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Jamie Sullivan era un estudiante del último año en la escuela preparatoria, justo igual que yo, y ya había sido elegida para que hacer el papel del ángel, nadie más podría tener la oportunidad de hacer ese papel. Eso, por supuesto, fue el extra especial de la obra de ese año. Iba a ser algo importante, puede que el más importante por lo menos en la mente de la señorita Garber. Ella era la profesora de drama, y ya estaba encendida con las posibilidades la primera vez que la conocí en la clase.

Ahora, yo no había planeado tomar parte del drama ese año realmente, yo realmente no lo había planeado, pero era eso o Química II. La cosa fue, que yo pensaba que sería una tormenta la clase, especialmente cuando la compare con mi otra alternativa. Ningún trabajo, ningún examen, ninguna tabla para memorizar protones y neutrones y combinar elementos en sus fórmulas correctas… ¿Qué podía ser mejor para un estudiante de último año de bachillerato? Parecía una realidad, y cuándo firmé para eso, pensaba que podría dormir la mayor parte de la clase, lo cuál, teniendo en cuenta mi trasnochada para comer cacahuates, sería bastante importante para mí.

En el primer día de la clase fui uno de los últimos en llegar, entrando sólo unos segundos antes de que la campana sonara, y tomé asiento en la parte trasera del salón. La señorita Garber estaba de espaldas hacia la clase, y comenzó a escribir su nombre con grandes letras en manuscrito, como si no supiéramos quién era. Todos la conocían – era imposible no hacerlo. Ella era grande, medía al menos 1.90 mts., con cabello rojo encendido y pálida piel que mostraba bien sus pecas a sus cuarenta años. Tenía algo de sobrepeso y tenía como gran costumbre blusas con estampados de flores de esas tipo hawaianas. Tenía un tono de voz grueso y unos grandes anteojos, y ella daba la bienvenida a cada uno con un “Holaaaaaaa” y siempre cantaba la última sílaba. La señorita Garber era única en su tipo, eso es seguro, y estaba sola, lo cuál lograba hacerla incluso peor. Un tipo, no importando que tan viejo, no podría más que sentir compasión por una mujer como ella.

Debajo de su nombre escribió los objetivos que quería lograr ese año. "La seguridad en sí mismo" era el número uno, seguido por "La conciencia de sí mismo" y tercero, "El auto compromiso". La señorita Garber era buena en las cosas de "Identidad", lo que la ponía muy por delante de la curva hasta donde la psicoterapia estaba interesada, aunque ella probablemente no lo comprendiera en ese momento. La señorita Garber era una pionera de ese campo en aquel tiempo. Tal vez tenía algo que ver con la manera en que miraba, tal vez sólo estaba tratando de sentirse mejor con ella misma.

Solo estoy divagando.

Fue hasta que la clase empezó que notaba algo anormal. Aunque Beaufort High School no era grande, sabía a ciencia cierta que era casi cincuenta y cincuenta de población entre hombres y mujeres, por eso es que estaba sorprendido cuando vi que esta clase era de al menos un noventa por ciento del sexo femenino. Había solamente otro hombre en la clase, lo cuál según mi idea era una buena cosa, y hubo un momento en el que me sentía contento y pensé "¡Mira el mundo allá afuera!, aquí voy" o ese tipo de sentimiento. Chicas, chicas, chicas… No podía pensar en otra cosa. Chicas y chicas y ningún examen a la vista. Está bien, ya que no era el tipo de chico que solo se la pasara pensando en esas cosas.

Así que la señorita Garber se para justo a la mitad del salón y nos dice a todos que Jamie Sullivan va a ser el ángel ese año, y la señorita Garber empezó a aplaudir a quien también era miembro de la iglesia, aplaudía demasiado y había muchas personas que pensaban que estaba yendo a la caza de Hegbert en una manera un tanto romántica. La primera vez que lo escuché, recuerdo que pensé que era una buena cosa y que eran demasiado viejos para tener niños, si alguna vez se quedaran juntos. Imagínenlo ¿un traslúcido con pecas? La sola idea nos dio estremecimiento a todos, pero por supuesto, nadie nunca dijo nada sobre eso, por lo menos no dentro de la distancia de vista de la señorita Garber y Hegbert. El chisme es una cosa, el chisme dañoso es otra totalmente distinta, e incluso en la escuela no éramos de ese tipo de chismes.

