El sonrió otra vez. Un nuevo plan. Su hermanastra siempre tramaba algo, pero él confiaba en ella, y sabía que ella confiaba en él.
– Hay muchos que no lo harían.
– Pero tú eres uno entre un millón. ¿No lo sabes?
– Sí, y yo también te quiero.
Se oyó una risita y que colgaban el teléfono. Jackson se quedó mirando el auricular.
¿Sería una buena idea?
– De acuerdo, abandono. No vas a pedírmelo, ¿verdad?
– ¿Perdón? -aquella noche su amiga apareció en la puerta de su casa y Molly se sorprendió. Angela llevaba un vestido ceñido y brillante y el pelo recogido de manera elegante y adornado con plumas de pavo real.
– Me voy a una fiesta de los años veinte. Guy cumple treinta años, pobrecillo, así que vamos a celebrarlo con una fiesta. ¿Te gusta mi modelito?
– Me encanta.
– Sabes que podrías venir.
– Y tú sabes que no puedo.
«Es imposible», pensó Molly, «es imposible tener vida social».
Hasta que Sarah murió, Molly dirigía su agencia inmobiliaria en la costa. Se había convertido en uno de los mejores agentes inmobiliarios, y su vida amorosa, también había sido muy satisfactoria. Michael era un buen abogado y todo el mundo decía que hacían muy buena pareja.
Pero su plan de vida no incluía a Sam.
– Mételo en un colegio interno -había dicho Michael cuando Sarah murió, pero Molly no le hizo caso. Y tampoco alejó a Sam de su casa de Sidney, aunque comenzaba a preguntarse sí había tomado la decisión correcta.
Era difícil abrirse paso en el mercado inmobiliario de la ciudad. Su primo era un tipo detestable. El colegio de Sam no era nada satisfactorio, y ella no podía permitirse cambiarlo a otro mejor. Sam estaba muy triste, ¡y ella se sentía tan sola!
Pero dejar a Sam al cuidado de alguna niñera no solucionaría las cosas. El niño se despertaba por las noches con pesadillas, y Molly tenía que estar con él. Después de todo, ella era todo lo que él tenía.
– Eh, anímate -le dijo Angela al ver la expresión de su rostro-. Estás a punto de pasar un fin de semana con el soltero más cotizado de Australia.
Era verdad, pero lo más triste era que no deseaba ir. Igual que Sam, Molly había cerrado todas las puertas. Desde la muerte de Sarah, veía el mundo como un lugar peligroso. Los periódicos solo publicaban malas noticias, los programas de la televisión eran amenazantes… y si para ella era así, ¿cómo sería para un niño que lo había perdido todo?
– ¿La rana está bien? -preguntó Angela.
– Parece que sí.
– Gracias a Jackson.
– Si no hubiera sido por Jackson, Lionel no estaría herida.
Pero Angela estaba dispuesta a defenderlo.
– Fue el abogado de Jackson quien la hirió. Jackson fue muy amable.
– Ese hombre es peligroso. Tiene una reputación que deja a Casanova por los suelos.
– Qué suerte tienes -suspiró Angela con dramatismo-. Mi Guy es muy aburrido.
– Lo aburrido es más seguro.
– Ahora, por eso… -Angela entró en el salón de Molly con sus zapatos de tacón y se dejó caer en una silla-…, por eso estoy aquí. Para evitar que estés aburrida. Volviendo a mi pregunta originaclass="underline" ¿no vas a pedírmelo, verdad?
– ¿El qué?
– Que vaya de acompañante.
– No.
– Vas a llevarte a Sam, ¿verdad?
– Verdad.
Angela respiró hondo.
– Bueno, he decidido perdonarte por no llevarme contigo. Aunque no sé por qué lo he hecho. Porque conmigo allí no tendrías tiempo ni de abrir la boca. Tardaría dos segundos en deslumbrar a ese hombre.
– Pero tú tienes a Guy. Tu novio, ¿recuerdas?
Angela sonrió.
– Así es. Tengo a Guy, y nobleza es mi segundo nombre…
– ¡Oh, por favor!
– No me interrumpas cuando trato de actuar con nobleza. He decidido ofrecerte mis servicios como niñera. Por Sam. Y por Lionel -sonrió-. ¿Qué te parece?
