– Tranquilízate, Jonas. Quiero que te sientes y respires hondo.
– Vete al infierno, Sarah. No soy un niño pequeño. Hannah es… todo para mí.
El corazón de Sarah saltó. Jonas nunca había admitido lo que sentía por su hermana en voz alta. Ni siquiera parecía notar lo que estaba diciendo, y con Jonas, eso era una mala señal. Las hermanas Drake habían nacido con dones especiales, talentos en los que confiaban y que eran una parte intrínseca de sus vidas. Siempre habían sabido que Jonas tenía las mismas habilidades excepcionales sencillamente tan fundamentales para él como respirar, sin embargo él no parecía comprender enteramente como desarrollar y utilizar sus habilidades a voluntad. Las capacidades estaban allí, fuerzas a tener en cuenta. Sarah podía sentir la energía pulsando a través de la habitación, emanado de él en oleadas mientras trataba de dar con el peligro que se cernía sobre Hannah.
– La razón por la que vas a adivinar que es lo que va mal es porque ella lo es todo para ti. Podemos coger un avión a Nueva York y estar allí en pocas horas. En este momento está a salvo. Está rodeada de cámaras de televisión y celebridades. Debe haber unos cuantos cientos de guardaespaldas privados en ese edificio junto con una fuerte seguridad.
La mirada de Jonas saltó a la pantalla, sacudiendo la cabeza.
– No está a salvo -repitió, con los dientes apretados-. Hay alguien… -su voz se fue apagando y su atención se apartó de Sarah para concentrarse totalmente en la pantalla. Sus ojos se habían vuelto fríos y calculadores, el cuerpo absolutamente inmóvil, toda la concentración centrada en la multitud detrás de Hannah.
Sarah escuchó el retumbar del océano, un augurio de problemas. Su cabeza palpitaba junto con las olas. De repente estaba muy, muy asustada por su hermana. Escudriñó la multitud, intentando ver lo que preocupaba a Jonas. Las cámaras saltaban del espectáculo a fuera, donde la multitud presionaba a lo largo de la acera esperando vislumbrar a alguna de las celebridades. Había muchas estrellas de cine dentro y sus admiradores habían venido a verlos.
Un periodista enfocó a varios pequeños grupos que protestaban al otro lado de la calle, cada uno gritándole al otro. Estaban los inevitables grupos de derechos pro-animales protestando contra el uso de pieles de animales auténticas en la confección de la ropa. Sarah se acercó intentando vislumbrar las caras. Hannah nunca desfilaba con pieles de animales, pero se había negado a representar o a unirse o a dejar de ninguna forma que su nombre fuera utilizado relacionándolo al enorme y bien conocido grupo, ya que los había investigado muy cuidadosamente.
Habían salido a la luz evidencias de que los miembros “rescataban” animales de refugios donde los animales estaban bien cuidados, pero mantenidos en jaulas. Los periodistas habían filmado obedientemente los rescates, pero nunca se habían dado cuenta de que la verdadera historia era que a los animales se les practicaba la eutanasia inmediatamente después ya que no había donde ponerlos ni había forma de alimentarlos y cuidarlos una vez eran sacados de los refugios. Hannah había sido elocuente en su negativa a unirse a ellos tras haber hecho extensas investigaciones y muchas otras fechorías habían salido a la luz, sacudiendo los cimientos del grupo.
– La odian -señaló Sarah-, reconozco al hombre de barba. Amenazó a Hannah cuando convenció a los periodistas de que investigaran.
– Si -acordó Jonas-. Es un grupo poderoso con muchos famosos prestando sus nombres sin saber lo que pasa realmente. Hannah reveló íntegramente los secretos de la organización y perdieron gran parte de su apoyo, y lo que es más importante, la respetabilidad. Eso quiere decir que perdieron fondos.
– ¿Ha recibido alguna carta de ellos recientemente?
Jonas mantenía la mirada pegada a la pantalla de la televisión.
