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Por supuesto, ella nunca le había mirado. Demonios. Ni siquiera había hablado con él, no en el colegio en todo caso. Había odiado eso. Una vez se enteró de los ataques de ansiedad y timidez, lo entendió, pero por aquel entonces, había sido demoledor. Había actuado con seguridad alrededor de ella sin importar lo que pasase en su vida. Incluso entonces, había necesitado probar que era más tenaz y más fuerte, para ser digno de Hannah.

Y en lo más profundo de su corazón, había sabido que era imposible. Nunca sería digno de Hannah. Nadie lo era. Era tan diferente. Hermosa más allá de la razón, pero era mucho más que eso. Dulce. Tan endemoniadamente dulce. Queriendo preocuparse por todo el mundo. ¿Y dónde dejaba eso a un hombre que había vivido la mayor parte de su vida entre las sombras, cazando a los tipos malos?

Él la conocía. Por dentro y por fuera. La conocía. Era hogareña, no la trotamundos que todos pensaban. Estaba cómoda con un par de vaqueros y una camisa de franela, no con las ropas sofisticadas y elegantes que le sentaban tan bien. Pero aún así él no podía tener a alguien tan bueno que la luz brillaba a su alrededor, no cuando siempre vivía en las sombras. Vive, cariño, por mí, vive.

– Todavía está viva -murmuró Sarah, como si leyese su pensamiento. Estaba sentada junto a él, con su prometido Damon cogiéndole la mano con fuerza mientras ella concentraba cada gramo de su poder en estar conectada con Hannah. Jonas sabía que todas las Drake lo estaban. Hermanas. Tías. Su madre. Primas. La familia era enorme, como lo eran sus poderes, y Jonas supo sin ninguna duda, que todos estaban centrados en salvar a una persona-. Estamos haciendo todo lo que podemos.

– Sólo permaneced con ella hasta que lleguemos allí, Sarah. Una vez que esté con ella, podré ayudar.

– ¿Por qué alguien le haría eso? -Preguntó Sarah, su voz ahogada por el pesar-. ¿Por qué alguien querría herir a Hannah?

Inmediatamente Damon pasó un brazo a su alrededor y se aproximó para acercar la cabeza a la suya, como si la ayudase a absorber la implacable tristeza.

Jonas podría haberle dicho que no serviría de nada. Sarah sabía, al igual que él, que quienquiera que hubiese hecho eso no había querido herir a Hannah, había querido destruirla. El ataque había sido espantoso, abrumador, en televisión, un mensaje enviado a millones de personas. El atacante estaba muerto y puede que nunca averiguaran sus verdaderos motivos, o si había sido un acto aislado de violencia demente. Algunos simplemente estaban locos. Con la mente trastornada. Él había visto lo suficiente como para que le durasen toda una vida. A veces no había ninguna razón para que la gente hiciera esas locuras.

– ¿Con qué prontitud puede llegar Libby aquí? -mantuvo los dedos presionados sobre los ojos, ocultando su expresión.

– No lo suficientemente rápido -admitió Sarah. Su voz se rompió-. Esto no puede estar pasando. No a Hannah. Ella es tan… -Sacudió la cabeza, presionándose la mano contra sus temblorosos labios-. Me tengo que concentrar.

– ¿La tienes?

Sarah se puso rígida. Era la pregunta que se estaba temiendo. Jonas estaba sacudido, destrozado, con un crudo pesar grabado con fuerza en su cara. Creería que tenían posibilidad de salvar a Hannah, si las Drakes la sostenían a su cuidado. Jonas ya no creía en muchas cosas, pero creía en su familia y en el poderoso vínculo que compartían. No le podía mentir, a Jonas no.

– Lo siento -dijo, con la mayor gentileza posible, cuando en realidad quería llorar un río de lágrimas-. Estaba demasiado lejos para que pudiese alcanzarnos. Ilya Prakenskii la tiene. Estaría muerta sin él, incluso ahora, y la han llevado a la sala de operaciones.

Jonas se sentó erguido. Por primera vez dejó caer las manos de su cara.

