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¿Hablar del futuro estaría bien? Mi miedo me hizo hablarle con dificultad, aunque ella era paciente conmigo.

Mi miedo, sin embargo, me hizo darme cuenta de otra cosa, algo que hizo todo peor. Me di cuenta de que la había conocido cuando ni siquiera había estado sana. Había empezado a pasar el tiempo con ella solamente algunos meses antes, y había estado enamorado de ella durante solamente dieciocho días. Esos dieciocho días parecían mi vida entera, pero ahora, cuando la miraba, todo lo que podía hacer era preguntarme cuántos días más serían.

El lunes no se vio por la escuela, y de algún modo sabía que ya nunca recorrería los pasillos otra vez. Nunca la vería leer la Biblia saliendo a solas en el almuerzo, nunca vería su suéter marrón moverse a través de la multitud cuando se abría paso a su siguiente clase. Había terminado con la escuela para siempre; nunca recibiría su diploma.

No podía concentrarme en algo mientras me sentaba en la clase ese primer día, escuchando como profesor tras profesor nos decían lo que ya habíamos escuchado la mayoría de nosotros.

Las respuestas eran similares a ésas en la iglesia el domingo. Las chicas gritaban, los chicos agachaban sus cabezas, las personas contaban historias sobre ella como si ya estuviera muerta. ¿Qué podemos hacer? Se preguntaban en voz alta, y las personas me buscaban como queriendo encontrar las respuestas en mí.

"No sé", era todo lo que podía decir.

Dejé la escuela temprano y fui a ver a Jamie, saltando mis clases después del almuerzo.

Cuando toqué la puerta, Jamie respondió de la manera que siempre lo hizo, alegremente y sin, parecía, una preocupación en el mundo entero.

"Hola, Landon", dijo, "ésta es una sorpresa".

En cuanto me besó, yo le besé de nuevo, aunque eso me hizo querer llorar.

"Mi padre no está en casa ahora, pero si quieres sentarte en el pórtico, podemos hacerlo".

"¿Cómo puedes hacer esto?" Pregunté repentinamente. "¿Cómo puedes fingir que nada está mal contigo?".

"No estoy fingiendo que nada está mal, Landon. Déjame sacar mi abrigo y nos sentaremos afuera y hablaremos, ¿sí?".

Me sonrío, esperando una respuesta, y asentí con la cabeza definitivamente, mis labios se abrumaban juntos. Extendió la mano y acarició mi brazo.

"Volveré en seguida", dijo.

Caminé a la silla y me senté, Jamie apareció un momento después. Llevaba un abrigo pesado, guantes, y un sombrero para mantenerla caliente. El norte había pasado, y el día no estaba tan frío como había estado el fin de semana. Todavía, sin embargo, era demasiado para ella.

"No fuiste a la escuela hoy", dije.

Ella miro al suelo y asintió con la cabeza. "Lo sé".

"¿Alguna vez vas a volver?" Aunque ya sabía la respuesta, tenía que escucharlo de ella.

"No", dijo muy bajito, "no lo haré".

"¿Por qué? ¿Estás ya tan enferma?" Empecé a lagrimear, y extendió su mano y tomó la mía.

"No. Hoy me siento muy bien, en realidad. Sólo que quiero estar en casa por la mañana, antes de que mi padre tenga que ir a la oficina. Quiero pasar tanto tiempo con él como pueda".

Antes de que me muera, quiso decir pero no lo hizo. Me sentía con náuseas y no podía responder.

"Cuando los doctores nos dijeron," continuó, "primero, dijeron que debía tratar de llevar una vida tan normal como me fuera posible por tanto tiempo como yo pudiera. Dijeron que me ayudaría a mantener mi fuerza".

"No hay nada normal en eso", dije muy amargamente.

"Lo sé".

"¿No estás asustada?".

De algún modo esperaba que ella a dijera que no, que dijera algo sabio de la misma manera que lo haría un adulto – o explicarme que no podemos atrevernos a comprender el plan del Señor.

Apartó la mirada. "Sí", dijo definitivamente, "estoy asustada constantemente".

"¿Entonces por qué no actúas como tal?".

"Lo hago. Sólo que lo hago en privado".

"¿Porque no confías en mí?".

"No", dijo, "porque sé que estás asustado también".

Empecé a rezar por un milagro.

Ocurren constantemente supuestamente, y leía acerca de ellos en los periódicos.

