– No. No me está entrando miedo -dijo él-. Cuanto más oigo hablar de la granja, más la deseo.
– Sabes, me sorprendería si Hannah la deja del todo. Puede que Doreen y Gregor no sean los únicos ancianos que tengas allí.
– ¿Crees que Hannah irá a visitarla?
– Si es bien recibida…
Jackson se quedó en silencio. La expresión de su rostro era impasible. ¿Estaba pensando que a Cara no le gustaría? Molly no lo sabía.
Se estremeció. Al verla, Jackson le preguntó.
– ¿Tienes frío?
– No -se encogió de hombros-. No es nada.
– ¿Te preocupa algo?
– No -pero el hecho de que él estuviera preocupado la hizo estremecerse de nuevo. Se sentía triste. Y sola.
– Molly… -él le tendió la mano sobre la mesa y ella la miró. Era un gesto de consuelo…, nada más. Debería aceptarla.
Pero no podía. Continuó mirándole la mano. El la miró a los ojos, pero solo vio un mensaje que no quería leer, o no se atrevía a hacerlo. Retiró la mano despacio y, con cuidado, ella entrelazó las suyas bajo la mesa.
– Gracias, pero no -dijo ella, pero él no sabía qué era lo que rechazaba.
La tensión se quebró al oír un grito.
– ¡Molly! -el grito provenía desde el otro lado del restaurante. Molly se volvió al ver que Hannah regresaba hacia la mesa y que Angela la llamaba desde la puerta. La mitad del restaurante se había vuelto para mirarla.
Angela llevaba la misma minifalda que por la mañana y los mismos zapatos de tacón, pero además se había puesto la chaqueta de rayas de Guy para protegerse del frío. Su melena rizada estaba alborotada y parecía que acabara de salir de la cama.
Por favor…
«Esto nunca llegará a ser una buena venta», pensó Molly con desesperación, y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, Jackson y Hannah miraban alucinados a la chica que les gritaba desde la puerta.
– ¡Molly, no sabes lo que ha pasado!
– No me lo digas. Un tiburón se ha comido tu armario ropero y has perdido todos los cepillos de pelo que tenias -dijo Molly-. Angela, por el amor de Dios…
– ¿Dónde está Guy? -Angela no estaba escuchándola-. Diablos, me lo he dejado atrás -se volvió y lo llamó a gritos-. Guy, ¡están aquí!
Por fortuna, Guy iba bien vestido, aunque le faltaba la chaqueta. Pero no parecía el mismo Guy que había visto hacía dos horas. Tenía una amplia sonrisa en el rostro.
– Perfecto. Sabía que los encontraríamos aquí. Un pajarito me había dicho que la señora Copeland es quien mantiene este restaurante a flote.
– Eres tan listo -Angela le dio un abrazo, y Guy la abrazó también. Molly no podía dejar de mirarlos.
– Hemos venido a recoger las llaves de Angela -dijo Guy, y Molly -pestañeó.
– Te dejaste las llaves en el aparador de casa de Molly -dijo Jackson, y Guy hizo una mueca.
– ¿No se os habrá ocurrido traerlas?
– Nosotros… er… no pensamos que vendríais hasta aquí. Señora Copelaud, permítame que le presente a Angela y a Guy. Angela también es agente inmobiliario y trabaja con Molly, y Guy es su… -dudó un instante.
– Prometido -Angela terminó la frase con orgullo y sin dejar de sonreír. Estiró la mano para mostrar su alianza de brillantes-. Nos separamos durante un rato, pero ya nos hemos comprometido de nuevo, y esta vez es para siempre. Puede que Guy olvidara mis llaves, pero no se olvidó de mi anillo.
Molly miró a Hannah de reojo y vío que estaba sonriendo a Angela.
– Por fin -dijo la mujer mayor-. Una relación como debe ser. No querrán comprar una granja, ¿verdad?
– ¿Por tres millones? -Guy sonrió y rodeó a su amada con el brazo-. Lo siento. No es posible.
