"No", dije interrumpiéndola, "lo haré. No tengo mucho para hacer de todos modos".
Entonces lo que hice comenzó el miércoles, aún cuando yo tuviera que estudiar para mis exámenes, aún con aquel uso que tiene que ser terminado. Jamie me había dado una lista de cada lugar donde ella había colocado los recipientes, y tomé prestado el coche de mi mamá y comencé en el otro extremo de la ciudad al día siguiente. Ella había puesto aproximadamente sesenta latas en total, y calculé que me tomaría sólo un día para recoger todos. Comparado a ponerlos, sería pan comido. Eso había tomado a Jamie casi seis semanas porque ella primero tuvo que encontrar sesenta latas y botes vacíos y luego ella podría poner tan sólo dos o tres en un día ya que no tenía un coche y no podía llevar tantos a la vez. Cuando comencé, me sentía más bien gracioso sobre ser quien recogía las latas y los botes, siendo que era el proyecto de Jamie, pero me recordé a mí mismo que Jamie me había pedido que le ayudara.
Fui por todos los negocios, recogiendo las latas y botes, y antes del final del primer día comprendí que eso iba a tomar un poco más de lo que yo había pensado.
Había recogido solamente unos veinte recipientes mas o menos, porque había olvidado una verdad de la vida simple en Beaufort. En un pueblo pequeño como este, era más que imposible entrar y agarrar la lata sin charlar con el propietario o saludar a otra persona a quien uno podría reconocer. Ese era el hecho. Por eso me sentaría allí mientras algún tipo estaría hablando del pez que había atrapado el otoño pasado, o me preguntarían cómo me iba en la escuela y mencionan que necesitaban una mano descargando algunas cajas en la parte de atrás, o tal vez querían mi opinión sobre si debían cambiar de lugar el estante de las revistas a o alguna otra cosa de la tienda. Jamie habría sido buena en eso, lo supe, y traté de actuar como ella lo hubiera hecho. Era su proyecto después de todo.
Para mantener las cosas en movimiento, no tardaba mucho tiempo en las tiendas. Al final del primer día todo el cambio estaba empaquetado en dos botes grandes, y los llevé hasta mi habitación. Miré algunas facturas – no demasiado – pero yo no estaba en realidad nervioso sino hasta que vacié el contenido en mi piso y vi que el cambio consistía principalmente en peniques. Aunque no había muchas tuercas o clips como había pensado que podría haber, todavía no estaba desalentado hasta que conté el dinero. Había $20.32. Incluso en 1958 eso no era mucho dinero, especialmente cuando los dividía entre treinta niños.
No me desalenté, sin embargo. Pensando que era un error, salí el día siguiente, acomodé unas docenas de cajas, y charlé con otros veinte propietarios mientras juntaba latas y botes. El resultado: $23.89.
El tercer día fue aún peor. Después de contar todo el dinero, incluso yo no podía creerlo. Había solamente $11.52. Ésas eran de tiendas de la costa, donde los turistas y los adolescentes como yo pasaban el rato. No podía creerlo, realmente dejaba en que pensar.
Ver lo poco que había sido juntado en total – $55.73 – me hizo sentir horrible, considerando que los botes habían estado ahí por casi todo un año y que yo mismo los había visto en incontables ocasiones. Esa noche se suponía que vería a Jamie y le diría la cantidad que había, pero no podía hacerlo. Me había dicho que quería algo muy especial ese año, y eso no era tanto como para hacerlo – incluso yo sabía eso. En vez de eso le mentí y le dije que yo no iba a contar el total y que lo podíamos hacer juntos, porque era su idea, no la mía. Era demasiado deprimente. Prometí llevar el dinero la tarde siguiente, después de que la escuela terminara. El día siguiente era 21 de diciembre, el día más breve del año. La Navidad estaba solamente a cuatro días de distancia.
"Landon", me dijo después de contarlo", ¡esto es un milagro!".
"¿Cuánto hay?" Pregunté. Supe exactamente cuánto había.
