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– Y tú les regalaste esos fondos, ¿verdad?

– No. No soy Santa Claus. Les hice un préstamo sin intereses y ahora están más felices que las alondras. Y si no me crees, no tienes más que preguntarles. Mira, Minnie, ellos no están tan vinculados a la Residenza como nosotros. Para algunos el piso es sólo un lugar para vivir y nada más. Si pueden encontrar una vivienda mejor, no dudan en mudarse. Yo sólo les facilito los trámites.

– ¿Y qué pasa con mi familia?

– Muchos quieren quedarse y otros se marcharán voluntariamente. Las obras comenzarán cuanto antes y pronto la Residenza se convertirá en un lugar seguro y agradable para vivir.

Minnie calló, llena de abatimiento y confusión.

– ¿Qué quisiste decir con eso de que ellos no están tan vinculados a la Residenza como nosotros? ¿Nosotros?

– Sí, porque me encanta la finca y pienso vivir allí. Pietro, que como sabes es mi vecino de al lado, se mudará a un apartamento más abajo. Pienso derribar los dos pisos y convertirlos en uno solo, bastante más amplio para que dos personas puedan vivir con comodidad.

– ¿Para… dos?

– Sí, tú y yo no podemos vivir en el tuyo. Es mejor comenzar una vida nueva en nuestra propia casa.

– Me parece que vas muy rápido. ¿Quién ha dicho que vamos a vivir juntos?

Luke inspiró profundamente.

– Me parece que es lo que normalmente hace la gente cuando se casa.

– ¿Y quién ha dicho que nos vamos a casar?

– Netta, Charlie, Tomaso… En fin, toda tu familia. Aunque ellos están de acuerdo porque lo dice Netta. Y ahora lo digo yo. Lo único que hace falta es que lo digas tú.

– ¡Espera un segundo! ¿Me estás proponiendo matrimonio sólo por complacer los deseos de Netta?

– ¿Por qué no? Tu suegra es como mi madre. Tarde o temprano hay que hacer lo que ella dice. Netta lo decidió el primer día, así que no podemos hacer otra cosa que ceder a sus deseos.

– ¿Y qué clase de proposición es ésta? ¿Es lo más romántico que se te ocurre?

– Bueno, confieso que no se me da bien hablar en público -dijo con un movimiento de cabeza que abarcaba a los que estaban en las ventanas disfrutando de la escena con una sonrisa.

– ¿Cómo te atreves? Eres un descarado.

– Hago lo que se me ha dicho. Sabes que tengo razón en cuanto a Netta. No me sorprendería nada que ya hubiera elegido tu traje de novia e incluso la iglesia. ¿Qué pasa?

Tras una exclamación sofocada, Minnie se había llevado las manos a la boca. La mágica exactitud de la predicción de Luke la había dejado sin aliento.

– Santa María del Trastevere -murmuró.

– ¿Es la iglesia donde celebraremos la boda?

– Es lo que dijo Netta.

– ¿Y ha fijado la fecha? Ven aquí -dijo con fiereza al tiempo que la atraía hacia sí.

Entonces el resto de la familia salió al porche a contemplar a la pareja que se besaba. Sólo Hope contenía la respiración a la espera de la cuestión que sabía que tenían que resolver.

– ¿Cómo pudiste creer que yo podría haber hecho trampa? -preguntó Luke cuando al fin se separaron.

– No lo sé. Cuando pensé que nos habías engañado fue como si el mundo se hubiera hundido a mis pies. Hasta entonces no sabía cuánto me importas. Luke, ¿no comprendes que lo más terrible que puede suceder es descubrir que la persona que amas y en la que confías te ha engañado?

– Sí -respondió Luke, suavemente-. Sí que lo comprendo… Hay algo que quiero decirte y escúchame bien, porque es importante.

– ¿Sí? -Minnie lo miró con los ojos resplandecientes.

– Una vez te dije que no haría el amor contigo si yo no era el hombre más importante en tu vida.

– Sí que eres el más importante en mi corazón, en toda mi vida.

