– Abbey está aquí, Hannah -la alentó, echándole el pelo hacia atrás y haciendo una mueca de dolor al notar como su piel se sentía fría y sudorosa.
Quería gritar a todas las Drakes que se apurasen. Hacer que los aviones fuesen más rápido, conseguir que llegase todo el mundo. Podía ver que las hermanas de Hannah se estaban uniendo a Sarah y Prakenskii al entrar a formar parte del círculo en la sala de espera, porque con la llegada de cada hermana, la presencia de Hannah parecía más cercana, como si lentamente la estuviesen trayendo de vuelta desde una enorme distancia.
Jonas sintió el cuerpo de Hannah sacudirse, y giró la cabeza hacia ella con alarma, y después hacia las Drakes en el apretado círculo. Ilya Prakenskii jugaba una enorme parte en la conexión mental de las Drakes con Hannah. Jonas sabía que la reacción de Hannah había venido de Ilya. Miró hacia la puerta y Joley se deslizó en la habitación. Joley, la más famosa de las Drakes. Salvaje, desinhibida Joley. Tenía una voz que podía calmar o agitar a miles de personas. Nunca caminaba simplemente. Cuando se movía, fluía, cada curva exudando puro sexo sin adulterar. Jonas a veces sentía pena por ella. Había nacido con un atractivo que pocos podían resistir, por lo que lo sentía por el hombre que quisiera amarla.
Joley era ferozmente independiente, y muy, muy poderosa en su magia. Era una alegría y una presencia. Todas las hermanas cuidaban a las otras, pero Joley había hecho verdaderos sacrificios con su reputación para proteger a Libby. Como un hermano, a menudo se preocupaba por ella. Podía parar el tráfico simplemente paseando por la calle enfundada en un par de vaqueros. Pocos eran conscientes de lo inteligente que era. Menos aún sabían que tenía cinturón negro tercer DAM, que se había entrenado en Krav Maga, o que era una tiradora mortal con una pistola.
Jonas la observó con curiosidad mientras avanzaba por la habitación, su presencia incrementaba visiblemente la tensión. Joley dejó escapar el aliento e inmediatamente su mirada se clavó en la de Prakenskii. La energía estalló y las paredes se ondularon. Las mujeres de la habitación se quedaron congeladas. Los hombres se pusieron rígidos y prestaron atención, Jackson colocó su cuerpo protectoramente delante de Elle. Ella le dijo algo y la mirada de Jackson se deslizó sobre ella, fría como el hielo, y simplemente negó con la cabeza.
Durante todo ese rato, Ilya Prakenskii no parpadeó. No desvió la mirada de Joley. Parecía estarse llevando a cabo una extraña batalla, y entonces Joley desvió la mirada, empezando a ruborizarse desde cuello y subiendo por la cara. Brillaron lágrimas en sus ojos y ni siquiera el ruso pudo resistirse a Joley con la aflicción marcando su cara y las lágrimas en sus pestañas. Habló, su voz fue un murmullo bajo que Jonas apenas captó, algo en ruso, pero ante lo que fuera que dijese, Joley asintió con la cabeza y se sentó junto a Elle, que la tomó de la mano.
– Libby debería llegar en cualquier momento -le susurró Jonas a Hannah-. Estaba investigando pequeños gusanos letales, o lo que sea, en las hojas de árboles de una granja en el Amazonas. -Se acercó sus dedos de vuelta a la boca-. Es tan lista, Hannah, y no hay nada de malicia en su cuerpo. Te sacará adelante. No dejará que te pase nada.
Era más una plegaria que otra cosa, y lo reconoció como tal. Libby Drake era una sanadora, hacía milagros. Había salvado a su prometido, Tyson Derrick, y había salvado a Jonas. Libby parecía frágil, con su piel clara, su cuerpo esbelto y el cabello negro azulado, pero podía posar sus manos en alguien y arreglar lo que estuviese roto. La familia, el pueblo, y especialmente Tyson, la cuidaban, porque era muy difícil para ella rechazar a la gente que necesitaba ayuda, y la carga que le suponía era tremenda.