"¡Casi hay doscientos cuarenta y siete dólares aquí!". Era completamente feliz cuando me miró. Debido a que Hegbert estaba en casa, yo estaba sentado en la sala, y eso es donde Jamie había contado el dinero. Fue apilado en pequeñas torres ordenadas por todo el piso, casi todas eran monedas de veinticinco y de diez centavos. Hegbert estaba en la mesa de la cocina, escribiendo su sermón, e incluso él giró su cabeza cuando escuchó el sonido de su voz.
"¿Piensas que eso es suficiente?" Pregunté inocentemente.
Lágrimas pequeñas estaban corriendo por sus mejillas cuando miró la habitación, todavía no creyendo en lo que estaba viendo justo en frente de ella. Incluso después de la obra, no había sido tan feliz. Me miró.
"Es… realmente maravilloso", dijo, sonriendo. Había más emoción de la que alguna vez había escuchado en su voz antes. "El año pasado, solamente junté setenta dólares".
"Me alegro que resultó mejor este año", dije a través del grumo que se había formado en mi garganta. "Si no hubieras puesto esos botes tan temprano en el año, no podrías haber recolectado tanto".
Sé que estaba mintiendo, pero no me preocupaba. Por una vez, hice lo mejor que pude haber hecho.
No ayudé a Jamie escoger los juguetes – pensaba que ella sabría mejor lo que los niños querrían – de todos modos insistió en que fuera con ella al orfanato en la Nochebuena con el propósito de que pudiera estar ahí cuando los niños abrieran sus obsequios.
"Por favor, Landon", había dicho, y con ella tan emocionada y todo, sólo no tenía el corazón para desairarla.
Así que tres días después mientras que mis padres estaban en una fiesta en la casa del Alcalde, me vestí con una chaqueta y mi mejor corbata y caminé al auto con el regalo de Jamie bajo de mi brazo. Había gastado mis últimos dólares en un suéter bonito porque eso era lo único que se me ocurrió darle. No era exactamente la persona más imaginativa para las compras.
Se suponía que estaría en el orfanato a las siete, pero el puente estaba levantado en el puerto de Morread City, y tuve que esperar hasta que un barco de carga pasara despacio a través del canal. Por consiguiente, llegué algunos minutos tarde. La puerta principal ya estaba cerrada con llave a esas alturas, y tuve que tocar hasta que el Sr. Jenkins me escuchó definitivamente. Él buscó su juego de llaves hasta que lo encontró, y un momento después abrió la puerta. Entré, frotando mis brazos para ahuyentar el frío.
"Ah… Ya estás aquí", dijo con felicidad. "Te hemos estado esperando. Vamos, te llevaré a donde todos están".
Me llevó al salón de recreo, al mismo lugar en que había estado antes. Pausé por sólo un momento para exhalar profundamente antes de entrar definitivamente.
Era incluso mejor de lo que había imaginado.
En el centro de la habitación vi un árbol gigante, decorado con espuma y luces y cientos de arreglos hechos a mano. Debajo del árbol, por todos lados había obsequios envueltos de todos tamaños y formas. Los niños estaban en un semicírculo grande sobre el piso y sentados juntos. Estaban vestidos con sus mejores ropas, – supuse – los niños llevaban pantalón azul marino y camisas blancas mientras que las niñas tenían sus faldas tipo marinera y sus blusas también blancas.
Se veía como si hubieran limpiado porque habría un evento grande allí, y la mayoría de los niños tenían nuevo corte de pelo.
Sobre la mesa al lado de la puerta, había un tazón de galletas, con forma de árboles de navidad y salpicadas con azúcar verde. Podía ver a algunos adultos sentados con los niños; algunos de los niños más pequeños estaban sentados sobre las piernas de los adultos, sus caras embelesadas poniendo atención como si escucharan alguna gran historia sobre la noche de Navidad.
No vi a Jamie, sin embargo, por lo menos no en ese momento. Fue su voz la que reconocí primero. Era la única que leía una historia, y por fin la ubique. Estaba sentada en el piso en frente del árbol con sus piernas dobladas debajo de ella.