista para partir, fue a despedirse de Hope acompañada de Luke.

– Por supuesto que debes atender tu trabajo -dijo la madre amablemente-, pero debes volver pronto. Hijo, confío en que te encargues de traerla a casa.

Los otros hermanos se acercaron a la joven.

– Debes perdonarme por no recordar tu nombre. Anoche estaba con la mente embotada a causa del desfase horario -Franco se disculpó.

– Se llama Minerva Manfredi -dijo Luke.

Sólo el observador más sagaz habría percibido el estremecimiento de Franco al oír el nombre. Minnie estaba demasiado absorta en sus problemas como para haberlo notado.

Luke la acompañó al coche.

– En un par de días estaré en Roma.

– Quizá tu madre quiere que te quedes más tiempo.

– No puedo arriesgarme -repuso en tono ligero-. ¿Quién sabe qué travesura legal se te ocurrirá en mi ausencia? Llegaré lo antes posible. Cuenta con ello.

– Esperemos que hayan terminado de reparar tu apartamento -repuso ella en el mismo tono.

– ¿Tan ansiosa estás por echarme de tu casa?

– Adiós -dijo Minerva al tiempo que le alargaba la mano con una sonrisa formal.

– Adiós -respondió Luke sin saber qué decir o hacer.

Luego se quedó contemplando el vehículo que se alejaba y lentamente volvió a la casa.

Franco se encontraba en la escalinata, también con la vista fija en el coche de Minnie y una expresión de perplejidad.

– ¿Qué pasa? -preguntó Luke mientras entraban en la casa.

– Nada… ¿Dijiste que su nombre es Minerva Manfredi?

– Sí. ¿Has oído hablar de ella?

– Tal vez. ¿Y su marido se llamaba…?

– Gianni -dijo Luke. Franco aspiró una gran bocanada de aire-. ¿Qué sucede? ¿Lo conociste?

– No mucho, pero sí lo conocí. Nos vimos unas cuantas veces.

– ¿En Roma?

– No, aquí en Nápoles. Solía venir a menudo.

– Sí, transportaba mercancías de Roma a Nápoles y también a Sicilia.

– Puede que sí. Aunque también venía a ver a una mujer.

Luke alzó bruscamente la cabeza.

– Eso es imposible. Estaba felizmente casado hasta que falleció, hace cuatro años.

Franco se encogió de hombros.

– Es posible, pero te digo que aquí tenía una mujer y un hijo.

CAPÍTULO 12

– YO DIGO que te equivocas. Lo confundes con otra persona.

– El hombre que conocí se llamaba Gianni Manfredi y su esposa era Minerva, una letrada que ejercía en Roma.

Luke apuró de un trago su copa de coñac con la sensación de estar sufriendo un terremoto interior.

– Me niego a creerlo. Ella lo adoraba y aún lo ama.

– Bueno, el tipo se las ingenió para pasarle gato por liebre. La mujer se llama Elsa Alessio y su hijo, Sandro. La dejó embarazada cuando vino a Nápoles un verano. Entonces él tenía dieciocho años y nunca se habló de matrimonio. Elsa era una mujer divorciada, mayor que él y tenía dinero suficiente para ella y el niño. Por la forma en que Gianni se refería a aquella experiencia sentimental, nunca estuvieron enamorados. Simplemente fue una aventura de verano, y tras el nacimiento del bebé mantuvieron una relación amistosa.

– Vaya…

– A menudo venía a Nápoles. Entonces iba a verlos y luego regresaba a Roma. Cuando se casó, nunca dejó de visitar a Elsa con el propósito de darle dinero y ver a su hijo.

– Creí que dijiste que podía mantenerse sola.

– Bueno, no tenía necesidad de casarse con él, pero un hombre decente se ocupa de la manutención de su hijo.

– Bastardo -dijo Luke en voz baja.

– ¿Por qué? Gianni amaba a su esposa y lo que sucedió antes del matrimonio no era asunto de ella.

– Pero nunca se lo dijo.

– Desde luego que no. ¿Para qué herirla? Pero conocí a un amigo suyo que me contó que Gianni solía presumir de sus visitas a la madre de su hijo.

– Presumir, ¿cómo?

– ¿Qué crees tú?

– Tal vez tú puedas explicarlo, hijo mío -dijo Hope desde un rincón de la sala.

Franco se sobresaltó.

– Mamma, no sabía que estabas aquí.

– Evidente, de lo contrario no estarías diciendo tonterías. Minnie ha sido una invitada en esta casa. ¿Cómo te atreves a propagar esas historias?

– No lo he inventado, Mamma. Es cierto.

– ¿Y cuánto de eso en realidad es cierto? Tal vez lo único cierto es que hay un niño de por medio.

– Se jactaba de que podía disponer de Elsa cuando le apetecía.

– ¿Y tú sabes con certeza que decía la verdad? ¿Es que alguien puede creer todo lo que habla un mozalbete presumido? Escucha hijo, no quiero oírte hablar una palabra más sobre el asunto. Los rumores hacen daño a laspersonas y por ningún motivo quisiera que alguien hiciera sufrir a Minnie. Por favor, prométeme que te olvidarás de esto y no volverás a repetir una sola palabra.

– De acuerdo, Mamma. Lo prometo.

– Será mejor que mantengas tu promesa o te retorceré el pescuezo -amenazó Luke.

– Lo juro.

Franco besó a su madre y se marchó sin mirar a su hermano, que luego se acercó a la ventana y se quedó mirando a la terraza pensativamente.

– No puede ser cierto, ¿verdad? -preguntó a su madre tras una larga pausa.

– Bueno, los nombres son correctos. Puede que lo del niño sea lo único cierto en esta historia.

– Bastardo -repitió Luke-. Y ella piensa que es maravilloso.

– ¿Por qué te enfadas? ¿No te parece que esto soluciona tu problema?

– ¿Cómo?

– Buscabas una forma de alejar a Gianni de su corazón. Ahora la tienes. Basta con decirle que el marido que idolatraba la engañó.

– La aventura sucedió antes de conocer a Minnie, así que no veo dónde está la traición.

– Siguió visitándola cuando venía a Nápoles.

– Como haría cualquier hombre decente que no abandona a su hijo. Gianni guardó silencio para no herir a Minnie, porque era la única mujer que quería de verdad. Se necesitaría algo más para destruirlo ante sus ojos.

– Pero siguió durmiendo con esa mujer -indicó Hope-. Ahí está la traición. Cuéntaselo a Minnie y procura hacerque acepte la verdad. Entonces tendrás el camino libre.

Sin decir palabra, Luke se volvió a mirarla.

El teléfono de Minnie sonó a las once en punto de la noche.