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Los pelos de sus brazos se erizaron cuando las mujeres llenaron la habitación, de una en una. La enfermera protestó, pero nadie le prestó atención, e imperiosamente la madre de Hannah la mandó callar con un gesto. Las mujeres Drake rodearon la cama; Libby y una de las tías que Jonas reconoció como Nanci posaron las palmas de sus manos en Hannah mientras las otras juntaban las manos.

El efecto fue un espectáculo de luz deslumbrante, aunque la habitación no estaba invadida de luz, lo estaba el cuerpo de Hannah. Se deslizaba sobre ella, a su alrededor, atravesándola. La luz jugaba sobre su piel y presionaba hacia adelante por sus poros, o quizás brotaba desde el interior. Jonas no podía decir lo que iba primero. Un baile de colores centelleaba a su alrededor, y la piel de Hannah pasó de blanca pálida a luminosa.

Jonas mantuvo posesión de sus dedos y fue consciente del calor lentamente sacando el sudor frío de su piel. Calidez pulsó a través de ella en ondas. Sintió cómo ella se estiraba en su mente. Una suave investigación. Alarma. Hannah surgiendo. Sus largas pestañas se agitaron y el corazón de Jonas casi se paró. El cántico nunca flaqueó, sino que continuó bajo y melodioso.

Le echó una mirada al monitor del corazón. El latido débil y errático se había reforzado a algo mucho más estable, y el alivio lo hizo derrumbarse de vuelta en su asiento. Esperó, pero ella no abrió los ojos.

– Suficiente, Libby -dijo Tyson-. Puedes volver mañana, pero hoy es suficiente. Lo digo en serio.

Las manos de Libby permanecieron en Hannah, pero las mujeres que cantaban pararon, sus colores desapareciendo a medida que retiraban su apoyo. La señora Drake puso su brazo alrededor de Libby y físicamente la separó de su hermana.

– Tyson tiene razón, Libby, no podemos correr ningún riesgo. Ella está mejor, más fuerte. Esto es todo lo que podemos hacer hoy.

– Va a vivir, Jonas -le aseguró Sarah cuando él iba a protestar.

Jonas quería gruñir a Tyson, lanzar algo contra las máquinas mientras ayudaban a Libby a salir de la habitación. Su color había desaparecido y tropezaba, obviamente debilitada. Asimismo las Drakes más mayores ayudaron a Nanci, aunque ella no se veía tan mal como Libby. Hannah no se movió. A parte de un aleteo de sus pestañas, no había mejorado.

Elle le tocó la mano. Kate lo besó. Abbey rozó sus dedos por encima de su mano y la de Hannah unidas. Joley se quedó al lado de la cama sollozando.

– ¿Cómo pudo pasar esto, Jonas?

– No lo sé, cariño. De verdad no lo sé.

– Pero lo averiguarás. Te asegurarás de que quienquiera que sea el responsable no se vuelva a acercar a ella, ¿verdad?

– Prakenskii cogió el cuchillo, y en el forcejeo, su atacante murió.

Joley levantó su cara surcada de lágrimas para mirar al ruso.

Este tenía la cara gris, cansada, tallada con líneas profundas.

– Gracias otra vez. ¿Lo conocías? ¿Lo reconociste? Cuando lo tocaste, ¿percibiste algún sentido de por qué atacaría a mi hermana?

– Sentí su miedo. Sólo eso. Se derramaba de él.

Jonas frunció el ceño.

– Él peleó contra ti. Yo estaba viendo la retransmisión. Luchó contra ti y continuó intentando ir a por ella.

Joley emitió un pequeño sonido de angustia, de protesta.

– Lo siento, cariño -dijo Jonas-. Esto no es algo que necesites escuchar. Hablaré con Prakenskii más tarde. Los dos estáis exhaustos. Me voy a quedar con Hannah. ¿Por qué no os reorganizáis?

– Te llevo a hotel -dijo Ilya, haciendo que fuese una declaración-. ¿Tienes a tu gente de seguridad contigo?

Ella asintió.

– No puedes atravesar a los reporteros.

