En nuestro monitor aparecieron números y letras, y Jimmy se puso a repetirlos en nuestro teclado.
– Magnífico -dijo David-. ¿Puede hacer lo mismo con su contraseña de COSMOS? No me diga cuál es. Basta con que la introduzca. Ya.
– Fantástico -dijo Jimmy cuando el número apareció en nuestro monitor. Lo tecleó.
– Eso debería ser todo -dijo David a su interlocutor-. No creo que tenga problemas en adelante.
Cortó la conexión y dio un suspiro.
– No creo que nosotros tengamos ningún problema tampoco. «No me diga el número, basta con teclearlo. No me lo digas a mí, querido, basta con que se lo digas a mi ordenador.»
– Es la leche -dijo Jimmy.
– ¿Estamos dentro?
– Estamos dentro.
– ¡Bien!
– Matt, ¿cuál es tu teléfono?
– No me llames -bromeé-. No estoy en casa.
– No quiero llamarte. Quiero verificar tu línea. ¿Cuál es el número? No importa, no me lo digas, a ver si acierto. «Scudder, Matthew.» Calle 57 Oeste, ¿vale? ¿Te suena de algo?
Miré el monitor.
– Ése es mi número -dije.
– ¡Ajá! ¿Estás contento? ¿Quieres que te lo cambie, que te dé uno más fácil de recordar?
– Si llamas a la compañía telefónica para que te cambien el número -terció David- tardan alrededor de una semana en pasarlo por los canales. Pero nosotros podemos hacerlo en el acto.
– Creo que conservaré el número que tengo.
– Como quieras. ¡Ajá! Tienes un servicio bastante básico, ¿no? Ni transferencia de llamadas ni esperas. Estás en un hotel, tienes detrás de ti la centralita, así que no necesitas las llamadas de espera, pero tendrías que tener transferencia de llamadas. Supón que te quedas en casa de alguien. Te podrías hacer pasar las llamadas allí automáticamente.
– No sé si valdría la pena.
– No cuesta nada.
– Creía que tenía un coste mensual.
Sonrió y sus dedos se movieron con agilidad sobre el teclado.
– Sin cargo para ti, porque tenemos amigos influyentes. Desde este momento tienes transferencia de llamadas, con saludos de los Kong. Ahora estamos en COSMOS, que es el sistema específico que invadimos, así que es aquí donde voy a introducir los cambios de tu cuenta. El sistema que calcula tu facturación no se enterará del cambio, así que no te costará nada.
– Como quieras.
– Veo que utilizas los servicios de AT &T para las conferencias. No elegiste Sprint o MCI.
– No. No calculé que ahorraría tanto.
– Bueno, te voy a dar Sprint. Te ahorrarás una fortuna.
– ¿En serio?
– Desde luego, porque NYNEX derivará las conferencias a Sprint, pero Sprint no lo sabrá.
– Así que no te lo cobrarán -apostilló David.
– Pero…
– Confía en mí.
– ¡Oh, no dudo de lo que dices! Sólo que no sé lo que siento al respecto. Es un robo de servicios.
Jimmy me miró.
– Estamos hablando de la compañía telefónica -dijo.
– Ya me doy cuenta.
– ¿Te parece que lo van a notar?
– No, pero…
– Matt, cuando haces una llamada desde un teléfono público y se efectúa la conexión, pero el aparato te devuelve la moneda, ¿qué haces? ¿Te la guardas o la vuelves a meter en la ranura?
– ¿O se la mandas a la compañía en sellos de correos? -sugirió David.
– Ya entiendo lo que quieres decir.
– Porque todos sabemos lo que ocurre cuando el teléfono se traga tu moneda y no se efectúa la conexión. Admítelo, ninguno de nosotros estamos fuera del juego cuando tratamos con la compañía telefónica.
– Me lo imagino.
– Así que tienes conferencias y transferencia de llamadas gratuitas. Hay un código que tienes que meter en el ordenador para transferir tus llamadas, pero llámalos y diles que perdiste el papel, y te lo explicarán. No es nada. TJ, ¿cuál es tu número de teléfono?
