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Jonas golpeteo con los dedos en la mesita de la sala de espera, frunciendo el ceño mientras se concentraba. Cada vez parecía más y más como si los padres pudiesen haber sido programados para matar. Pero ¿por qué? ¿Y por quién?

– ¿Ha entrevistado a la hija?

– Está bastante destrozada. No pude hacer mucho con ella. Conocía a Hannah Drake y la admiraba, pero el mundo entero conoce la cara de la señorita Drake. No noté que fuera demasiado fanática de ella y como dije, cuando buscamos en la casa, había fotografías de estrellas de cine, no de modelos, en su habitación. Encontramos dos revistas en la casa en las que salía la Señorita Drake, pero eso no es insólito tampoco. Su cara está en la portada de muchas revistas. -El detective no podía evitar las miradas rápidas y curiosas que seguía lanzando a Hannah a través del cristal-. Creo que la señorita Drake está bastante a salvo por lo que respecta a la niña y no hay ninguna familia que vaya tras ella.

Conteniendo el impulso de derribar a Stewart, Jonas se pasó las manos por el cabello y siguió la mirada del detective. Para su asombro, Hannah le devolvió la mirada. Su corazón saltó.

– ¿Me haría el favor de mantenerme informado de cada aspecto de la investigación? En cuanto sea posible, llevaremos a Hannah a casa.

– Tendré que hablar con ella. Los doctores dijeron esta mañana que había mejorado de manera espectacular.

– No lo suficientemente espectacular como para que hable con ella. Le avisaré si dice algo o si está en condiciones de ser interrogada.

El detective asintió con la cabeza y se alejó, echando un vistazo una vez más hacia Hannah mientras lo hacía.

Jonas murmuró maldiciéndole mientras volvía a la habitación cambiando inmediatamente a una sonrisa

– Te has despertado, Hannah. Llevabas durmiendo ya algunos días. Me has asustado infernalmente -Se sentó en una silla, con el corazón palpitando, intentando parecer relajado y optimista.

Parecía una momia, envuelta en gasa desde las caderas hasta las mejillas. Su cara, lo poco que se podía ver, estaba hinchada y magullada. Tenía la piel tan blanca que parecía confundirse con las vendas y las sábanas a su alrededor. Su mirada estaba fija en él y si él no se equivocaba, estaba a punto de llorar.

Jonas se inclinó hacia delante y le presionó la palma sobre la cabeza, proporcionándole contacto y calor

– Todo va bien, cariño. Todo lo que tienes que hacer es estar tumbada ahí y mejorarte. Estás fortaleciéndote. -Nunca conseguiría sacar esta visión de ella de su mente. Nunca olvidaría el pánico que le atravesaba. Nunca superaría la terrible y profunda pena que calaba hasta los huesos. No podía cerrar los ojos sin ver el cuchillo. La sangre. Nunca se había sentido tan desvalido ni tan inútil e impotente en su vida. Debería haber estado allí. Dios del cielo. Yo debería haber estado allí.

Jonas

Oyó el miedo en su voz, el eco en su propia mente. Su estómago se encogió en reacción. Luchó contra la respuesta física y se obligó a sonreírle tranquilizadoramente.

– Lo sé, cariño. Él ya no puede hacerte daño. Nadie volverá a hacerte daño otra vez. ¿Cómo te encuentras? ¿Sientes dolor?

– Mi garganta -Me duele al hablar. Mi garganta esta áspera. Me duele por todas partes. Incluso la boca.

El doctor había dicho que su voz nunca sería la misma.

– La enfermera puede darte más medicación para el dolor.

No. Sólo quiero irme a casa. Llévame a casa. Parezco un monstruo de feria. Todos me miran, incluso las enfermeras.

– Vamos a llevarte a una habitación privada, donde podamos vigilarte más fácilmente. Te sacaremos de aquí cuanto antes.

No puedo recordar demasiado.

Él utilizó el pulgar para limpiarle una lágrima de la mejilla. Las pestañas estaban mojadas y de punta y resultaba tan enternecedora que deseó abrazarla y protegerla contra todo y todos.