– Muy noble por tu parte -Molly hizo una mueca. Le dolía la mano, estaba muy cansada y tenía un montón de trabajo que terminar antes de irse a la cama. Y lo que le sugería su amiga era imposible-. Angela, gracias por tu oferta, pero sabes que no puedo dejar a Sam.
– Conmigo estará bien.
– Se comportará de manera estoica. Siempre se comporta así, y me rompe el corazón.
– Comparte su cuidado. Yo también quiero al chico, ¿sabes?
– Ya lo sé -Angela tenía un gran corazón-. Pero, Angie, solo le queda un pequeño hueco en su corazón para querer a alguien, y es para mí. Y es solo porque me parezco a su madre.
– ¿Y eso dónde te coloca?
– Aquí. Junto a él. Donde yo quiero estar.
– ¿Y qué vas a hacer ahora?
– Irme a la cama -era mentira. Molly tenía que llamar a Hannah Copeland para obtener los detalles de la finca, leer todo lo posible sobre el lugar y preparar el Artículo Treinta y dos. Pero si se lo contaba a Angela, ella lo dejaría todo para ayudarla.
– Solo son las nueve.
– Estoy herida.
– No tan herida. Ven a la fiesta.
– ¿Y dejar a Sam? No tengo elección, Angie, así que déjalo.
Angela miró a su amiga.
– Es tan injusto.
– La vida no es justa.
– Debería serlo. ¿Estás segura de que no cambiarás de opinión acerca de ir sola? ¿Deja a Sam conmigo solo por esta vez?
– Estoy segura.
– Entonces, el domingo por la noche vendré a que me lo cuentes todo. Sin olvidarte de nada.
– Tú y Trevor, los dos. Él ya me ha pedido que le haga un informe el domingo por la noche.
– Lo harás -Angela dudó un instante-. Sabes… -le cambió la cara y Molly supo lo que iba a decir. No conseguiría nada con ello.
– Angela, no.
– ¿No qué?
– No trates de solucionar los problemas del mundo -Molly empujó a su amiga hacia la puerta-. Vamos, vuelve con Guy.
– Al menos cuéntame lo que vas a ponerte mañana -dijo Angela mientras la empujaban hacia el recibidor.
– Ropa aburrida. De negocios. Un traje negro con blusa blanca.
Angela se detuvo al oír sus palabras.
– ¿No irás a vestir de manera aburrida para Jackson Baird?
– No. Voy a vestir así por mí.
– Es la oportunidad de tu vida.
– ¿Para que me seduzcan? No creo.
– Molly, hay tipos y tipos de seducción. Cielos, si Jackson Baird quisiera poner sus botas bajo mi cama… -Angela se rió-. Y en serio, Molly -se volvió para mirar a su amiga-, cuando os he visto mirando a la rana…
Molly sonrió al recordar la escena.
– Muy romántico, ¿verdad?
– Lo era -dijo Angela-. Parecías la futura señora de Jackson Baird.
– Oh, sí. En tus sueños.
– Bueno, ¿y por qué no? Es soltero. Y tú eres soltera. El es rico. Es todo lo que se necesita para el matrimonio.
– Angie, ¡vete!
– Solo si me prometes que no te pondrás el traje de negocios.
– Quizá debería ponerme vaqueros.
– ¿Y tú qué sugieres?
– Algo cómodo. Y ceñido -se rió de nuevo y miró el vestido que llevaba puesto-. Algo como esto.
– Claro. Y adornado con plumas de avestruz. Para mostrarle la granja a un hombre y cuidar de un niño de ocho años.
– Y para casarte con un millonario -añadió Angela-. O multimillonario. Piénsatelo bien.
– Buenas noches, Angela -dijo Molly, y la empujó a la calle antes de que pudiera decir otra palabra más.
Jackson no sabía quién esperaba que fuera el acompañante de Molly pero, desde luego, se sorprendió al verla con aquel niño de gafas que tenía a su lado.
«Está preciosa», pensó al verla acercarse. No encontraba otra palabra para describirla. Era alta y atractiva. Las curvas de su cuerpo eran sensuales y la melena de rizos oscuros le llegaba hasta los hombros.
El día anterior llevaba puesto un traje de chaqueta negro. Ese día, iba en vaqueros y con una blusa blanca abrochada hasta el cuello. Tenía un aspecto fresco, y cuando se aproximó a Jackson y le sonrió, este tardó más de cinco segundos en poder contestarle.