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– Estoy seguro de ello -dijo él con frialdad, pero impresionado. Ella había hecho sus deberes.

– No hay ninguna otra propiedad como esta en el mercado australiano -le dijo ella-. No sé para qué quiere este Sitio… pero sea para lo que sea, estoy segura de que Birranginbil cubrirá sus necesidades.

– ¿Birranginbil?

– ¿No sabe que Birranginbil es el nombre de la granja? -sonrió ella-. Ahora, pregúnteme por qué no lo he puesto en letras grandes al principio de la presentación que le he entregado.

Él la miró pensativo, Parecía que tenía mucha seguridad en sí misma y, de pronto, se le ocurrió que Molly estaba haciendo algo que le encantaba. A pesar de que Trevor fuera espantoso, la mujer que trabajaba con él era una auténtica profesional.

Jackson sonrió y se unió al juego.

– Bueno, dígame lo que significa.

– Lugar de sanguijuelas -se rió al ver la expresión de su rostro, y la de Sam-. ¡No me diga que tiene miedo de unas pocas sanguijuelas! -ella rebuscó en su bolso y sacó una pequeña lata-. Hay que ir preparado. Eso es lo que nos enseñaron en la escuela de venta inmobiliaria. Sal. Si hay sanguijuelas, con esto estoy preparada para enfrentarme a ellas.

– ¡Guau! -él estaba cada vez más impresionado. ¡Era muy buena vendedora!

– ¿De verdad que hay sanguijuelas? -preguntó Sam con voz temblorosa y Molly lo abrazó.

– Sí, pero solo en lo profundo del pantano. Los estuarios de alrededor de la playa están limpios, y los embalses que hay cerca de la casa son perfectos para nadar.

– ¿Y para las ranas? -preguntó Jackson, y Molly arqueó las cejas. Ella sonrió, agradecida de que él tratara de que Sam se sintiera incluido.

– Estoy segura de que para las ranas es un buen lugar.

– ¿Podemos enseñárselo a Lionel? -Sam se interesó enseguida.

– Sí -ella dejó de mirar a Jackson y él sintió una pizca de… No estaba seguro. ¿Resentimiento? ¿Celos? Seguramente no. Pensaba que había hablado de las ranas para que Sam sonriera, pero, de pronto, se había dado cuenta de que lo había hecho para que Molly sonriera. Era una extraña manera de llamar la atención de una mujer… pero la atención de una mujer no era algo que a Jackson le resultara difícil conseguir.

Y Molly le había dado la espalda. Molly solo le estaba mostrando su lado profesional, mientras que su lado personal lo reservaba exclusivamente para Sam. Parecía bastante justo. Sam la necesitaba y Jackson no.

Entonces, ¿por qué sentía ese resentimiento?

– Le pediremos al encargado de la granja que lleve al señor Baird a dar un paseo para ver el lugar. Mientras tanto, nosotros buscaremos dónde viven las ranas -le dijo Molly a Sam, y el sentimiento irracional que Jackson estaba experimentando, se agudizó. Después de todo, Molly era la agente inmobiliaria, era su trabajo mostrarle el lugar al cliente…

Jackson decidió que intentaría que así fuera. Y de pronto, sintió que lo importante no era ver la granja, sino verla con Molly.

Capítulo 3

Quedaron con el piloto del helicóptero para que los recogiera al día siguiente, y en cuanto el aparato despegó, apareció una pareja de ancianos. Al ver a Jackson, a Molly y a Sam, sus rostros se iluminaron.

– Una familia -dijo la mujer, y agarró el brazo de su compañero- Ves, Gregor, ¿qué te dije? ¡Una familia!

– No somos una familia -dijo Molly, y Jackson experimentó un sentimiento irracional de decepción. Aunque fuera un malentendido, lo había hecho sentir bien durante un instante.

Pero, por supuesto, Molly tenía razón. Si él estaba interesado en comprar esa propiedad tenía que hacer bien las cosas desde el principio.

– La señora Farr es el agente inmobiliario de la señora Copeland -les dijo-. Yo soy Jackson Baird, el posible comprador -sonrió a Sam, que estaba semiescondido detrás de Molly-. Y este es Sam, el sobrino de Molly. Él y su rana, Lionel, han venido a acompañarnos.