Jonas sabía que necesitaba un hombre como Tyson en su vida. Él era capaz de frenar a Libby y protegerla. Normalmente Jonas habría estado hombro con hombro con él, pero no esta vez. Esta vez Jonas estaba preparado para hincarse de rodillas y suplicarle que salvara a Hannah. Eso era egoísta y estaba mal. Quería a Libby y sabía que sanar a Hannah sería un riesgo, pero ella tenía que mantener a Hannah viva… simplemente no había otra opción.
Sintió el cambio en todo el mundo en el momento en que Libby dio un paso atravesando la puerta de la sala de espera. El miedo se convirtió en cautelosa esperanza. Era una terrible responsabilidad la que todos estaban poniendo en ella y Jonas sabía que Hannah no querría esa responsabilidad de vida o muerte para su hermana -pero a él no le importaba, que Dios le ayudase- porque por mucho que las quisiese a todas, ninguna le importaba como lo hacía Hannah. Se odiaba por esa vena egoísta, pero era lo suficientemente sincero como para admitir que las arriesgaría a todas ellas y a sí mismo para salvar a Hannah.
Observó a Libby a través del cristal. Parecía pequeña y frágil, para nada una mujer capaz de reunir la fuerza de las otras y usarla para curar a su hermana. Si hubiese estado caminando por una calle llena de gente, nadie habría sospechado el poder que esgrimía. Saludó a sus padres y hermanas, todo el tiempo aferrando con fuerza la mano de Tyson. Jonas sospechaba que su prometido no estaba muy contento con lo que estaba a punto de hacer, y no le culpaba. Si fuese Hannah la que estuviese arriesgando la vida, él habría sentido lo mismo.
Avergonzado, bajó la cabeza hasta el colchón al lado de ella.
– Te amo, Hannah. Más que a mi propia vida, más que a cualquier otra. Sé que no seré capaz de mirarme al espejo durante bastante tiempo después de esto, pero tienes que vivir, nena. Por todos nosotros. ¿Me escuchas? Toma lo que Libby te dé y vuelve con nosotros.
Jonas sintió la reunión de poder empezando a rebotar en las paredes. La sala de espera se inundó de un brillo de muchos colores, una brillante explosión de amarillos y naranjas que ocupaban los espacios alrededor de las mujeres Drake mayores. Levantó la cabeza para ver el poder y la energía en la habitación en la forma de varios colores rebotando en las paredes. Las mujeres se tambalearon ligeramente con sus cuerpos gráciles.
Y entonces las hermanas de Hannah se levantaron juntas, sus voces elevándose en un canto melódico. Joley sacaba los colores del fuego, rojo, naranja y dorado; Sarah tenía los colores del aire, amarillos y verdes; los colores de Abbey venían del agua, azul y verde mar; Kate era tierra, sus colores marrones y verdes; Elle estaba rodeada por todos los colores de los elementos en varios tonos, representándolos a todos. Por último, Libby las unía a todas en espíritu, una luz blanca con bordes violetas la rodeaba, moviéndose hacia fuera para abarcar los otros.
Jonas pudo sentir la corriente de electricidad y supo que estaban obteniendo energía de todas las fuentes que los rodeaban. Las seis hermanas de Hannah, su madre y sus seis tías. Trece mujeres extraordinarias reunidas en un lugar con un único propósito… curar a Hannah.
Ilya Prakenskii se levantó, su cuerpo todavía tambaleándose por el esfuerzo de sostener a Hannah. Para asombro de Jonas, también vibrantes colores brillaron misteriosamente a su alrededor. Vívidamente brillantes, eran más bien como los de Elle con todos los distintos colores, pero aún así diferentes, los tonos distintos de los de las mujeres. Sólo los rojos y dorados y amarillos combinaban exactamente con los de Joley, tanto que los colores parecían fundirse unos en otros. Pequeñas chispas siseaban y brillaban en el aire entre ellos, sumándose al poder que se reunía.
El personal del hospital estaba inquieto, mirando la escena con precaución nacida de la creciente tensión en la sala de espera. El aire estaba cargado de ella. Sentado al lado de la cama de Hannah, Jonas se negó a abandonar su sitio. Si iban a entrar -y lo iban a hacer; nada, ni siquiera la seguridad los detendría- él iba a ser testigo de la curación. Tenía que creer que Hannah viviría. Tenía que salir de la habitación creyendo que ella viviría, o no sobreviviría a la noche.