– Recibe cartas de todo el mundo y sí, específicamente, hubo cartas llamándola puta y diciendo que no iba a salirse con la suya en su intento de arruinar la organización. Hablé con los miembros de la junta y dijeron que no podían controlar a los fanáticos y que no había forma de saber quién intentaría intimidar a alguien en su nombre. Dijeron que estaban agradecidos a Hannah por encontrar las manzanas podridas del grupo.
– ¿Y te lo tragaste?
– Ni por un segundo. -Jonas fruncía el ceño mientras la cámara tomaba vistas de la multitud y se fijaba por un segundo en un grupo de manifestantes. Dándose cuenta de que la cámara estaba sobre ellos, la gente levantó carteles, sacudiéndolos y gritando, llamando al espectáculo de la moda aborrecible y una abominación contra todo lo que era moral y correcto.
Sarah suspiró.
– ¿Ahora va tras la industria de la moda? Ese es el Reverendo RJ. Pienso que RJ se saltó las clases de teología. Es muy carismático y ha estado reuniendo una buena cantidad de seguidores. Elle me habló de él. Ha estado bajo vigilancia desde hace algún tiempo porque es muy vehemente y su “religión” es oficialmente considerada un culto. Ha trasladado a sus seguidores a las montañas a unas dos ó tres horas de viaje desde aquí.
– Sí, los ayudantes me comentaron lo poco cooperadores que eran. No admiten a nadie en su propiedad. Está construyendo una fortaleza en las colinas, pero hasta ahora, no ha hecho nada malo en realidad y sus seguidores son discretos.
– Va a ser un problema -dijo Sarah mirando fijamente al hombre de la televisión que agitaba sus brazos y hacia gestos violentos-. Está muy lejos de California.
– Tiempo gratis en televisión. Puede hacerse el importante y así reclutar nuevos seguidores -dijo Jonas-. Nunca he entendido como personas educadas son captadas por artistas de la estafa como el Reverendo. -Inhaló bruscamente-. Justo allí, a la izquierda del pequeño rebaño del Reverendo. Ese es Rudy.
– ¿Rudy?.
– Rudy Venturi. Le escribe a Hannah casi cada día. Debería haber sabido que ese pequeño pervertido iría al acto. Los idiotas lo anunciaron con meses de antelación y ya que estaban podrían haberle gritado a cada chiflado que hay por ahí que viniera a buscarla.
– La idea es que la gente asista al desfile de moda, Jonas.
– Bien, han ido -replicó él torvamente-, y mis tripas me están diciendo que Hannah está en apuros. Intenta llamarla al teléfono móvil.
– No va a llevar el teléfono encima en medio de un desfile de moda -dijo Sarah pero levantó el teléfono y comenzó a marcar los números-. ¿Qué debo decirle?
– Dile que he dicho que salga de ahí de una maldita vez. No le aceptes ninguna excusa, Sarah. -Caminó a zancadas a lo largo de la habitación, alargando la mano hacia el teléfono-. A ver, déjame hablar con ella.
Sarah colgó en seguida.
– No va a escucharte si le estás ladrando órdenes. ¿No puedes decirle simplemente que crees que está en peligro? Si empiezas a soltarle tacos, se va a poner testaruda.
Jonas se apartó de ella, pero no antes de que viera las sombras en sus ojos. Estaba realmente preocupado. No tenía nada que ver con la falta de atuendo de Hannah, algo sobre lo que machacaba con regularidad, esta vez, estaba segura, estaba pensando en poco más que la seguridad de Hannah. Con el corazón martilleando, Sarah envió rápidamente un mensaje a Hannah diciéndole que creían que estaba en peligro y que por favor hiciera que un escolta la sacara de la situación.
La Semana de la Moda de Nueva York era uno de los más grandes acontecimientos del año. Sarah dudaba que Hannah recibiera el mensaje, por no hablar de que lo obedeciera.
– Incluso si se va, Jonas, ¿hará eso que esté a salvo? Ahora mismo está en medio de una gran multitud. Quizás esté más segura allí.
– Estaría jodidamente mucho más segura conmigo. -Su mirada había vuelto a la pantalla, sus blancos dientes rechinaban con impaciencia-. ¿Por qué demonios están mostrando a todos los manifestantes? Quiero ver la multitud que está empujando contra la cuerda.