La señorita Garber siguió aplaudiendo, ella sola durante un tiempo, hasta que todos participamos finalmente, porque era obvio que eso era lo que quería. "Ponte de pie, Jamie", dijo. Así que Jamie se puso de pie y dio media vuelta, y la señorita Garber empezó a aplaudir incluso más rápido, como si estuviera en presencia de una estrella de cine auténtica.

Ahora Jamie Sullivan era una niña bonita. Realmente lo era. Beaufort era tan pequeño que tenía solamente una escuela primaria, así que habíamos ido a las mismas clases nuestras vidas enteras, y estaría mintiendo si dijera que nunca le hablé. Incluso, en el segundo grado, se había sentado en el asiento justo al lado de mí durante todo el año, y hasta habíamos tenido algunas conversaciones, pero no creo haber pasado mucho tiempo con ella en mis ratos libres, hasta entonces. A quién yo veía en la escuela era una cosa; a quién veía después de la escuela era algo totalmente diferente, y Jamie nunca había estado en mi calendario social. No es que Jaime fuera poco atractiva – no me malentiendan. No era horrorosa o algo así. Afortunadamente ella se parecía a su madre, según las fotografías que había visto, no estaba nada mal, especialmente considerando con quién terminó por casarse. Pero Jamie no era exactamente lo que yo consideraba atractiva, tampoco. A pesar de que era delgada, con pelo rubio miel y ojos azul cielo, era más bien por el tiempo en que la miraba… y por eso era que no la notaba tanto. Jamie no se preocupaba mucho por la apariencia exterior, porque siempre estaba buscando cosas como la "belleza interior", y supongo que ésa era parte de la razón de que se viera de la manera que lo hacía. Porque mientras más la conocía yo sabía un poco más, recordaba que había llevado siempre su pelo agarrado con una dona, casi de la misma manera que una solterona, sin una puntada de maquillaje sobre su cara. Unido a su clásico suéter marrón y una falda de tartán, que la hacía verse siempre como si fuera para una entrevista de trabajo en la biblioteca. Solíamos pensar que era sólo una fase y que eventualmente la superaría, pero nunca lo hizo. Incluso en nuestros primeros tres años de secundaria, no había cambiado en absoluto. Lo único que había cambiado era la talla de su ropa.

Pero no solo fue la manera en que Jamie se veía lo que la hizo diferente; también fue la manera en que actuó. Jamie no gastaba su tiempo pasando el rato en la cafetería de Cecil o yendo a las pijamadas con otras niñas, y yo sabía que nunca había tenido un novio en toda su vida. El viejo Hegbert probablemente habría tenido un ataque cardíaco si ella hubiera tenido uno. Pero incluso si por algún giro raro de los acontecimientos Hegbert lo hubiera permitido, eso todavía no le habría importado a ella. Jamie llevaba su Biblia a donde quiera que iba, y si su apariencia y Hegbert no mantenían a los muchachos alejados, la Biblia seguro que lo haría. Ahora, me gusta leer la Biblia, pero Jamie parecía disfrutarlo en una manera que era totalmente extraña para mí. No sólo fue a la escuela de Biblia en vacaciones cada agosto, además ella leía la Biblia durante el descanso para almorzar en la escuela. En mi mente eso no era normal, incluso aunque fuera la hija del Ministro. No importa lo que decían, leer las cartas de Paul a los Efesios era menos divertido que coquetear, si ustedes saben a lo que me refiero.

Pero Jamie no paró allí. Debido a toda la lectura de la Biblia, o tal vez debido a la influencia de Hegbert, Jamie creyó que era importante ayudar a otros, y ayudar a otros es exactamente lo que hizo. Sabía que se ofreció de voluntaria en el orfanato en Morread City, pero para ella simplemente no era suficiente. Ella era siempre responsable como recaudadora de fondos y otras cosas, y se la pasaba ayudando a los Boy Scouts o a las Princesas Indias, y supimos que cuando tenía catorce años, pasó parte de su verano pintando el exterior de la casa de un vecino de edad avanzada. Jamie era esa clase de chica que sacaría las malas hierbas en el jardín de alguien sin que se lo pidieran o que pararía el tráfico para ayudar a los niños pequeños a cruzar el camino. Ahorraría su dinero para comprar una nueva pelota de básquetbol para los huérfanos, o que dejaría caer el dinero en la canasta de la iglesia el domingo. Era, en otras palabras, la clase de niña que hizo que el resto de nosotros pareciéramos malos, y siempre que ella me echaba un vistazo, no podía sentir otra cosa que culpabilidad, aunque no había hecho nada indebido.