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– Hey, has sido tú quien me ha hecho pasar dificultades.

– Por eso debo ayudarte. Y entretanto…

– Entretanto, ¿qué?

– Ven a comer conmigo. Escúchame.

– De acuerdo. Una comida. Y nada más -aclaró Molly.

– Señor Baird, lo llamo para decirle que todo va sobre ruedas. El contrato está preparado para que lo firme la semana que viene. La señora Copeland acudirá a la granja el próximo sábado, igual que la señorita Farr, y esta llevará el contrato.

– Muy bien, Francis. ¿Y Sam estará allí?

– ¿Sam?

– El sobrino de Molly. Si ella va, quiero que lleve también a su sobrino.

– Oh, de acuerdo -Roger parecía desconcertado-. ¿Quiere que le diga que puede llevar a su sobrino?

– Sí. Quiero que le diga que puede llevar a su sobrino.

– A lo mejor, también debería llevar a su pareja.

– ¿A su pareja?

– Creo que las cosas han ido estupendamente bien entre la señorita Farr y su ex novio. Ayer lo vi, y está muy contento. Me parece que no va a hacer falta emprender ninguna acción legal contra él.

– Ese hombre la engañó -dijo Jackson.

– Está dispuesto a devolverle el dinero -dijo el abogado-. Creía que su principal preocupación era solucionar los problemas económicos de la señorita Farr.

– Sí.

– Entonces, creo que lo he conseguido. Su ex novio es un gran abogado y tendrá mucho trabajo en la ciudad. Lo único que necesita es un despacho y una imagen fiable. Ella se la proporcionará.

– ¿Es algo seguro?

– Sería tonta si no aceptara. Y… -dudó un instante-, creo que todavía siente algo por él. Puede que con su intervención, les haya brindado la oportunidad de formar una familia.

– Bien -¿por qué se sentía tan mal?-. ¿Hay algo más?

– No, señor. Lo veré la semana que viene. En la granja.

– Me gustaría poder decirte que estoy deseando que llegue el día -contestó Jackson con amargura.

– ¿Cara?

– ¿Jackson?

– Cara, esta cosa del amor…

– ¿Mmm?

– Cara, si tu Raoul estuviera comprometido para casarse con otra mujer… si tú pensaras que el compromiso podría ser un desastre… ¿te alejarías sin más?

– Jackson…

– ¿Qué harías, Cara?

– ¿Espero que no estés hablando de Diane?

– No. No estoy hablando de Diane.

– Entonces, ¿de quién estás hablando?

– De una mujer llamada Molly.

– ¿Es especial?

– Tan especial que no me interpondré en su camino…, si está comprometida con otro hombre y eso es lo que desea.

– ¿Estás seguro de que está comprometida con otro?

– Puede.

– ¿Pero puedes enterarte?

– Sí. Me enteraré. Y después, supongo que tiene que ser ella la que decida.

– Oh, Jackson…

– No te hagas ilusiones -dijo él-. Porque yo no me las hago.

– ¿Angela?

– ¿Mo1ly?

– Sí. Soy yo. Y siento llamarte tan tarde…

– Es la una de la madrugada, Molly. ¿Qué te pasa?

– Creo que será mejor que vengas. Y creo que deberías traer más helado de ese. Y Tim Tams. Una caja entera de Tim Tams.

– ¿Algún motivo especial?

– Sí. Porque no sé qué diablos está pasando ni qué diablos voy a hacer.

Capítulo 12

La finca parecía un lugar más espléndido que tres semanas antes. Desde luego, era el lugar más bonito del planeta. Lo único que tenía que hacer Jackson era convencer a Hannah, firmar el contrato, y la granja sería suya.

¿Pero por qué iba a comprarla?

«Porque es el paraíso?», pensó. Pero no era una razón suficiente. ¿Podría utilizarla? «La utilizará. Puedo trabajar desde aquí. Con una línea de teléfono y un servicio de tele conferencias, podría pasar mucho tiempo aquí».

«Sí, con el señor y la señora Gray… y miles de ranas».