– Te sacaremos fuera -dijo con firmeza-. Vamos, Joley. Necesitas descansar.

Jonas la besó y la abrazó antes de girarla con un poco de renuencia hacia Ilya Prakenskii. Sin ninguna duda el hombre había salvado la vida de Hannah, pero Jonas temía sus motivos. Era el guardaespaldas de uno de los mafiosos rusos más poderosos y era temido desde Europa a los Estados Unidos.

– Sus señales se ven mejor -dijo la enfermera cuando estuvieron solos, distrayéndolo de sus pensamientos. El ambiente estaba tranquilo y no había colores parpadeando o sensación de poder. Después de la impresionante exhibición, se sentía abandonado.

Echó un vistazo a la enfermera en su traje azul y su etiqueta con el nombre, su pelo echado hacia atrás. Se veía esmerada y eficiente. Esperaba que también fuese competente.

– ¿Qué hicieron exactamente? Hay un cambio definitivo en ella. No tiene sentido, pero se ve como si pudiese respirar por sí misma.

Jonas permaneció en silencio mientras la enfermera consultaba con el doctor, y durante las siguientes horas, le permitieron a Hannah que respirase cada vez más por su cuenta. Fue un enorme alivio cuando finalmente la desconectaron del respirador, el primer signo de que podría vivir.

Jonas se acercó las yemas de los dedos de Hannah a sus labios y se inclinó hacia delante hasta que su cabeza descansó en el colchón al lado del cuerpo femenino. Nunca había sido capaz de soportar los hospitales, no después de que se llevaran a su madre de su habitación, para no volver. Los sonidos y olores eran los mismos. Las máquinas parecían vivas cuando cerró los ojos y escuchó, como había hecho tantos años atrás. Rezando. Rezando por un milagro, justo como estaba haciendo ahora.

No fue consciente del paso del tiempo. A veces le susurraba a Hannah, otras dormía. La enfermera se mantenía cerca, vigilando a Hannah. Mantuvo la cabeza baja y se permitió dormitar, quedándose dormido hasta que estuvo en algún lugar entre dormido y despierto, donde su madre lo miraba fijamente con ojos llenos de dolor y un hombre acuchillaba a Hannah con violencia mientras él estaba detrás de una pared, golpeando con los puños, intentando destrozarla y llegar hasta ellas.

Jonas se despertó de repente, cuando una enfermera distinta entró en la habitación. Miró alrededor buscando a la enfermera habitual de Hannah. Le gustaba y confiaba en ella.

La mujer lo miró y apartó los ojos, quizás, pensó, por lo malditamente consternado que parecía. Quería que Hannah mostrase signos dramáticos de haber respondido a la curación de las Drakes. ¿No se debería haber levantado y exigido la cena, o algo así? ¿Destrozado las vendas y haberle sonreído? En lugar de eso yacía durmiendo como en coma, su corazón y pulmones todavía siendo controlados.

Intentó aliviarse la opresión en el pecho, lanzándole a la enfermera una falsa sonrisa.

– Creía que Katherine era la enfermera del turno de noche de Hannah. – ¿Era Katherine el nombre correcto? La enfermera se había presentado, pero no lo podía recordar. Estaba tan confuso… tan enfadado.

– Katherine me pidió que le diese sus medicinas. -la enfermera no lo miró mientras caminaba alrededor de la cama, con una jeringuilla en su mano.

El radar de Jonas de repente reaccionó violentamente. Se levantó, estirándose de forma engañosamente vaga, con los ojos atentos sobre la enfermera, notando el hecho de que sus manos estaban inestables. Su voz era un tono liso monocorde, y en ningún momento lo miró directamente. La duda se deslizó por su espina dorsal, duda y alarma.

– Es muy amable que os ayudéis unas a otras. Se suponía que Katherine iba a volver enseguida. Se supone que Hannah todavía no puede quedarse sola así. ¿Qué la retrasa? -puso censura en su voz. El nombre no había sido Katherine. Quizás Kelley, pero definitivamente no Katherine. Había estado en su placa. Un nombre con “K”.

La enfermera no se detuvo. No lo miró.