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Jamie pensó en mi respuesta antes de sonreír débilmente.

"Ya veo", dijo sin hacer mucho ruido. Esperé que ella añadiera otra cosa, pero no lo hizo, y llegué a otra conclusión repentina.

Jamie no podría haber tenido demasiada experiencia con chicos, pero a decir verdad, sabía muy bien como manejar las situaciones.

Durante los próximos dos días, por alguna razón, llevó su pelo con la dona otra vez.

En la víspera de año nuevo llevé a Jamie a la cena. Fue la primera cita legítima que habíamos tenido, y fuimos a un restaurante pequeño en la costa de Morread City, un lugar llamado Flauvin's. El Flauvin’s era esa clase de restaurante con manteles y velas y cinco diferentes piezas de vajilla de plata por asiento. Los camareros se vestían de negro y blanco, de la misma manera que los mayordomos, y cuando uno miraba las ventanas gigantes que cubrían la pared totalmente, se podía observar la luz de la luna reflejarse cambiando de lugar en el agua despacio.

Había un pianista y un cantante, también, no todas las noches o incluso los fines de semana, pero en días feriados cuando tocaban el sitio estaría lleno. Tuve que hacer reservaciones, y la primera vez dijeron que estaban llenos, pero tuvo que llamarlos mamá, y cuando me di cuenta, algo había pasado. Supongo que el propietario necesitaba un favor de mi padre o algo así, o tal vez sólo no querían hacerlo enfadar, sabiendo que mi abuelo todavía estaba vivo y todo.

Fue en realidad la idea de mi mamá la de sacar a Jamie a algún lugar especial. Hace un par de días, en uno de esos días en que Jamie llevaba su pelo con la dona, hablé con mi madre sobre las cosas por las que estaba pasando.

"Ella es todo en lo que pienso, mamá", confesé. "Quiero decir, sé que le gusto, pero no sé si lo siente de la misma forma que yo lo hago".

"¿Significa tanto para ti?" Preguntó.

"Sí", dije despacio.

"Bien, ¿qué has intentado hasta ahora?".

"¿Qué quieres decir mamá?".

Mi mamá sonrío. "Quiero decir que a las chicas jóvenes como Jamie, les gusta que las hagan sentirse especiales".

Pensé en eso por un momento, un poco confundido. ¿Eso no era lo que estaba tratando de hacer?

"Bueno, he estado yendo a su casa todos los días para visitarla", dije.

Mi mamá puso su mano sobre mi rodilla. Aunque no era una fenomenal ama de casa y me lo demostraba a veces, como dije antes era una dama realmente amable.

"Ir a su casa es una cosa bonita para hacer, pero no es la cosa más romántica que hay. Debe hacer algo que la dejará saber cómo te sientes realmente por ella".

Mi mamá me sugirió comprar un poco de perfume, y aunque sabía que Jamie sería feliz al recibirlo, no me parecía correcto. En primer lugar, debido a que Hegbert no permitía que ella llevara maquillaje – con la excepción de la obra dramática de Navidad – era seguro que no podía llevar perfume. Le dije a mamá sobre eso, y fue cuando había sugerido llevarla a la cena.

"No tengo mucho dinero", le dije con desaliento. Aunque mi familia era adinerada y me daban algún dinero, nunca me dieron una gran cantidad sobre todo si lo gastaba rápidamente. "Desarrolla la responsabilidad", decía mi padre, explicándomelo alguna vez.

"¿Qué le pasó a tu dinero en el banco?".

Suspiré, y mi madre se sentó en silencio mientras expliqué qué había hecho. Cuando terminé, una mirada de satisfacción silenciosa cruzó su cara, como si ella, también, supiera que estaba madurando definitivamente.

"Déjame encargarme de eso", dijo suavemente. "Tú sólo tienes que encontrar algún lugar a donde le gustaría ir y si el Ministro Sullivan lo acepta. Y si ella puede, encontraremos una manera de hacerlo. Lo prometo".

Al día siguiente fui a la iglesia. Sabía que Hegbert estaría en su oficina. No había preguntado a Jamie aún porque pensé que necesitaría su permiso, y por alguna razón quería ser yo quien preguntara. Supongo que tenía que ver con el hecho de que Hegbert no me había estado dando la bienvenida con los brazos abiertos cuando la visité.

Siempre que me veía llegando por el camino – él como Jamie, tenía un sexto sentido sobre eso – él echaría una ojeada por las cortinas, entonces rápidamente jalaba su cabeza detrás de ellas, pensando que no lo había visto. Cuando tocaba, tomaría un tiempo algo largo para que él respondiera a la puerta, como si tuviera que venir desde la cocina. Me miraría por un momento largo, suspiraba profundamente y agitaba su cabeza antes de saludar definitivamente.

