– Estamos malgastando energía -dijo ella-. Nada.
Seguían agarrados de la mano. El la sujetaba con fuerza y ella no pensaba soltarse. El canguro estaba entre ellos, y era evidente que estaba muerto de miedo.
El animal intentó retroceder. No se quedaría en la plataforma esperando a que lo llevaran a la orilla. Trataría de saltar en cualquier momento.
– Me pondré detrás de él -gritó Jackson-. Quédate donde estás.
Había una rama más larga que las demás. Molly la agarró con cuidado, tratando de no hundirla más para que el canguro no se hundiera también.
– Mírame -le dijo al canguro cuando adivinó cuáles eran las intenciones de Jackson. Continuo hablando con el animal mientras este retrocedía poco a poco. Intentaba que el cachorro mantuviera la mirada clavada en ella.
Cuando Jackson se colocó detrás del animal, desató la manta empapada y la levantó. Antes de que el canguro pudiera reaccionar, Jackson lo cubrió con la tela y lo envolvió.
El animal comenzó a arañar con sus afiladas garras, pero la manta era de fieltro grueso. Jackson lo inmovilizó y se quedó flotando de espaldas. El canguro se retorcía con furia sobre el pecho de Jackson, pero finalmente, se quedó quieto.
– No puedo hacer nada con él encima -dijo Jackson-. ¿Puedes arrastrarme?
Molly soltó la plataforma de ramas para que siguiera rumbo al mar y nadó para colocarse detrás de Jackson. Lo sujetó por la barbilla, se tumbó de espaldas y comenzó a nadar tirando de él. Jackson pataleaba a la vez que ella y, despacio, avanzaron hacia la orilla.
Necesitaron todas sus fuerzas para arrastrar al canguro hasta la orilla. Después, Jackson no comprendía cómo habían podido hacerlo. Sin duda, él no habría podido hacerlo solo.
Molly tenía una fuerza increíble. Él podía patalear, pero nada más, y eso solo no bastaba para luchar contra la corriente. Pero de algún modo, ella encontró la fuerza necesaria para trasladar a todos hasta la orilla.
El río se ensanchaba en la desembocadura y su lecho estaba formado por rocas. Las olas del mar rompían en la entrada y la corriente disminuía un poco justo antes de la desembocadura.
Molly y Jackson patalearon al mismo tiempo y llegaron a la orilla justo antes de ver la primera roca.
Pero incluso allí, el canguro no estaba a salvo. Cuando se pusieron de pie en la zona de baja profundidad, vieron que en la orilla había un talud de arena bastante alto y ningún sitio donde agarrarse.
– ¿Y ahora qué? -preguntó Jackson con preocupación. Estaba sujetando al animal fuera del agua, pero el canguro empezaba a revolverse de nuevo.
– Sube tú y yo te empujo -dijo Molly.
– ¿Estás bromeando?
– No.
– Tengo una idea mejor -Jackson envolvió al canguro de nuevo para asegurarse de que no pudiera sacar las patas y se lo tendió a Molly. Se pegó al talud y entrelazó las manos para que ella pudiera utilizarlas como escalón.
– Sube.
Molly miró a Jackson y después al talud.
– No puedo.
– Claro que puedes, chica -dijo él-. Además, no hay otra elección… así que, ¿qué remedio te queda?
De algún modo, el plan funcionó. Molly consiguió subir al talud y riéndose aterrizó junto a la manta mojada en la hierba. Después, ayudó a subir a Jackson. El subió de golpe y estuvo a punto de caer sobre ella y el canguro.
Estaban a salvo.
– Lo hemos conseguido -dijo Molly mientras Jackson desenvolvía al canguro.
Sí. Lo habían conseguido. Jackson miró a Molly y sonrió. Tenía aspecto de agotada y estaba empapada. Pero nunca había visto nada más bello…
– Es precioso -murmuró Molly cuando el canguro quedó al descubierto.
El cachorro de canguro era precioso, pero la chica también. Haciendo un esfuerzo, Jackson consiguió responder.
– Sí, claro. Precioso. Pero estúpido -el animal los miraba con incredulidad. Estaban en la orilla contraria de donde habían empezado, en el mismo lado que su madre, y esta estaba mirando hacia ellos para ver qué estaba pasando.
