Jonas se retiró a regañadientes y rodó fuera de ella, arreglándole la manta alrededor. Hannah yacía débil junto a él, con los ojos aturdidos, su esbelto cuerpo laxo, pero la mano de él en su abdomen confirmaba que los temblores secundarios todavía ondeaban a través de ella.
– ¿Estás bien, cariño?
– No lo sé. -Sus dedos se encontraron-. ¿Lo estoy?
Él sonrió abiertamente.
– Oh, sí, cariño. Eres tan maravillosa que se necesitaría encontrar una nueva palabra para describirte.
– Eso da un poco miedo.
La había poseído. No había vuelta atrás. Ella pensaría en él, en su boca, sus manos, su cuerpo, cada vez que se acostara en la cama. Su cuerpo cantaba para él, se deshacía por él.
– No era consciente de que había estado perdiéndome algo tan espectacular.
Jonas frunció el ceño y se dio la vuelta, rodeando con el brazo su cintura.
– Sólo recuerda a quién perteneces, Hannah. No quisiera tener que disparar a alguien, o estrangularte.
Hannah se inclinó para besarle el hombro.
– ¿Por qué ibas a estrangularme?
– Es una muerte mucho más personal.
– Has sido policía demasiado tiempo. -Tiró de la sábana más arriba para cubrirse los senos-. No puedo moverme.
– No tienes que moverte. Tan sólo duérmete. Cuando nos despertemos, te mostraré algunas otras cosas muy intrigantes que podemos hacer.
– ¿Hay más? No puede haber más. -Bostezó y se acurrucó más cerca de él-. Tengo que tomar un avión por la mañana, Jonas. Sabes que hay cuatro horas en coche hasta el aeropuerto.
– Toma otro vuelo más tarde.
– Mmm. Tal vez.
Apenas podía hablar, y mucho menos moverse, y la idea de un viaje en coche de cuatro horas y un viaje adicional en avión hasta la Costa Este era desalentador. Y necesitaba un baño caliente para apaciguar su dolorido cuerpo.
– Creo que me has agotado.
Instantáneamente él cambió de posición, su brazo rodeando las caderas de ella, la mano apartando la sábana de su cuerpo para inspeccionarla.
– Perdí un poco el control, Hannah. Debería haber sido bastante más suave tu primera vez. Espera, cariño, te prepararé un baño.
Había marcas en sus muslos, en los senos e incluso en el abdomen.
– Y mejor me afeito. Tienes abrasiones de mi barba en la cara.
Y en el interior de los muslos, pero no iba a ser ella quien lo mencionara.
– No estoy segura de que pueda tomar un baño ahora mismo -admitió-. Quedémonos aquí y contemos las estrellas.
Agitó la mano y las velas se apagaron. Una segunda onda abrió las puertas francesas para dejar entrar la noche.
Al momento la brisa enfrió su cuerpo y Jonas la atrajo más cerca para mantenerla caliente. Era asombroso sentirse en paz. El cuerpo relajado. Ella le pertenecía. Se había entregado a él y Hannah nunca hacía las cosas a medias. Había sentido miedo, pero su pérdida de control no la había ahuyentado. Había aceptado su necesidad física de la misma forma que aceptaba su temperamento y su arrogancia.
Deslizó la mano bajo de la manta y dejó que su palma, con los dedos extendidos, vagara posesivamente sobre su cuerpo. Suyo. La saboreó en su boca, la respiró en sus pulmones, había estado dentro de su cálida y sedosa funda. Si existían los milagros, él estaba viviendo uno. Ella no protestó por su tacto, pero volvió la cabeza y le miró. Le mantuvo la mirada, no quería apartar la vista mientras exploraba cada centímetro cuadrado de su increíble piel. Caliente y suave como nada que hubiera experimentado alguna vez.
– Adoro que seas mía -susurró y apartó con la nariz la sábana de sus pechos para poder disfrutar del panorama.
Deliberadamente permitió que su mano se moviera más abajo. Sintió que los músculos del estómago se contraían cuando sus dedos la acariciaron. Ella se tensó cuando cubrió el pubis, descansando allí la mano, dejándola acostumbrarse a sentir su posesión. Quería tocarla así siempre que lo deseara. Quería que se abriera para él, amándole, ofreciéndose, y más que cualquier cosa, quería que ella sintiera lo mismo a su vez.
