– Cara y yo hemos decidido que vivir juntos en la granja sería una locura.
Ella se separó de él para verle la cara.
– ¿Por qué?
Jackson sonrió y a Molly le dio un vuelco el corazón.
– He sido un idiota.
– No te creo.
– Entonces, te equivocas. Molly… -le agarró las manos e intentó explicarle algo que él mismo acababa de empezar a comprender-. Molly, tuve una infancia muy mala. En el único lugar donde encontraba la paz fue en el colegio interno, O con las niñeras. Después, en la universidad y en el mundo de los negocios. Esas cosas seguían unas normas que yo podía comprender. Hacían que me sintiera seguro. Así que intenté organizar mi vida personal del mismo modo. Cara es mi hermanastra. Ella tuvo la misma vida que yo, con los mismos resultados de fracaso emocional. Así que cuando la vida se ponía difícil, solo nos teníamos el uno al otro.
– Cara es tu… ¿hermanastra? -Molly se quedó de piedra.
– Sí. Y hasta ahora, Cara y yo hemos vivido bajo las mismas reglas. Autoprotección a toda costa. Una vez intenté saltarme la regla y fue un desastre -acercó los labios al cabello de Molly y suspiró-. Pensé que amaba a una mujer. Ella me quería solo por mi dinero. Yo era joven e ingenuo, pero me hizo desconfiar de la vida. Solo que entonces, no te había conocido. Un hombre puede ser estúpido…
Ella no podía creer lo que estaba oyendo. «Por favor…»
Era una pequeña súplica que le salía desde lo más profundo del corazón, pero al sentir que Jackson la atraía hacia su cuerpo para que oyera el latido de su corazón, obtuvo la respuesta.
– ¿Y ahora?
Un martín pescador cantaba en el exterior, y su trino, parecido a una risa, parecía una burla de los amantes. Pero a ellos no les importó. «Podría ser un ruiseñor», pensó Molly, y sintió ganas de pellizcarse por si estaba soñando.
– Ahora, Cara ha conocido a Raoul. Y…
– ¿Y?
– Y yo he conocido a Molly. Mi Molly. Mi amor. Mi maravillosa, valiente, fiel, y cariñosa Molly, y me doy cuenta de que no sabía de qué estaba huyendo. Creía que huía del amor, pero hasta que te conocí, no sabía lo que era. Hemos pasado tres semanas separados y te he echado de menos en cada momento. Te deseo, Molly. Quiero que seas mi esposa. Ahora y para siempre. ¿Te casarás conmigo?
¿Se casaría con él? ¡Sí y sí! Pero había una cosa que quería decirle, aunque su futuro, y su felicidad, dependieran de ella.
– Jackson, vaya a donde vaya, tengo que llevar a Sam. Yo… él forma parte de mi vida. Y yo tengo que…
Pero parecía que Sam no era un problema.
– Por supuesto que sí. ¿Cómo iba a ser de otra manera? Es un chico estupendo, y yo tengo muchos planes…
– ¿Planes?
– Nos mudaremos aquí -le puso un dedo sobre los labios para que no hablara-. Querías que las cosas no cambiaran para Sam, así que te mudaste a la ciudad. Pero las cosas han cambiado, te guste o no. Yo sé que él podría ser feliz aquí. El colegio de la zona es más pequeño que al que va ahora, y estará más contento. Aquí podrá criar ranas. Tendrá su propio cachorro y nos ayudará a criar el ganado, comerá las paviovas de la señora Gray y dejará de parecer un niño sin…
– Ya basta -Molly estaba llorando y riéndose a la vez-. Haces que parezca maravilloso. Me entran ganas de aceptar solo por Sam.
– ¿Crees que te haría chantaje?
– No -lo miró a los ojos y cambió de opinión-. ¡Sí! Si quieres conseguir algo, harías todo lo que hiciera falta para conseguirlo.
– Solo te quiero a ti.
Ella lo sujetó. Con las manos entrelazadas, formaron un circulo perfecto, de confianza y felicidad.
– ¿De veras, Jackson?
– De veras -se inclinó y la besó en la boca con delicadeza. Era un beso lleno de promesas. Un beso lleno de felicidad.
– Y lo tengo todo arreglado.
– Has estado muy ocupado.
– Tres semanas es mucho tiempo. Un hombre puede pensar mucho en todo ese tiempo.
– ¿Y qué has decidido? -estaban derritiéndose con la mirada.
– He pensado… he pensado que no tengo que viajar tanto. Puedo hacer casi todo el trabajo desde aquí. Seremos auténticos granjeros. Pero, si tú quieres, puedes montar una agencia inmobiliaria para vender granjas. Solo las mejores…
– Por supuesto, solo las mejores -dijo ella, riéndose.
– Y en nuestro tiempo libre, podemos ser granjeros.
– ¿Sí?
– Sí -la acariciaba con la mirada, y Molly notó que reflejaba cierto nerviosismo que adoraba. Él era su príncipe maravilloso que podía gobernar el mundo. Pero cuando se trataba del amor que sentía por Molly, ella podía hacer lo que quisiera.
Lo amaba tanto que apenas podía hablar Y tampoco era necesario que lo hiciera.
Le sujetó el rostro, y lo besó de manera apasionada. Hasta que ambos quedaron sin aliento, pero llenos de amor y felicidad.
Cuando al fin se separaron, solo durante un instante, Molly susurró:
– Deberíamos ir a ver cómo liberan a las ranas.
– Tú ya has liberado la tuya -dijo Jackson, y la estrechó entre sus brazos para besarla de nuevo-. El será tu amante para siempre… y podrás besarlo siempre que quieras, porque nunca volverá a convertirse en rana.
Marion Lennox