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Para mi sorpresa, vi que esa noche su pelo se soltaba con holgura, justo como lo tenía la noche de la obra. En lugar del suéter marrón viejo que había visto tantas veces, llevaba uno de cuello en V color rojo que de algún modo acentuaba el color de sus ojos azul cielo. Incluso sin el centellear en su pelo o un vestido blanco y largo ondeando, la visión de ella era arrebatadora. Sin notarlo siquiera, había estado conteniendo la respiración, y podía ver al Sr. Jenkins sonreír mirándome de reojo. Exhalé y sonreí, tratando de recuperar el control.

Jamie pausó solamente una vez para mirar. Me veía estar en la entrada, volvió entonces a leer a los niños. Le tardó otro minuto o más el terminar, y cuando lo hizo, se puso de pie y alisó su falda, caminó alrededor de los niños para abrirse paso hacia mí. No sabiendo dónde quería que fuera, me quedé donde estaba.

Para aquel entonces el Sr. Jenkins ya se habían escabullido.

"Siento que hayamos empezado sin ti", dijo cuándo me habló por fin, "pero los niños estaban tan emocionados".

"Está bien", dije, sonriendo, pensando en lo linda que se veía.

"Estoy tan feliz de que pudieras venir".

"Pues aquí estoy".

Jamie sonrío y extendió su mano hacia la mía. "Ven conmigo", dijo. "Dame una mano con los obsequios".

Pasamos la siguiente hora haciendo solo eso, y miramos cuando los niños los abrieron uno por uno. Jamie había ido de compras por todo el pueblo, recogiendo algunas cosas para cada niño, obsequios individuales que nunca habían recibido antes. Los obsequios que Jamie compró no eran los únicos que los niños recibieron, sin embargo – tanto el orfanato como las personas que trabajaban allí habían comprado algunas cosas también. Cuando tiraban el papel alrededor de la habitación era toda una locura, habían gritos de deleite por todos lados. A mí, al menos, me pareció ver que todos los niños habían recibido más de lo que esperaban, y se dedicaban a agradecerle a Jamie una y otra vez.

Cuando por fin todos los obsequios de todos los niños fueron abiertos, la atmósfera empezó a calmarse. La habitación fue ordenada por el Sr. Jenkins y una mujer a quien no conocía, y algunos de los niños más pequeños estaban empezando a quedarse dormidos debajo del árbol. Algunos de los más grandes ya se habían ido a sus habitaciones con sus obsequios, y habían apagado las luces. Las luces del árbol hicieron una sensación etérea con el tocadiscos que había sido puesto en la esquina y que en ese momento hacía sonar la canción de "Noche de Paz". Todavía estaba sentado sobre el piso junto a Jamie, que estaba abrazando a una niña que se había quedado dormida en su regazo. Debido a toda la conmoción, no habíamos tenido una oportunidad de hablar realmente, algo que no nos había importado mucho. Estábamos mirando fijamente las luces del árbol, y me preguntaba qué estaba pensando Jamie. A decir verdad, no lo sabía, pero tenía una expresión tierna sobre ella. Pensé – no, la conocía tanto – que ella estuvo contenta por como todo había salido, y en el fondo, yo también. Ya hasta este punto esa era la mejor Nochebuena que yo alguna hubiera pasado.

Le eché un vistazo. Con las luces sobre su cara, se veía tan bonita como nunca antes la había visto.

"Compré algo para ti", dije al fin. "Un obsequio, quiero decir". Hablé despacio así que no despertaría a la pequeña, y esperé que no se notara el nerviosismo en mi voz. Dejó de ver el árbol para mirar hacia mí, sonriendo sin hacer ruido. "No tenías que hacer eso". Manteniendo su voz baja también, y parecía casi musical.

"Lo sé", dije. "Pero quería hacerlo". Había guardado el obsequio en otro lado, y lo busqué para dárselo, le di el obsequio envuelto lindamente.

"¿Podrías abrirlo para mí? Mis manos están un poco ocupadas ahora mismo". Miró a la pequeña niña, y luego a mí.

"No tienes que abrirlo ahora, si no quieres" Dije, encogiendo los hombros, "no es problema".

"No seas absurdo", dijo. "Solamente lo abriría en frente de ti".