– Saben, los agentes inmobiliarios llevan ropa de lo más extraña -dijo Hannah, y miró a Angela de arriba abajo-. Una se viste como para ir a un funeral, y la otra…
– De manera apasionada -dijo Angela, y se rio de nuevo-. Guy ha aparecido con un autobús -le dijo a Molly-.Un autobús entero -abrazó a su prometido y este se sonrojó-. Había una floristería al lado del colegio de Sam. Decía que en su coche no le cabían todas las flores y que los niños estaban subiendo al autobús para irse de excursión. Así que entregó un donativo para el programa de alfabetización, y prometió helado a todos los niños, con la condición de que se desviaran hasta mi casa. Dio a cada niño un ramo de rosas y estos se acercaron a mí.
– ¡Cielos! -Molly miró a Guy.
– Yo estaba en el rellano, discutiendo con el conductor del taxi, que estaba enfadado porque me había dejado el bolso en tu casa, y todos los niños aparecieron para entregarme las flores. Entonces, Guy se puso de rodillas y me pidió que me casara con él… y los niños comenzaron a aplaudir… ¿Qué podía hacer yo?
– Qué… qué bonito -dijo Molly, y Angela sonrió aún más.
– Lo es -se dirigió a Hannah y continuó-. Así que usted es la señora Copeland -le tendió la mano para saludarla-. ¿Cómo está? ¿Ha intentado inculcarles un poco de sentido común a estos dos?
– ¿Sentido común? -Hannah parecía desconcertada.
– Están hechos el uno para el otro -dijo Angela-. Pero él está comprometido con otra mujer…
– ¡Angela! -Molly se puso en pie, enojada.
– No está comprometido -dijo Hannah, y Molly pensó, «tierra trágame».
– ¿No lo está? -Angela miró a Jackson-. ¿Quieres decir que la mujer que aparece en el periódico no es tu prometida?
Jackson puso una irónica sonrisa… pero no dejó de mirar a Molly. ¿Qué había dicho Angela? «Están hechos el uno para el otro…»
– Um… no.
– Menos mal -dijo Angela-. Cásate con Molly.
– ¡Angela!
– Oh por el amor de Dios,…
Hannah estaba escuchando atentamente.
– ¿Crees que debería hacerlo?
– Sí -dijo Angie, y abrazó a Guy-. Ella debería ser tan feliz como yo.
– No se casará nunca con ella si sigue llevando ropa de funeral -dijo Hannah, y Molly respiró hondo.
– ¡Perdóneme!
Nadie le hizo caso.
– No suele vestirse de negro -explico Angela-. Suele estar preciosa. Solo que su hermana y su cuñado murieron y ella tiene que cuidar de su sobrino… que es un encanto, pero ella se siente responsable. Su prometido y ella estaban ahorrando para comprarse una casa, pero cuando Molly le dijo que tenía que cuidar de Sam, el cretino le dijo que cancelaba la boda. Y todo el dinero estaba a su nombre…, por eso, la primera norma para comprarse una casa es: no fiarse de nadie…, y no me pregunte por qué Molly se fijo de ese cretino, pero así fue, y ahora él tiene todo su dinero y ella no tiene nada. Y entonces… -tomó aire-. Aparece Jackson.
– Jackson -repitió Hannah, y Angela continuó.
– Esta loca por él -dijo, y Molly sintió ganas de esconderse bajo la mesa-. Y él la ha besado.
Está loca por él», Jackson recordó las palabras de Angela y miró a Molly.
– ¿Cuánta gente sabe que te he besado? -le preguntó, y Hannah se río y contestó por ella.
– Al menos, todo el restaurante -no lo decía en broma pero siguió hablando.
– Molly regresó radiante después del fin de semana. Es lo mejor que le ha sucedido después del odioso Michael. Y ahora, publican ese estúpido artículo en el periódico -miró a Jackson-. ¿Pero no estás comprometido?
– ¡No! Y no creo que el periódico dijera que estoy comprometido.
– Entonces, esa tal Cara…
– No es asunto vuestro -Jackson cerró los ojos un instante y después se puso en pie. Con decisión. Las cosas estaban fuera de control y necesitaba tiempo para pensar- Tengo que irme. Señora Copeland, si no está dispuesta a venderme la granja…