Las personas que recuperaban el uso de sus miembros después de que nunca caminarían otra vez, o de algún modo sobreviviendo a un accidente terrible cuando toda esperanza estaba perdida. De vez en cuando la carpa de algún pastor viajero sería puesta en las afueras de Beaufort, y las personas irían allí para mirar cuando otras personas eran curadas. Había ido a un par, y sin embargo. Supuse que la mayor parte de la curación no era nada más que un espectáculo de magia superficial, debido a que nunca reconocía a las personas que fueron curadas, ocasionalmente había cosas que incluso yo no podía explicar. Un hombre viejo llamado Sweeney, que era panadero aquí en el pueblo, había estado en la Primera Guerra Mundial con una unidad de artillería detrás de las trincheras, y meses de bombardear los enemigos lo habían dejado sordo de una oreja. Era un hecho – no podía escuchar una sola cosa realmente, y había habido veces cuando éramos niños que habíamos sido capaces de robar un rollo de canela estando él allí. Pero el pastor empezó a rezar febrilmente y colocó su mano sobre la cabeza de Sweeney. Sweeney gritó fuerte, haciendo a las personas saltar prácticamente afuera de sus asientos. Tenía una expresión aterrorizada sobre su cara, como si el tipo lo hubiera tocado con algo caliente, pero luego agitó su cabeza y miró, pronunciando las palabras de "Puedo escuchar otra vez". Incluso él no podía creerlo. "El Señor", el pastor habían dicho cuando Sweeney regresaba a su asiento, "puede hacer lo que sea. El Señor escucha nuestras oraciones".

Así que esa noche abrí la Biblia que Jamie me había dado en la Navidad y empecé a leer. Ahora, yo había oído todo sobre la Biblia en la catequesis y en la iglesia, pero francamente, sólo recordaba los rasgos sobresalientes – el Señor envió las siete pestes así que los israelitas pudieron dejar Egipto, cuando Jonás fue tragado por una ballena, Jesús cruzando el agua o el pasaje de Lázaro con los muertos. Había otros más, también. Sabía que prácticamente cada capítulo de la Biblia tiene al Señor haciendo algo espectacular, pero no había aprendido todo. Como cristianos dependimos de las enseñanzas del Nuevo Testamento en exceso, y no sabía las primeras cosas sobre libros como los de Josué o Ruth o Joel. La primera noche leí por entero el Génesis, la segunda noche leí el Éxodo. Levíticos después, seguido por los Números y luego Deuteronomio. La trama se ponía un poco lenta en ciertas partes, especialmente cuando todas las leyes estaban siendo explicadas, por supuesto no podía dejarlo ahí. Fue una compulsión que no comprendía completamente.

Era tarde una noche, y estaba cansado cuando llegué a los salmos por fin, pero de algún modo sabía que eso era lo que estaba buscando. Todos han escuchado el Salmo Veintitrés, que empieza, "El Señor es mi pastor", pero quería leer los otros, ya que ninguno de ellos, como se suponía, era más importante que los demás. Después de una hora encontré una sección subrayada que asumí que Jamie había marcado porque le significaba algo.

Esto es el lo que decía:

¡Lloro por ti, mi Señor, mi apoyo! No seas sordo ante mí, ya que si estás callado, bajaré al hoyo como el resto. Escucha mi voz levantada cuando te pido ayuda, como levanto mis manos, mi Señor, hacia tu santuario.

Cerré la Biblia con lágrimas en mis ojos, sin terminar el salmo. De algún modo sabía que lo había subrayado para mí.

"No sé qué hacer", dije anonadadamente, mirando fijamente la luz débil de mi lámpara de dormitorio. Mi mamá y yo estábamos sentados sobre mi cama. Se estaba acercando el final de enero, el mes más difícil de mi vida, y sabía que en febrero las cosas solamente se pondrían peores.

"Sé que esto es duro para ti", murmuró, "pero no hay nada que tú puedas hacer".

"No me refiero a que Jamie esté enferma – sé que no hay nada que pueda hacer sobre eso. Me refiero a Jamie y yo".

Mi madre me miró compasivamente. Estaba preocupada por Jamie, pero estaba también preocupada por mí. Continué.

"Es difícil para mí hablarle. Todo lo que puedo hacer cuando la miro es pensar en el día en no podré hacerlo. Así que paso todo mi tiempo en la escuela pensando en ella, deseando que pudiera verla ahí mismo, pero cuando llego a su casa, no sé qué decir".