Para aclarar mi mente, miré el obsequio y empecé a abrirlo, empezando con la cinta con el propósito de no hacer mucho ruido, abriendo el papel hasta que se viera la caja. Después de terminar, levanté la tapa y jalé el suéter, sujetándolo para mostrárselo. Era marrón, igual al que generalmente usaba.

Pero pensé que podía usar uno nuevo.

Comparado con el placer que había visto antes no esperaba una gran reacción de su parte.

"¿Lo ves?, eso es todo. Te dije que no era mucho", dije. Esperé que no estuviera desilusionada por eso.

"Es hermoso, Landon", dijo seriamente. "Me lo pondré la próxima vez que te vea. Gracias."

Nos sentamos silenciosamente por un momento, y otra vez empecé a mirar las luces.

"También te traje algo, a ti", murmuro Jamie. Miró hacia el árbol, y mis ojos persiguieron su mirada fija. Su obsequio todavía estaba debajo del árbol, parcialmente escondido, y lo busqué para tomarlo. Era rectangular, flexible, y un poco pesado. Lo traje hacia mí y lo sujeté sin tratar de abrirlo siquiera. "Ábrelo", dijo, mirándome.

"No puedes darme esto", dije jadeando. Ya sabía qué estaba dentro, y no pude creer lo qué había hecho. Mis manos empezaron a temblar. "Por favor", me dijo con la voz más amable que alguna vez había escuchado, "ábrelo. Quiero que lo tengas".

Forzosamente abrí el paquete despacio. Cuando estaba definitivamente libre del papel, lo sujeté suavemente, con miedo de dañarlo. Lo miré fijamente, me fasciné, y despacio pasé mi mano por encima, pasando mis dedos por encima – de pronto las lágrimas llenaron mis ojos. Jamie extendió la mano y la apoyó en la mía. Estaban tibias y blandas.

Le eché un vistazo, no sabiendo qué decir. Jamie me había dado su Biblia. "Gracias por hacer lo que hiciste", me dijo con voz muy baja. "Fue la mejor Navidad que alguna vez he tenido".

Me volteé sin responder y extendí la mano hasta donde había dejado mi copa de ponche. El coro de "Noche de Paz" todavía estaba sonando, y la música llenó la habitación. Tomé un sorbo del ponche, pues trataba de aliviar la resequedad repentina en mi garganta. Cuando bebí, todas las veces que había estado con Jamie estaban inundando mi mente. Pensé en el baile de bienvenida y lo que había hecho por mí esa noche. Pensé en la obra dramática y qué angelical se veía ese día. Pensé en las veces en que la había acompañado a casa y cómo la había ayudado a recoger los botes y las latas llenas de los peniques para los huérfanos.

Cuando estas ideas estaban pasando por mi cabeza, mi respirar repentinamente se quedó quieto. Miré a Jamie, luego hacia el techo y después alrededor de la habitación, haciendo todo lo posible para guardar la serenidad, entonces de regreso a Jamie otra vez. Me sonrío y le sonreí y todo que podía hacer era preguntarme cómo es que me había enamorado de una niña como Jamie Sullivan.

Capítulo 10

Lleve a Jamie a su casa desde el orfanato más tarde esa noche. Al principio no estaba seguro si debía hacer el viejo movimiento del bostezo y poner mi brazo alrededor de su hombro, pero para ser sincero, no sabía exactamente que sentía ella por mí. Es cierto, me había dado el obsequio más estupendo que alguna vez había recibido, y aunque sabía que nunca lo abriría y nunca lo leería como ella lo hizo, sabía que era como si ella me hubiera dado una parte de sí misma. Pero Jamie era el tipo de persona que donaría un riñón a un desconocido a quien vio pasar por la calle, si lo necesitara realmente. Así que no estaba muy seguro de hacer eso.

Jamie me había dicho una vez que no era una tonta, y supongo que llegué a la conclusión de que definitivamente no lo era. Ella tal vez era… pues, diferente… Pero creo que ella se imaginaba lo que yo había hecho por los huérfanos, y miraba hacia atrás, y pienso que lo sabía incluso desde que estábamos sentados sobre el piso de su sala. Cuando lo había llamado un milagro, supongo que estaba hablando de mí específicamente.