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Quedándome sin habla, cerré la tarjeta. No podía soportar seguir mirando más, y cuando dejé la pila como estaba antes, vi un recorte de periódico, cerca de su vaso de agua. Observé el artículo y vi que era sobre la obra dramática, publicado en el periódico del domingo un día después de que habíamos terminado. En la fotografía encima del texto, vi la única fotografía que alguna vez había sido tomada de nosotros dos.

Parecía que era de hace mucho. Acerqué el recorte a mi cara. Cuando miré fijamente, recordé la manera en que me sentía cuando la había visto esa noche. La miraba con ojos de miope muy atentamente, busqué en ella cualquier señal de que sabía lo qué ocurriría. Sabía que ella estaba al tanto, pero su expresión esa noche no la traicionó para nada. En vez, vi solamente una felicidad radiante. Entonces suspiré y puse el recorte donde estaba.

La Biblia todavía estaba abierta donde había acabado, y aunque Jamie estaba durmiendo, sentí la necesidad de leer más. Al final encontré otro pasaje. Esto es lo que decía:

No te ordeno, pero quiero probar la sinceridad de tu amor comparándolo a la seriedad de los otros.

Las palabras me hicieron quedarme sin habla otra vez, y justo cunado estaba a punto de llorar, el significado de eso de repente se hizo claro.

Dios finalmente me había contestado, y yo de pronto sabía lo que tenía que hacer.

No podía haber llegado a la iglesia más rápido, incluso si hubiera tenido un automóvil. Tomé cada atajo que pude, corriendo por los jardines traseros de las personas, saltando cercas, y en unos casos a través del garaje de alguien y por donde fuera. Todo lo que había aprendido sobre el pueblo venía ahora, y aunque nunca fui un buen atleta, ese día era imparable, propulsado por lo que tenía que hacer.

No importaba cómo me vería cuando llegara porque sabía que a Hegbert no le preocuparía, de todas formas. Cuando entré en la iglesia al fin, disminuí la velocidad a una caminata, tratando de recuperar la respiración cuando me abrí paso a la parte posterior, hacia su oficina.

Hegbert miró hacia arriba cuando me vio, y supo por qué estaba ahí. No me invitó a entrar, sólo apartó la mirada, de regreso hacia la ventana otra vez. En casa había estado luchando con su enfermedad limpiando la casa casi obsesivamente. Allí, sin embargo, los papeles estaban esparcidos por todos lados del escritorio, y los libros desparramados sobre la habitación como si nadie hubiera ordenado por semanas. Sabía que ése era el lugar en el que pensaba en Jamie; era donde Hegbert iba para llorar.

"¿Ministro?" Dije con mi poco aliento.

No respondió, pero entré de todos modos.

"Me gustaría estar solo", gruñó.

Se veía viejo y abatido, tan harto como los israelitas descritos en los salmos de David. Su cara estaba desdibujada, y su pelo había crecido más ralo desde diciembre. Aún más que yo, quizás, tenía que mantener su espíritu alrededor de Jamie, y la tensión de hacer eso lo estaba desgastando.

Fui hasta su escritorio, y me echó un vistazo antes de mirar de nuevo a la ventana.

"Por favor", me dijo. Su tono se oía derrotado, como si no tuviera la fuerza de enfrentarme siquiera.

"Me gustaría hablarle", dije firmemente. "No preguntaría a menos que fuera muy importante".

Hegbert suspiró, y me senté en la silla en la que me había sentado antes, cuando le había preguntado si dejaría ir a mi casa a Jamie para la cena de año nuevo.

Escuchó cuando le dije lo que tenía en mente.

Cuando terminé, Hegbert me miró. No sé qué estaba pensando, pero lo bueno fue, que no dijo No. En vez pasó un trapo por sus ojos con sus dedos y se volvió hacia la ventana.

Incluso él estaba demasiado sorprendido como para hablar, pienso.

Otra vez corrí, otra vez no me cansé, mi propósito me daba la fuerza que necesitaba para llegar. Cuando llegué a la casa de Jamie, fui a toda prisa a la puerta sin tocar, y la enfermera que había estado en su dormitorio salió para ver qué había causado el alboroto. Antes de que pudiera hablar, lo hice yo.

"¿Está despierta?" Pregunté, eufórico y aterrorizado al mismo tiempo.

"Sí", la enfermera dijo cautelosamente. "Cuando se despertó, se preguntaba dónde estabas".