«Y quizá con Molly».

Ese era el quid de la cuestión. Tenía que ver si…

«Aislarme es lo que se me da mejor», se había repetido una y otra vez. ¿No había aprendido nada? Las niñeras, el colegio interno y unos padres distantes habían sido sus recursos para sobrevivir. Si él no se hubiera alejado de los sentimientos… El amor de sus padres había estado a punto de asfixiarlo. y él no había podido escapar.

Después, cometió un gran error y se enamoró de Diane. Era muy joven e ingenuo… y se permitió amar. O creía que la amaba.

Entonces, ella se quedó embarazada.

– Estupendo -había dicho él con sinceridad. Una familia… Por primera vez en su vida había pensado que tal cosa era posible, y los sentimientos que tenía hacia la criatura que aún no había nacido estuvieron a punto de abrumarlo.

Pero una semana antes de la boda recibió una nota en la que le decían que él no era el padre.

Di un nombre, y observa cómo reacciona Diane.

No debía haberlo hecho. Debería haber confiado en ella. Pero…

– ¿Has oído hablar de…?-le preguntó, y vio cómo la mujer que creía que amaba se convertía en un torbellino. ¿Cómo se atrevía a dudar de ella? ¿Cómo se atrevía a pensar que el bebé no era suyo?

Pero él no había dicho tal cosa. Solo había pronunciado un nombre.

Al día siguiente, ella se había marchado. Todo había sido una mentira, para robarle el dinero a un rico adolescente.

Y eso, junto a la relación fracasada de sus padres, había hecho que decidiera quedarse soltero para siempre. Cara era la única persona en quien confiaba.

La granja iba a ser el sitio donde ambos podrían vivir cuando la vida empezara a ser dura. Pero, al final, iba a comprar la granja sin ella, y eso lo hacía sentirse muy solo.

Era una tontería. Después de todo, él había diseñado su vida para ser feliz estando solo. Había tardado treinta y tres años en llegar a ese punto, y no pensaba arrepentirse.

«Pero si Molly estuviera aquí, esperando…»

Molly estaría con Michael.

Roger Francis había llamado a Jackson antes de que saliera de Nueva York para decirle que irían a la granja por separado. Roger iría en su propio coche, la señora Copeland iría con su chofer, y Molly, Sam y Michael, irían juntos.

¡Estupendo!

El había ayudado a que Molly se reconciliara con Michael, así que debería estar contento.

«Estoy contento», se obligó a admitir. Sam tendría un lugar seguro donde crecer. Una familia.

Pero con un hombre que había engañado a Molly…

¡No era asunto suyo! ¿Es que no había aprendido nada del pasado?

Miró por la ventana del helicóptero y vio que Doreen y Gregor lo esperaban sonrientes para recibirlo. Ellos eran su futuro. Nadie más. Suspiró, y puso una amplia sonrisa.

Era una buena compra. Y debía llevarla a cabo.

– Michael, la carretera que lleva a Bírranginbil sale hacia el norte. Deberías haber torcido en el cruce anterior.

– ¿Estamos yendo a Birranginbil?

– Por supuesto.

– Mira en la guantera, cariño. Tengo una sorpresa para ti.

– ¿Una sorpresa?

– Un anillo de compromiso. Y la licencia para casarnos.

Las cosas no iban a funcionar.

Hannah Copeland estaba esperando sentada en el salón y, al ver a Jackson, puso cara de decepción.

– Ha venido solo -comentó-. ¿Qué ha pasado con su prometida, jovencito?

– Creía que ya se lo había dicho -dijo él, y se acercó para darle la mano-.Cara no es mi prometida.

«Dónde está Molly?», pensó Jackson.

– Sí. Pero es alguien con quien tiene una relación.

– La tenía -dijo él.

– ¿Quiere decir que ya no la tiene?

– No.

– ¿Puedo preguntarle por qué no?

– Creo que eso es asunto mío.

– Entonces, no puedo venderle mi propiedad -dijo la señora Copeland poniéndose en pie-. El acuerdo era que me presentaría a su prometida.