Su puerta estaba parcialmente abierta, y lo vi sentado detrás de su escritorio, con sus lentes apoyados sobre su nariz. Estaba mirando algunos papeles – que parecían de tipo financiero – y pensé que estaba tratando de calcular el presupuesto de la iglesia durante el siguiente año. Incluso los Ministros tenían facturas para pagar.

Toqué la puerta, y miró con interés, como si esperara a otro miembro de la congregación, luego arrugó su frente cuando vio que era yo.

"Hola reverendo Sullivan", dije cortésmente. "¿Usted tiene un momento?".

Parecía incluso más cansado de lo usual, y supuse que no se sentía bien.

"Hola, Landon", dijo algo cansado.

Me había vestido formalmente para la ocasión, a propósito, con una chaqueta y corbata. "¿Puedo entrar?".

Asintió con la cabeza ligeramente, y entré en la oficina. Me sugirió que me sentara en la silla enfrente de su escritorio.

"¿Qué puedo hacer por ti?" Preguntó.

Me acomodé nerviosamente en la silla. "Bien, señor, pues quería pedirle algo".

Me miró fijamente, estudiándome antes de que hablara definitivamente. "¿Tiene que ver con Jamie?" Preguntó.

Tomé una respiración honda.

"Sí, señor. Quería preguntar si estaría bien para usted si la llevara a una cena en la víspera de año nuevo".

Suspiró. "¿Eso es todo?" Dijo.

"Sí, señor", dije. "La llevaré a su casa a la hora que usted me lo pida".

Se quitó sus lentes y les pasó un trapo con su pañuelo antes de ponérselos de nuevo. Podía ver que estaba tardando un momento para pensarlo.

"¿Tus padres estarán con ustedes?" Preguntó.

"No, señor".

"Entonces pienso que eso no será posible. Pero gracias por pedir mi permiso primero". Él volvió a mirar los papeles, poniendo en claro que era tiempo de que me fuera. Estuve de pie frente a mi silla y me dirigí hacia la puerta. Cuando estaba a punto de irme, volteé hacia él otra vez.

"¿Reverendo Sullivan?".

Miró hacia arriba, sorprendido de que todavía estaba ahí. "Estoy arrepentido de todas esas cosas que solía hacer cuando era más joven, y siento tanto que no traté a Jamie siempre de la misma forma en que debía haber sido tratada. Pero desde ahora, las cosas cambiarán. Le prometo eso".

Parecía mirar directo a mí. Pero no era así.

"La quiero", dije definitivamente, y cuando lo dije, su atención se concentró en mí otra vez.

"Sé que así es", respondió tristemente, "pero no quiero verla herida". Aunque debo haberlo estado imaginando, pensaba que vi sus ojos empezar a lagrimear.

"No le haría eso", dije.

Aparto su vista de mí y miró por la ventana, mirando cuando el sol de invierno trataba de forzar su camino a través de las nubes. Era un día gris, frío y amargo.

"Regrésala a casa a las diez", definitivamente dijo, como si supiera que había tomado la decisión equivocada.

Sonreí y buscaba la manera de agradecerle, aunque no lo hice. Podía darme cuenta de que quería estar solo. Cuando eché un vistazo por encima de mi hombro en mi camino hacia la puerta, pude ver que puso sus manos sobre su cara.

Pregunté a Jamie una hora después. La primera cosa que dijo era que no pensaba que podría ir, pero le dije que ya había hablado con su padre. Parecía sorprendida, y pienso que eso tuvo un efecto en la manera cómo me vio después de eso. La única cosa que no le dije era que miré como si Hegbert estuviera llorando cuando me dirigía hacia la puerta de salida. No sólo no lo comprendía completamente, no quería que ella se preocupara. Esa noche, sin embargo, después de hablar con mamá otra vez, ella me dio una explicación posible, y para ser sincero, tenía bastante sentido. Hegbert debe haber llegado a la comprensión de que su hija estaba creciendo y que la estaba perdiendo frente a mí. En cierto modo, esperé que eso fuera verdadero.

La recogí a la hora acordada. Y aunque no le había pedido que soltara su cabello, lo había hecho para mí. En silencio condujimos sobre el puente, por la costa hasta el restaurante. Cuando llegamos al lugar, el mismo propietario apareció y nos llevó camino a nuestra mesa. Era uno de los mejores lugares en el sitio.