– Entre los vivos, pero yo quería ahuyentar su fantasma…

– Luke…

– Déjame acabar. Quería alejarte del fantasma de Gianni, pero me he dado cuenta de mi actitud egoísta. Tenía celos de él. Quise quitarte los más dulces recuerdos porque a mí me convenía. Intenta perdonarme y no te desprendas de tu fantasma, mi amor. Ámalo como él lo merece.

Los ojos de todos los espectadores estaban fijos en Luke, así que nadie notó la sonrisa de orgullo maternal en los labios de Hope.

Minerva lo miró atentamente.

– ¿Tienes algo más que decir? -preguntó ella.

– Nada más.

– ¿No me vas a hablar de Elsa Alessio?

Luke la miró conmocionado.

– ¿Qué sabes de eso?

– Todo. Sólo te puedo decir que Gianni fue un buen padre y que yo fui el amor de su vida.

– ¿Te lo contó… todo?

– Por supuesto. Nunca me habría engañado. Me contó todo lo que yo necesitaba saber -añadió en un tono ambiguo.

– Comprendo…

Luke estaba a punto de preguntarle si creía que Gianni le había sido fiel cuando visitaba a la madre de su hijo. Sin embargo, repentinamente decidió que nunca en su vida haría esa pregunta y que nunca comentaría con ella las presuntas jactancias de Gianni respecto a Elsa.

– ¿Irías a vivir a Roma por mí? -preguntó Minnie maravillada.

– Puedo trasladar mis negocios a Roma, incluso creo que voy a disfrutar el desafío de explorar nuevos territorios. Sin embargo, tú no puedes dejar Roma porque ahí es donde ejerces tu profesión.

– ¿Y no pensarás que no te atiendo lo suficiente por mi trabajo?

– Jamás, lo juro.

Minnie le rodeó la cara con las manos.

– Cuando pensé que te había perdido fue como el fin del mundo para mí. Te quiero. Sin ti nada puede existir.

– No lo digas hasta estar completamente segura.

– Estoy totalmente segura. Una vez pensé que nunca podría volver a amar a otro hombre, pero fue porque te esperaba a ti.

Mientras se besaban apasionadamente, pudieron oír murmullos de aprobación desde las sombras que los rodeaban.

– Mi familia está disfrutando esta escena romántica. Los Rinucci son como los Manfredi. El amor y el matrimonio les conciernen a todos -murmuró al oído de la joven.

– Luke, hay algo que quiero decirte.

– ¿Qué es, mi amor?

– Ayer me despedí para siempre de Gianni. Y él lo comprendió.

Bastante tiempo después todavía se comentaba el encuentro de Netta Manfredi y Hope Rinucci como el de dos reinas, tras la visita oficial de los Rinucci a Roma.

Ambas inspeccionaron los pisos que se iban a convertir en uno solo y dieron su aprobación.

– Hijo, desde el principio supe que nunca le ibas a decir a Minerva lo que sabías -comentó Hope mientras probaban un delicioso bizcocho casero en el salón de Netta-. La amas demasiado para herirla, aunque no estaba segura de que tú también lo supieras. Te conozco más de lo que tú te conoces a ti mismo.

– Aunque creo que todavía puede sorprenderte -observó Toni, que se había acercado a ellos-. Cuéntale, Luke.

– Hace años Toni me ofreció la posibilidad de convertirme en un Rinucci. Hace una hora le pregunté si el ofrecimiento seguía en pie.

– Y yo le dije que sí -declaró Toni.

Hope abrazó a su hijo con los ojos llenos de lágrimas.

El día de la boda, Minerva llevó el elegante traje de novia con su blanco velo que Netta había visto en la revista y se casó en Santa María del Trastevere.

Y tras la ceremonia, pasearon en calesa por las calles aledañas a la Residenza aclamados por los vecinos del barrio. Hasta que por fin llegaron a la finca, donde los esperaban los familiares y los inquilinos para dar comienzo a la celebración del banquete nupcial.

Cuando los novios cruzaron el arco del patio, totalmente decorado con flores blancas, una lluvia de pétalos cayó sobre ellos mientras contemplaban maravillados el espectáculo.