– No tienes que recordar. Todos estamos aquí contigo y vamos a llevarte a casa.

– ¿Qué aspecto tengo? -Levantó una mano vendada y tocó el vendaje de gasa que le rodeaba la cara.

Una sombra cayó sobre ellos y Jonás se giró justo a tiempo para ver a un hombre vestido de camillero haciendo una fotografía a Hannah con su teléfono móvil. Maldiciendo, Jonas saltó sobre él y cogió al hombre que se alejaba rápidamente. Arrancándole el teléfono, lo dejó caer al suelo y lo pisó con fuerza.

– ¡Eh! No puede hacer esto.

– Tienes suerte que no le detenga. -Jonas miró la etiqueta del hombre-. George Hodkins. Te quedarás sin trabajo por esto.

– Vale mucho dinero, hombre. Voy a la escuela y lo necesito.

– Vete al diablo -dijo Jonas apartándole de un empujón y pateando el teléfono roto con tanta fuerza que golpeó la pared. Señaló a la enfermera a cargo, empujando al hombre hacia ella-. Intentaba sacar provecho tomando fotografías de su paciente. En cuanto se ocupe de esto, me gustaría que la trasladaran a otra habitación donde podamos protegerla mejor.

La enfermera le frunció el ceño al hombre.

– Sí, desde luego, señor Harrington. -Dirigió su atención al camillero-¿Cómo osas invadir la intimidad de una de mis pacientes?

Jonas los dejó y volvió con Hannah. Había sido demasiado fácil. Si el hombre hubiera tenido un arma en vez de una cámara, podría haber disparado a distancia. No podía proteger a Hannah aquí. Tenía que llevarla a algún lugar donde pudiese controlar todo movimiento alrededor de ella. Cuanto antes. Tenía que llevarla a casa. Joley les podría proporcionar un avión. Se hundió en la silla junto a ella, su mente repasando los detalles.

No puedes continuar tan disgustado, Jonas. Va a haber fotografías. Esas revistillas horribles deben tener un día de gloria. Reprimió un sollozo, pero no antes de que él captara en su mente como se giraba apartando la cabeza.

– Jodidos reporteros, Hannah. Puedo tratar con ellos. Tomaremos medidas para llevarte a casa en cuanto el hospital nos dé permiso. Tus hermanas y tías se turnaran para ayudarte a acelerar la recuperación durante el día así que nadie se cansará, pero ellas pueden sanarte mucho más rápido en casa. Saldremos de aquí en poco tiempo. -Y él podría controlar la seguridad a su alrededor mucho más fácilmente.

El enérgico golpe en la puerta hizo que Hannah se encogiera. Su agente, Greg Simpson, pasó rozando a Jonas sin echarle una mirada, inclinándose para depositar un beso en la coronilla de Hannah.

– No me han dejado entrar hasta hoy, Hannah. Esto es terrible. Tan terrible. ¿Quién haría algo tan brutal e imperdonable? Los reporteros no me dejan en paz. He tenido que conceder tantas entrevistas que he perdido la voz.

Hannah no giró la cara hacia su agente, pero se mantuvo quieta, casi congelada. Jonas sintió que la tensión y la angustia aumentaban y rodeó a Simpson para cogerle la mano vendada. Ella apretó los dedos alrededor de los suyos.

– Di no.

Simpson se giró como si sólo entonces notara la presencia de Jonas.

– ¿Qué? -preguntó rígidamente, mirando con el ceño fruncido hacia las manos entrelazadas.

– Podías decir que no a las ruedas de prensa. Decirles que se vayan al diablo. Están dando vueltas como buitres.

– Desde luego que lo hacen. Hannah es conocida y adorada en todo el mundo. Todos quieren saber como está -si va a vivir- si puede volver a recuperar su lugar en el mundo de la moda otra vez. Son grandes noticias. Debes haber visto todas las flores, las tarjetas y los admiradores.