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– No están mirando el vestido -negó-, están mirando a Hannah.

– No Jonas -corrigió suavemente-. Tú estas mirando a Hannah. Ellos están allí para ver los últimos diseños.

Jonas hizo un sonido de disgusto y se paró en medio de la espaciosa habitación, con la mirada pegada a la pantalla del televisor. Hannah, alta, esbelta y absolutamente espléndida, caminaba con absoluta confianza sobre la pasarela, hacía una pausa, con una mano en la cadera, una mirada de altivo desdén en su bello rostro girando para que las luces captaran los relucientes colores del vestido antes de continuar avanzando con el palpitante ritmo de la música.

– ¿Por qué tiene que usar un maquillaje tan extravagante? Demonios, Sarah, ese vestido está cortado hasta el ombligo y han aplicado brillo o algo sobre toda su parte delantera así que definitivamente cada hombre de ese lugar no está mirando el vestido. Ni yo puedo describir el vestido y la estoy mirando atentamente.

– Por favor no me digas que estás mirando boquiabierto los pechos de mi hermana. -Sarah frotó sus palpitantes sienes.

– Todo el mundo está mirando sus pechos.

– Vete a casa -dijo Sarah-. Me estas poniendo nerviosa paseando arriba y abajo. Y si golpeas el mostrador de la cocina una vez más, va a romperse y voy a expulsarte de la casa durante una semana.

Jonas hizo una pausa para mirarla.

– No puedes hacerlo. Me estoy recuperando de una herida de bala y no me dejan trabajar. No tengo ningún otro lugar al que ir.

La gran casa laberíntica estaba situada sobre un peñasco que daba al océano. Antes, más temprano, Sarah había abierto las persianas así que todas las ventanas mostraban la increíble vista del mar. Podía oír las reconfortantes olas y sentarse a tomar el té mientras contemplaba el agua azul brillar, las blancas crestas importunando la superficie. La ansiedad con que despertó se había aliviado hasta que Jonas había llegado para ver con ella el desfile de moda. La estaba convirtiendo en un manojo de nervios y su cabeza estaba a punto de estallar. Iba a ser una larga tarde si no se deshacía de él.

Jonas nunca fue una persona tranquila, pero en todos los años que hacía que le conocía, nunca había emitido la cantidad de tensión que estaba vertiendo ahora. Sarah no era tan sensitiva como algunas de sus hermanas, pero la energía la estaba afectando de todas formas. Se sentía casi enferma de aprensión.

Apoyó el mentón en la mano y estudió la forma en que Jonas se movía con rapidez a través del suelo, pasos inquietos que no hacían ruido. El hombre era ligero al caminar y aún más ligero en su paciencia.

– No me inspiras ninguna simpatía. Apenas puedo creer que en algún momento hayas estado en el ejército, Jonas. Te comportas como un loco. Te lo juro, has conseguido revolverme el estomago.

Y su estómago estaba hecho un nudo. Sentía tanta presión que hacía todo lo que podía por no vomitar. Sarah reprimió el impulso de gritarle. Quería ver la actuación de Hannah. Estaba orgullosa del hecho de que Hannah fuera una de las modelos más importantes del mundo. En muy pocas ocasiones alguna de las Drake podía apoyarla asistiendo a un desfile. Quería al menos poder decirle que lo había visto por televisión.

– Nos quería a todos allí -murmuró, con la mirada pegada a la pantalla-. Era muy importante para ella. Libby está en algún lugar del Amazonas y nadie sabe donde está Elle. Sencillamente a veces desaparece durante semanas. -agregó, refiriéndose a dos de sus hermanas más jóvenes-. Joley está en Europa por la gira mundial, Kate en Inglaterra investigando para un libro, y Abbey está en Australia haciendo alguna locura con los delfines, dejándome a cargo del fuerte.

– Todas me abandonaron -dijo Jonas-, cada una de ellas.

– Tú las alejaste tonto. Jonas, creo que es importante que sepas que lamentablemente la mayor parte del tiempo careces de habilidades sociales, y cuando estas herido, éstas son inexistentes.