– ¿Cómo lo sabes?

– Él habla con Joley y ella nos transmite la información. Joley… -Sarah contuvo un sollozo, presionando su cara contra el hombro de Damon. Al instante él susurró en su oído.

– Joley le suplicó que no dejase morir a Hannah. Tiene miedo de Prakenskii, así que puedes imaginar como de extrema es la situación para que se ponga en deuda con él. -Estaba divagando por lo asustada que estaba, pero no parecía capaz de detenerse. Necesitaba tanto consuelo como Jonas-. Aún así, él salvó la vida a Hannah. Tú lo viste.

– También lo vi matar al hombre que la apuñaló. -Lo había hecho con tanta facilidad, tan rápido que el movimiento apenas se registró en la pantalla, tan veloz, practicado y fluído. Jonas sabía que lo había hecho demasiadas veces.

Ilya Prakenskii. Ahí estaba un verdadero rompecabezas. Jonas había intentado encontrar información sobre él. El prometido de Abbey Drake, Aleksandr Volstov, conocía a Ilya desde la infancia. Prakenskii había sido educado por el estado y entrenado como arma letal, pero a partir de ahí, el rastro se volvía borroso y ningún fisgoneo había revelado en lo que el hombre estaba envuelto en realidad. Aleksandr sospechaba que el actual trabajo de Prakenskii como guardaespaldas de un mafioso era sólo una tapadera de alguna otra cosa, pero si era así, su tapadera era impecable. Jonas, con todos sus contactos, no había sido capaz de encontrar nada. Ilya Prakenskii era una carta al azar, que tenía la vida de Hannah en sus manos.

Prakenskii podría estar trabajado para su gobierno, o ser realmente un hombre de Nikitin, pero fuera como fuese, estaba entrenado como asesino, y tenía la vida de Hannah en sus manos.

– No pudo hacer nada más -dijo Sarah-. Sucedió tan rápido. Tenía que detener al hombre.

Jonas no estaba tan seguro de que un hombre como Prakenskii tuviese que matar. Tenía elección y decidió la muerte para el atacante. ¿Por qué? ¿Venganza… o algo más siniestro? Demonios. Jonas ya no creía en nadie, especialmente no en el hombre que había salvado la vida de Hannah. Tuvo que forzar a su mente a pensar. Era la única forma de permanecer cuerdo hasta que estuviese con ella. Cuando estuviese con ella, el resto del mundo podía irse al infierno, por lo que a él concernía.

– ¿Trajiste los archivos de los locos? -preguntó a Jackson, que estaba sentado al otro lado del pasillo.

El ayudante abrió el maletín.

– Están todos aquí. ¿Crees que el asesino actuó solo? -Jackson lanzó una mirada aguda a Jonas-. ¿Sientes que la amenaza ha pasado?

A su lado, Sarah dejó escapar un pequeño sonido de angustia.

– Oh, Dios, Jonas. -Contuvo un sollozo-. ¿Crees que más de un hombre podría estar involucrado? ¿Hannah podría estar todavía en peligro?

Quería tranquilizarla, hacer que todo fuese mejor. Jonas Harrington, el caballero blanco, salvador del mundo. Demonios, no había salvado a la persona más importante para él.

Hannah.

Con la misma podía verla otra vez, en televisión, sonriendo mientras las cámaras disparaban, y la mirada rápida por encima del hombro mientras se avanzaba rápidamente entre la multitud, el giro, la mirada de conmoción, de horror cuando el cuchillo se elevó y cayó.

El aire en los pulmones de Jonas se quedó atrapado, y permaneció ahí, quemando hasta que pensó que iba a desmayarse. Se había enfrentado a balas, sangre y muerte en el campo de batalla más veces de las que quería contar. Había visto a su madre, una mujer dulce y maravillosa, ser devorada lentamente desde el interior, sufriendo cada momento de su existencia, y no había pensado -no había creído- que pudiese haber más dolor. Más furia. Sentirse -estar- más endemoniadamente desamparado.