La mujer mayor respiró hondo y dijo:

– Aunque no sean una familia, estamos encantados de conocerlos. Soy Doreen Gray, el ama de llaves de la señora Copeland, y este es mi marido, Gregor. Vamos. Prepararé una taza de té y así nos conoceremos mejor.

Y eso marcó el ritmo del fin de semana. Doreen y Gregor no tenían concepto de la formalidad. Trataron a Jackson, Molly y Sam como si fueran invitados muy especiales. Incluso podrían haber sido familiares suyos por cómo los recibieron.

– ¿No ven a mucha gente, verdad? -preguntó Molly, y se sirvió el tercer pastelito.

– No, cariño, no vemos a mucha gente -le dijo Doreen-. Ha pasado mucho tiempo desde que los Copeland invitaban a las familias importantes de Australia a quedarse aquí. Tenemos diecinueve dormitorios, ¿puede creerlo? Y los teníamos todos llenos. Pero el señor y la señora Copeland fallecieron hace casi treinta años y la señorita Copelaud nunca fue muy sociable. Se mudó a Sidney hace diez años y este lugar ha estado casi abandonado.

– ¿Se ha venido abajo? -Jackson preguntó frunciendo el ceño, pero Doreen se puso muy seria y le ofreció otro pastel.

– Por supuesto que no. La señorita Copeland no lo permitiría. Tenemos más de tres mil cabezas de ganado. Hay más de una docena de hombres trabajando. Y una vez al mes viene una chica de la ciudad a limpiar la casa de arriba abajo. Si mañana mismo quisiera llenar todas la habitaciones, no encontraría nada a faltar.

– Estoy seguro de que no -contestó Jackson mirando a su alrededor. La cocina era grande y acogedora, con un gran fogón de leña que ocupaba toda la pared. Estaba reluciente. «A Cara le gustaría esta cocina», pensó. «No, no le gustaría», corrigió. ¿En qué estaba pensando? Cara no pondría un pie en la cocina a menos que la obligaran.

Pero le encantaría el resto del lugar. La casa era fabulosa. Las paredes de piedra estaban rodeadas por una amplia galería que ocupaba todo el perímetro de la casa. Todas las habitaciones tenían grandes ventanas. Y todo el lugar, tenía un atractivo especial.

Miró a Molly y vio que ella lo estaba mirando. Enseguida supo que estaba en clave de negocios.

– Es un lugar fantástico ¿verdad? Sabe, es la primera persona a quien se lo enseñamos.

– Lo sé.

– Y no será la última -se volvió hacia la señora Gray y sonrió-. Espero que haga estos pasteles cada vez que traiga a un posible comprador. Están deliciosos.

Era una manera delicada de decir que Jackson era el primero de la lista pero que había otras personas que estarían interesadas si él no compraba. Él sonrió.

– Pero tengo la primera opción de compra, ¿no?

– Creo que tiene la primera opción hasta el lunes.

– Muy generosa.

– Tratamos de complacer a nuestros clientes -ella le sonrió. Él se quedó mirándola. Era encantadora. Inteligente. Organizada. Guapa… Se fijó en el dedo anular de su mano izquierda, por si acaso, y al descubrir que estaba vacío, Sintió un enorme placer-. Al señor Jackson le gustaría ver la granja -le dijo a Gregor-, ¿Podría mostrársela?

– Oh, querida… -el granjero se puso serio,

– ¿Hay algún problema?

– No puedo acompañarle -dijo Gregor-. Mis piernas ya no pueden conmigo.

– No me refería a ir caminando. Imagino que habrá algún vehículo,

– El Jeep lo están utilizando. Si hubiéramos sabido que venían… Pero la señorita Copeland nos llamó anoche para decirnos que estaban de camino.

– Hay una bicicleta -dijo Doreen-. Pero solo puede ir uno. También están los caballos, pero la cadera de Gregor no lo soportaría.

Molly se percató de que les dolía admitir que estaban haciéndose mayores y que necesitaban ayuda. Gregor tenía cara de angustia,

– Puedo ir yo solo -dijo Jackson con amabilidad-. La señorita Farr… -miró a Molly de reojo y decidió dejarse de formalidades. Molly me ha proporcionado unos mapas estupendos, y si tienen un caballo, puedo montarlo.