Él encogió los anchos hombros, con la mirada todavía en la televisión. Podía ver porque los rizos rubios de Hannah eran tan famosos. La cascada de rizos naturales bajaba por su espalda, salvaje e indómita, agregándole encanto. Los grandes ojos azules y la inmaculada piel exhibían por sí mismos la perfección a la cámara, que era por lo que estaba solicitada por todas las compañías de cosméticos. Tenía un cuantioso y exclusivo contrato con la compañía más destacada, pero otras empresas estaban siempre intentando robársela.

La cámara recorrió la audiencia y regresó a un primer plano de su cara. Los músculos del estómago de Jonas se anudaron, la tensión en la habitación aumentó sensiblemente.

– Es tan hermosa -dijo Sarah-. Algunas veces la cámara puede realzar el aspecto de una modelo, pero Hannah realmente se ve así.

– Hay mucho más en Hannah que su aspecto -espetó Jonas.

Sarah se presionó los dedos justo en el punto sobre el ojo que estaba empezando a latir.

– Te quiero, Jonas, de veras que sí, pero vete a casa. Odias estas cosas y no sé por qué te estas molestando en verlo.

– Estoy torturándome a mí mismo. -Jonas empezó a pasear de nuevo mientras Hannah se salía de la pasarela, cimbreando las caderas y el vestido casi resplandeciendo. Los nudos se aflojaron un poco y soltó el aliento-. ¿Por qué demonios tiene que hacer eso?

Sarah suspiró.

– ¿Hacer qué?

– Exponerse así. No me gusta.

– Jonas… -Sarah frunció el ceño cuando su genio empezó a desatarse.

– No hay forma de que los de seguridad puedan protegerla. Ves esa multitud. ¿Cuántas personas crees que hay ahí? Al menos dos mil, probablemente muchas más -se respondió él mismo, comenzando a agitarse de nuevo-. Cada condenada vez que sale, temo por ella. Hay tantos maniáticos en el mundo, Sarah y cuando una mujer se muestra en todas las revistas del mundo y en televisión batiendo las pestañas, sabes condenadamente bien que va a tener problemas. Ella y Joley tienen que quedarse en casa, donde yo pueda vigilarlas. Me estoy volviendo demasiado viejo para esta mierda y Hannah está haciendo que me salgan canas.

Sarah frunció el ceño. Jonas estaba sudando. Jonas nunca sudaba, no que ella hubiera visto nunca. Definitivamente estaba mostrándose más posesivo con Hannah de lo habitual. Le estudió con un poco de recelo, intentando leer las duras líneas de su rostro.

– ¿Ha estado recibiendo Hannah más cartas de lo normal y tú no me lo has contando?

– ¿Pero tú te oyes a ti misma? ¿Es normal recibir cartas de chiflados? No, no ha habido un aumento, pero las cartas que recibe son escalofriantes y hay demasiadas. Y Joley es peor. Te lo juro, cada chalado del mundo está obsesionado con esa chica. Sólo las quiero donde pueda cuidarlas, no recorriendo medio mundo.

Por supuesto que Jonas quería protegerlas a todas, estaba en su naturaleza. Había empezado con su madre y ahora no podía evitar el necesitar cuidarlas, se dijo Sarah a sí misma. Eso era todo.

Sarah echó un vistazo fuera a través de la hilera de ventanas que daban al océano. El mar estaba poniéndose un poco salvaje. Reflejando su estado de ánimo. Ya hacía horas que estaba de mal humor, y echándole la culpa al crispado humor de Jonas. Blancas crestas hacían espuma y salpicaban gotitas que se esparcían en el aire. El viento removía el mar, haciendo girar pequeños remolinos como miniciclones a través de la superficie. Abajo, en las rocas las olas se estrellaban con fuerza. La niebla gris oscuro ya subía desde el océano, envolviendo lentamente la zona. Sarah se inclinó hacia delante para obtener una vista mejor.

– ¿Jonas, había anuncio una tormenta? Se suponía que sería un día despejado. El viento se está levantando y la niebla está entrando.