– No tengo.
– Bueno, tu teléfono público predilecto.
– ¿Predilecto? No sé. De todos modos no sé el número de ninguno.
– Bueno. Elige uno y dame la situación.
– Hay un grupo de tres en Port Authority, que utilizo a veces.
– No sirve. Hay demasiados teléfonos allí. Es imposible saber si estamos hablando del mismo. ¿Qué tal uno en alguna esquina?
Se encogió de hombros.
– Digamos Octava con la 43.
– ¿Norte o centro?
– Norte, en la parte este de la calle.
– Bien, veamos… Ya lo tengo. ¿Quieres anotar el número?
– Cámbialo.
– Buena idea. Que sea uno fácil de recordar. ¿Qué tal TJ-5-4321?
– ¿Mi propio número? Me gusta.
– Veamos si está disponible. No, lo tiene ya alguien. Vamos en la otra dirección. TJ-5-6789. Ningún problema, es todo tuyo.
– ¿Podéis hacerlo así por las buenas? -pregunté-. Los prefijos de tres números, ¿no corresponden a distintas zonas?
– Antes, sí. Y todavía hay centrales, pero eso funciona para determinado número de la línea, y no tiene nada que ver con lo que marcas. Mira, el número que marcas, como el que le acabo de asignar a TJ, es lo mismo que el código que empleas para sacar dinero de un cajero automático. En realidad, no es más que un código de reconocimiento.
– Bueno, es un código de acceso -comentó David-. Pero accede a la línea y eso es lo que vehicula la llamada.
– Bien, arreglemos tu teléfono, TJ. Es un teléfono de monedas, ¿verdad?
– Verdad.
– Mentira. Era un teléfono de monedas. Ahora es un teléfono gratuito.
– ¿Así y ya está?
– Así y ya está. Algún idiota informará a la compañía, seguramente dentro de un par de semanas, pero hasta entonces puedes ahorrarte algunas monedas. ¿Recuerdas cuando jugábamos a Robin Hood?
– Era muy divertido -replicó David-. Estábamos en el World Trade Center una noche haciendo llamadas desde un teléfono público y, como es lógico, lo primero que hicimos fue convertirlo, hacerlo gratuito…
– … porque de lo contrario habríamos estado metiendo monedas toda la noche, lo cual es ridículo…
– …y Hong dice que los teléfonos públicos deberían ser gratuitos para todos, lo mismo que el metro. Tendrían que eliminar los torniquetes…
– …o hacerlos girar con señal o sin ella, lo que se podría hacer si estuvieran informatizados, pero son mecánicos…
– …lo cual es muy primitivo, cuando uno se para a pensarlo…
– … pero con los teléfonos públicos ya estamos en condiciones de hacer algo, porque parece que en dos horas…
– … más bien en hora y media…
– … íbamos dando brincos por COSMOS, o quizá fuera M1ZAK…
– … no, era COSMOS…
– … y ahora estamos cambiando un teléfono tras otro, liberándolos, poniéndolos en libertad…
– …y Hong se lo toma en serio, «El poder para el pueblo» y todo eso…
– … y no sé cuántos teléfonos habremos transformado cuando terminemos… -Levantó la mirada-. ¿Sabes una cosa? A veces comprendo por qué NYNEX quiere clavar nuestro pellejo en la pared. Bien mirado, somos un gran dolor de cabeza para ellos.
– ¿De veras?
– Pues claro, hay que entender su punto de vista, eso es todo.
– No, no hay que hacerlo -dijo David King-. Lo último que hay que hacer es comprender su punto de vista. Sería tan inteligente como jugar con un comecocos y sentir lástima por los malditos fantasmas azules.
Jimmy Hong discutió la cuestión con argumentos irrebatibles. Mientras desmenuzaban el tema, yo abrí otra Coca-Cola. Cuando volví al lugar de la acción, Jimmy dijo: