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– Creo que estás equivocado -dijo Sarah, pero ya no era verdad.

Jonas maldijo en voz baja.

– No debería haber dejado que se fuera.

– Nada podría haberla detenido, Jonas, se comprometió y Hannah siempre cumple con sus compromisos. -Sarah le dio la espalda, mirando una vez más por las ventanas hacia el mar. Fuera a lo lejos, a través de la niebla gris, podría haber jurado ver dos columnas gemelas de agua, ciclones arremolinándose, girando a través de la superficie. El agua se había puesto oscura y turbulenta, muy similar a como se estaba sintiendo ella-. ¿Qué ocurrió con mi tranquilo y pacífico día, Jonas? Iba a acurrucarme en el sofá y ver a mi hermana hacer su trabajo ya que no podría estar allí en persona.

Jonas se giró nuevamente hacia la televisión.

– ¿De verdad Hannah te pidió que fueras al acto?

– Si.

Hubo un largo silencio mientras tres modelos salían juntas y recorrían la larga pasarela, deteniéndose para hacer un giro mientras se contorneaban, su actitud era un espectáculo en sí misma.

– A mí también me invitó.

Sarah se puso rígida, girándose para enfrentarlo.

– ¿Qué hizo qué? -Un escalofrío bajo por su columna. Se le puso la carne de gallina en los brazos.

Jonas volvió la cara hacia ella, y por primera vez la dejó ver lo demacrado y ojeroso que estaba.

– Nunca lo había hecho antes. Sabe que lo odio. ¿Por qué me lo pediría, sabiendo que me pondría sarcástico y antipático si iba con ella? -Había sombras en sus ojos-. No he dormido en días, Sarah.

– ¿Por qué no me lo dijiste enseguida? Por el amor de Dios, Jonas, eres como nosotras. Sabes que tienes tus propios dones. Si sientes que algo va mal, tienes que decirlo.

– En realidad, no soy como vosotras -negó, esta vez pasándose ambas manos por el cabello, dejándolo más despeinado y alborotado que antes-. Supuse que si algo iba mal en realidad, vosotras lo sabríais. Ninguna ha indicado que haya un problema potencial de modo que simplemente ignoré el presentimiento que tenía. Yo no tengo ningún poder especial, Sarah. De verdad que no.

Ella le lanzó una mirada de incredulidad.

– ¿Por qué no puedes dormir?

Volvió a encogerse de hombros, los músculos ondeando a lo largo de sus brazos y espalda, mientras se paseaba inquieto. El presentador de televisión empezó a describir otro vestido de un famoso diseñador europeo, atrayendo una vez más la atención de Jonas de modo que se detuvo y miró la pantalla. Hannah avanzaba entre las brillantes luces siendo recibida por un aplauso ensordecedor, espirales rizadas de platino y oro colgaban por su cintura, los famosos ojos azules sombreados con brillo para igualar los hilos de oro que brillaban a través del vestido.

– Algunas veces, cuando la miro -reconoció, hablando más para sí mismo que para Sarah-, no puedo respirar. Me he sentido así desde la primera vez que la vi. -Los puños cayeron a los lados, pero estaban firmemente apretados, tan fuerte que los nudillos estaban blancos. Un músculo temblaba en su mandíbula y la boca se tensó mientras una vez más la cámara recorría la audiencia y el comentarista anunciaba maliciosamente que todos los que eran alguien estaban presentes en la Semana de la moda de Nueva York.

– Tiene un mordaz sentido del humor, las pocas veces que lo deja aflorar -agregó-, algunas veces la provoco sólo para ver su respuesta.

La cámara recogió imágenes de fascinantes estrellas y figuras públicas, iconos de riqueza y propietarios de hoteles tanto como periodistas y numerosas personas identificables de la industria de la moda. Estrellas de cine y políticos, apellidos de familias conocidísimas, gente de la industria de la música, estaban todos representados, y junto a ellos, sus guardaespaldas. Sarah inhaló bruscamente, llevándose una mano a la garganta.