– ¡Estúpido! ¡Vaya cosas que dices!
– Soy muy pragmático -contestó él-. Alguien tiene que serlo. Si yo no fuera tan pragmático habrías intentado rescatar al canguro sin la manta, y ahora estarías sangrando sin parar.
Ella sonrió.
– Entonces, me alegro de que seas tan pragmático. Pero también… Oh, Jackson, ¡va a saltar!
– Mmm.
Molly entornó los ojos.
– ¿Estás bien?
De pronto, él se sentía muy bien. Habían luchado con ímpetu y habían ganado, y no tenía nada que ver con la lucha diaria que había llevado a cabo durante años en sus negocios. Miró a Molly y se percató de que sus ojos brillaban con triunfo y alegría.
– Lo hemos hecho muy bien. Bien por nosotros.
– Jackson…
No hacían falta más palabras. Al oír el tono de su voz, Jackson se volvió y vio a la madre del canguro saltando hacia ellos. Había visto a su cachorro y estaba dispuesta a recuperarlo.
– Dale un empujón -dijo Molly, medio riéndose. Los canguros eran muy grandes, e interponerse entre una madre y su cría…
– Eso intento -Jackson agarró la manta y la levantó con fuerza. Después, se retiró con rapidez.
El canguro se puso en dos patas y corrió con su madre como si Molly y Jackson fueran la causa de todos sus problemas en lugar de sus salvadores.
– ¿Has visto eso? -pero Jackson tenía una amplia sonrisa en el rostro. El canguro había alcanzado a su madre. Esta lo olisqueé de arriba abajo y el pequeño se metió directamente en su bolsa. La madre comenzó a moverse enseguida y, mientras se dirigía hacia el resto de la manada, miró hacia atrás una sola vez.
– Eso es una muestra de agradecimiento.
– Yo también estoy agradecida -dijo Molly. Ella sola no podría haber salvado al canguro. Quizá había sido un poco arriesgado intentarlo, pero en los últimos meses había visto demasiadas muertes, y si podía evitar una más…
– Sabes, no puedes salvar el mundo -él la estaba mirando y sabía lo que pensaba.
Ella se sonrojé.
– Pero puedo intentarlo.
– Molly… -y entonces, antes de saber cuáles eran sus intenciones, se acercó a ella.
¿Por qué? Jackson no lo sabía. Pero ella parecía tan sola. Arrodillada en la arena mirando al canguro con preocupación. Estaba empapada y llena de arañazos, y Jackson no pudo evitar tomarla entre sus brazos. Sujetarla contra su cuerpo de forma que sus senos se apretaran contra su pecho.
Para consolarla…
No. Era algo más que consuelo. ¡Era deseo! Él podía sentir el latido de su corazón contra su pecho. La besó en la frente, y cuando ella levantó el rostro para mirarlo, la besó en los labios abrazándola con más fuerza.
Sabía a sal marina. Sabía a…
¿A qué? Él no lo sabía. Lo único que sabía era que nunca había sentido nada como aquello.
Había besado montones de bocas llenas de pintalabios que lo reclamaban con decisión. Pero en ese beso no había pericia.
El primer roce fue extraño., como si ella no lo esperara, o no lo deseara… como si no supiera qué hacer cuando lo recibió.
Pero tampoco se retiró. Su respuesta fue de asombro, como si no comprendiera por qué la estaban besando.
Molly necesitaba consuelo. Necesitaba que le confirmaran que la vida era más fuerte que la muerte. Que lo había intentado y había ganado, y que el hombre que la había ayudado estaba con ella. Era un hombre fuerte y maravilloso…
Ella no pedía nada más. Le sujetó el rostro con las manos y separó los labios para recibir el beso. ¡Y disfrutar del momento, de Jackson y de la vida!
Sus cuerpos mojados recibían los cálidos rayos del sol y, poco a poco, iban recuperándose. Se abrazaban con deseo desesperado, algo que no tenía nada que ver con los rituales de cortejo a los que ambos estaban acostumbrados. Eran un hombre y una mujer, en la arena bajo el sol, y el mundo que los rodeaba era como un telón de fondo para el deseo.