No hubo un "si" estaban juntos. Lo estaban. Le había dejado eso claro antes de hacerle el amor, y quería que ella se diera cuenta de que era un hombre físico. Habría caricias, montones de ellas. Sus curvas, su cuerpo, le pertenecían a él y el de él a ella. No estaba tonteando con ella, la amaba. Necesitaba que ella sintiera la diferencia.
Sus pezones se endurecieron con el aire fresco de la noche e inclinó la cabeza para lamer uno de ellos. Sintió al instante como respuesta el líquido caliente contra su palma y deslizó un dedo dentro de ella. Estaba tan tensa como antes, sus músculos le agarraban con fuerza, seda caliente lista para él. Restregó la cabeza contra la piel suave, parpadeando por la emoción que amenazaba con desbordarle.
Hannah estaba completa y totalmente relajada bajo su mano y no hizo ningún movimiento para rechazar sus avances. Podía estar un poco nerviosa, pero estaba abierta a lo que él quisiera hacer. Eligió besarla. Adoraba su boca. Disfrutó de su sabor, de la respuesta que obtuvo de ella.
Cuando levantó la cabeza, ella le rodeó con los brazos y le atrajo de regreso a su lado.
– Duérmete, Jonas. Aquí, conmigo.
Se giró, tirando para ponerla encima de él para que su cuerpo caliente estuviera recostado sobre suyo. La arropó con un brazo y extendió la sábana sobre los dos.
– Así, Hannah. A mi lado, sí.
Con el brazo le rodeó la cintura y ella se acurrucó contra él, acomodando el cuerpo sobre el suyo, los senos presionando firmemente contra su piel, la cabeza en la almohada junto a la de él.
Jonas se quedó dormido con la mano ahuecando su nuca. Hannah yacía sobre su pecho, escuchando su respiración, muy consciente de esa mano. Su cuerpo todavía zumbaba, aún cantaba. Durante un momento, cuando él estaba dentro de ella, había sabido exactamente dónde quería estar. Adoraba su tacto. Le había dado un susto mortal obligándola a ir más allá de donde alguna vez pensó que pudiera ir, pero confiaba en Jonas con su cuerpo y le había dado todo lo que él había exigido.
Así era Jonas. Le acarició el pelo con pequeñas caricias. Exigía mucho. Siempre lo hacía. Pero algunas veces, era muy vulnerable y se dio cuenta de que ella tenía igual poder en esta relación. No había esperado eso. Él era tan vulnerable a ella como ella lo era a él. Únicamente actuaba de forma arrogante y mandona, pero en el fondo porque le importaba, él tampoco quería perderla.
Tenía que irse a Nueva York, el contrato había sido firmado hacía un año, pero después le contaría a Jonas la verdad. Ya había informado a su agente que se retiraba. No había aceptado nuevos trabajos en los últimos meses, iba simplemente a cumplir con los contratos que ya había firmado y luego viviría en Sea Haven y esperaba estar con Jonas y empezar una vida enteramente nueva.
CAPÍTULO 5
Jonas se paseaba por la sala de estar de la residencia familiar de las Drake, lanzando continuamente miradas de odio al televisor.
– Lleva fuera una semana y ni siquiera se ha molestado en llamar a casa, Sarah.
– Llamó, Jonas -le recordó Sarah con un exagerado suspiro-. Le gritaste y no ha llamado desde entonces.
– No estaba gritando.
– ¿”Vuelve a la condenada casa” no es gritar?
– No creo que sea necesario que esté allí toda la semana. ¿Y por qué tiene que acudir a fiestas cada noche?
– Es parte de su trabajo.
– ¿Eso es lo que dice? Mira a esos hombres. Se la están comiendo con la mirada. -Golpeó la pantalla con el dedo, frunciendo las cejas en un ceño feroz.
Sarah dobló las piernas bajo ella, acomodándose sobre la silla acolchada.
– Es el broche de oro del mayor desfile de modelos que se celebra en Nueva York cada año. Hannah es modelo. Por supuesto que la miran; lleva un vestido valorado en miles de dólares. La idea es hacer resaltar el vestido. Recorre la pasarela, da unas cuantas vueltas, la gente dice ohh y ahh y el diseñador está de moda durante esta temporada.