– Jonas -susurró-, creo que he visto a Ilya Prakenskii entre la multitud. ¿Por qué estaría allí? Es un asesino a sueldo ruso, ¿no?

Los ojos de Jonas brillaron como astillas gemelas de hielo.

– Esa es su reputación, pero nunca nadie ha podido probar nada. Si está allí, esta escoltando a Sergei Nikitin.

– ¿El hombre que estaba obsesionado con Joley? Sé que tiene mala reputación como mafioso, pero Nikitin parece demasiado joven para haber alcanzado tanto poder tan rápido.

– Definitivamente está con la mafia rusa. -La miró y luego volvió la vista a la pantalla-. Tienes miedo de Prakenskii. ¿Ha contactado contigo desde el incidente con Aleksandr y Abbey?

– ¿Te refieres a cuando salvó la vida de Aleksandr y tuvimos que darle nuestra palabra de que le devolveríamos el favor? -Preguntó Sarah con un pequeño escalofrío-. No, esperaba que nunca volviéramos a verlo. Es un hombre muy poderoso. Como Elle, tiene enormes dones.

– ¿Qué es lo que no me estas diciendo?

Sarah se mordió el labio.

– Tiene un camino hacia la magia de Joley. Puede tocarla, hablarle, pelear magia contra magia… y es poderoso, Jonas. Para salvar a Aleksandr, hicimos un trato con el diablo.

– Espero que no sea él la amenaza que siento.

– ¿Por qué salvaría al novio de Abbey y luego haría daño a Hannah?

– Nunca entendí ni la mitad de lo que la gente se hace unos a otros -dijo Jonas, pasándose la mano por el cabello otra vez. Y tampoco lo hacía ahora. Por qué las personas eran tan crueles unas con otras, por qué el dinero y el poder los conducían a asesinar y traicionar, nunca lo podría entender, ni en un millón de años. Y cómo era, él mismo, tan bueno matando y resolviendo cosas, su mente tan fría y clínica en una crisis cuando era tan emocional en lo profundo de su ser donde nadie lo veía, nadie salvo Hannah.

Todo el tiempo el comentarista parloteaba acerca de que la Semana de la Moda de Nueva York era la mayor gala en años, las mejores colecciones, los fabulosos diseñadores. Jonas volvió su atención a la pantalla mientras la cámara abarcaba una vez más a la multitud. Divisó al escurridizo asesino a sueldo ruso, de pie justo a la espalda de Sergei Nikitin, el mafioso. Su estómago dio otro vuelco, los nudos se apretaron, su puño se cerró. ¿Era posible que Nikitin quisiera tomar represalias contra las Drake? Había algo. Alguien. Sólo que no podía encontrar la amenaza, pero la sentía en los límites de su consciencia, susurrándole, empujándole, volviéndole hiper-consciente.

Sarah no miraba la pantalla sino a Jonas. Su mirada estaba fija y el cuerpo completamente inmóvil como si estuviera cazando. Apenas se atrevía a respirar, temerosa de interrumpir su concentración. Jonas no creía poseer talentos paranormales, pero las hermanas Drake siempre habían sabido de sus habilidades, sólo que no sabían en que consistían exactamente. Indudablemente estaba en sintonía con ellas, y con el peligro. Su cara tenía la adusta expresión que con frecuencia lucía cuando estaba investigando un crimen particularmente grave.

Sarah se tragó el nudo que tenía en la garganta, luchando por mantener la calma. La aprensión la carcomía, tan intensamente que apenas podía respirar. Era la familiar sensación del comienzo de advertencias, de la llegada de una precognición -o era empatía por lo que fuera que Jonas estaba sintiendo- porque estaba empezando a tener la impresión de que algo terrible estaba a punto de suceder.

– ¿Qué pasa?

– Demonios, no lo sé. -La mirada de Jonas se oscureció por la ansiedad-. Sin embargo ella está en problemas. Sé que lo está. Debería haber ido con ella.

Sarah se tragó la alarma, forzándose a vencer el pánico.