Me disculpé por mi escandalosa aparición y le agradecí, pregunté si no le molestaría dejarnos solos. Luego entré en la habitación de Jamie, cerrando la puerta parcialmente detrás de mí. Estaba pálida, tan pálida, pero su sonrisa me dejó saber que todavía estaba peleando.

"Hola, Landon", dijo, con su voz bastante débil, "gracias por volver".

Jalé una silla y me senté al lado de ella, llevando su mano con la mía. Verla acostada allí hizo que sintiera como si algo apretara mi estómago, haciéndome querer llorar.

"Estaba aquí antes, pero te quedaste dormida", dije.

"Lo sé… Lo siento. Sólo que no aguantaba más".

"Está bien, en serio".

Levantó su mano ligeramente de la cama, y la besé, me apoyé hacia adelante y besé su mejilla también. "¿Tú me amas?" Le pregunté.

Sonrío. "Sí".

"¿Quieres que yo sea feliz?" Cuando le pregunté eso, sentí mi corazón empezar a latir muy, muy rápido.

"Por supuesto que lo quiero".

"¿Harías algo por mí, entonces?"

Apartó la mirada, la tristeza cruzó su rostro. "No sé si pueda más", dijo.

"Pero si pudieras, ¿Lo harías?" No puedo describir la intensidad de mis sentimientos en ese momento.

Amor, cólera, tristeza, esperanza, y miedo, girando juntos, agudizados por el nerviosismo que sentí. Jamie me miró con curiosidad, y mis respiraciones se hicieron muy lentas. Repentinamente sabía que nunca me había sentido tan fuerte como en ese momento. Cuando regrese la mirada a ella, esa comprensión tan simple me hizo pedir por millonésima vez que todos los problemas terminaran. Si hubiera sido posible, habría cambiado mi vida por la suya. Quería decirle mi idea, pero el sonido de su voz hizo callar las emociones repentinamente dentro de mí.

"Sí", dijo definitivamente, su voz era débil aunque de algún modo todavía llena de la esperanza. "Lo haría".

Definitivamente consiguiendo control de mí mismo, la besé otra vez, llevé mi mano a su rostro, pasando mis dedos suavemente sobre su mejilla. Me maravillé de la suavidad de su piel, la amabilidad que vi en sus ojos. Incluso en ese momento eran perfectos.

Mi garganta empezó a apretarse otra vez, pero como dije, supe qué tenía que hacer. Debido a que tuve que aceptar que no estaba dentro de mis posibilidades el poder curarla, lo que quería hacer era darle algo que ella había querido siempre. Fue lo que mi corazón me había estado diciendo que hiciera todo ese tiempo.

Jamie, comprendí entonces, ya me había dado la respuesta que yo había estado buscando, una que mi corazón aún necesitaba descubrir. Me había dicho la respuesta cuando nos habíamos sentado fuera de la oficina del Sr. Jenkins, la noche en que le habíamos preguntado sobre hacer la obra en el orfanato.

Sonreí sin hacer un solo ruido, y devolvió mi cariño con una caricia leve en mi mano, como si confiara en mí y en lo que estaba a punto hacer. Apoyado, me incliné más cerca y tomé una respiración honda. Cuando exhalé, éstas eran las palabras que circularon con mi respiración.

"¿Te casarías conmigo?".

Capítulo 13

Cuando tenía diecisiete años, mi vida cambió para siempre.

Cuando recorro las calles de Beaufort cuarenta años después, pensando en ese año de mi vida, recuerdo todo tan claramente como si se desarrollara ante mis ojos.

Recuerdo a Jamie decir que sí a mi pregunta y cómo nosotros empezamos a llorar juntos. Recuerdo haber hablado tanto con Hegbert como con mis padres, explicándoles lo que acababa de hacer. Pensaban que lo estaba haciendo solamente por Jamie, y todos trataron de disuadirme de ello, especialmente cuando se enteraron que Jamie había dicho que Sí. Como ellos no comprendían, tuve que aclarárselos bien, que yo lo hacía también por mí.

Estaba enamorado de ella, tan profundamente enamorado que no importaba si estaba enferma. No me preocupaba que no tuviéramos mucho tiempo juntos. Ninguna de esas cosas importaba para mí. Todo lo que me importaba era que estaba haciendo algo que mi corazón me había dicho que era la cosa correcta para hacer. En mi mente fue la primera vez en que Dios alguna vez me había hablado a mí directamente, y sabía con seguridad que no iba a desobedecerle.