Jonas sintió un pequeño temblor que atravesaba a Hannah.
– Es muy querida -admitió, queriendo que ella supiera que era consciente de la adulación del mundo entero.
– Por lo que desde luego tiene que decir algunas palabras para tranquilizar a sus admiradores. Puedo seleccionar a los reporteros que han sido buenos con ella, los que se preocupan…
Hannah se estremeció e hizo un pequeño sonido de consternación en la mente. No giró la cabeza o miró a su agente.
Jonas se levantó, obligando a Simpson a dar un paso atrás.
– Así que estás aquí para comprobar si Hannah está preparada o no para dar una rueda de prensa. No, no lo hará. No hablará a los reporteros. Y no entrarán fotógrafos a su habitación tampoco.
– No hay ninguna necesidad de enfadarse, señor… ¿Quién es usted de todos modos?
– Soy el prometido de Hannah. -Cuando la mente de Hannah se extendió hacia la de él en sobresaltada reacción, Jonas se inclinó para llevarle sus dedos a la boca. No te preocupes, cariño, no te sacaré de circulación aún. Sólo me estoy deshaciendo de este gusano por ti.
Por primera vez, hubo un fantasma de sonrisa en la contestación que se produjo en su mente. Es un poco gusano. Pero hace muy buenos tratos cuando se trata de conseguir trabajos
Es un sabueso de la publicidad.
– Hannah no tiene prometido. Yo lo sabría.
– Y de alguna manera la noticia se hubiera filtrado a la prensa.
– La prensa es parte de la vida de Hannah. -Simpson parecía de pronto triste, con la boca caída y los ojos como los un cachorro perdido-. Aunque no puedo ver como nuestra Hannah recobrará alguna vez la increíble belleza que la ha hecho tal estrella. Dios mío -Ambas manos revolotearon, yendo hacia su angustiada cara-. La cortó en jirones.
El cuerpo de Hannah se tensó como si alguien le hubiera pegado un tiro. Su reacción fue tanto física como mental, alejándose de Jonas, negándose a mirar a cualquiera de ellos.
Simpson atravesó la habitación evitando a Jonas mientras fruncía el ceño y se frotaba las palmas arriba y abajo sobre el pecho.
– Tendré que hacer un control de daños con las cuentas. Hay tantas. La empresa cosmética, el perfume. Estábamos negociando con la principal cadena de una marca de ropa. Tendré que conseguir a alguien que se prepare para hacerse cargo o lo perderemos todo. Hay gente que cuenta contigo. ¿Has hablado con algún cirujano plástico? ¿Será capaz de dejarte la cara como antes cuando te operen?
– Fuera. De. Aquí. Ya. -Jonas articuló cada palabra entre los dientes apretados.
– No. No. No lo entiende. Cree que no tengo compasión, pero mi trabajo es dejar a un lado las emociones y mantener el negocio de Hannah en funcionamiento. Soy el responsable de aclarar este lío.
– Eres responsable de meterla en él -gruñó Jonas, sabiendo que era injusto-. Ella no debería haber estado allí en primer lugar. Vete al infierno y déjanos solos.
– Volveré, Hannah, cuando seas tú misma y podamos hablar de esto – dijo Simpson mientras abandonaba la habitación.
– Maldito pequeño sapo -siseó Jonas por lo bajo. Se hundió de nuevo en su silla-. Todo en lo que piensa es en su comisión.
Hannah no volvió la cara hacia él. Sus dedos se abrieron y su mano resbaló de la suya. Se le encogió el pecho y contuvo una oleada de miedo mezclado con cólera. Sus emociones estaban por todas partes y tenía que refrenarlas si iba a hacerle a ella algún bien. Se sentó a horcadas sobre la silla y la observó durante un momento, la línea tensa de su cuerpo, la cara apartada.
– ¿Estás preocupada por lo que dijo? ¿Cicatrices? ¿Perder tu carrera? -A él no le había preocupado otra cosa que su vida. La quería viva de cualquier modo que pudiera conseguirlo.
¿No lo estás tú?
Contuvo su primera respuesta y analizó la voz de su cabeza. La ventaja de la telepatía consistía en que la emoción iba con la voz y ella estaba herida, pero sobretodo terriblemente asustada. Y sentía aprensión por como se vería.
– Tú no eres tu cuerpo, Hannah. Nunca lo has sido para mí. No sé para el resto del mundo, todo lo que puedo decirte es que amo… a la persona. La única que me hace reír y enfadar tanto que podría sacudirte. Me haces sentir vivo. Me haces sentir querido. Nunca había tenido esto, ¿sabes?. Mi casa no era como la tuya. Ahora, cuando voy, me das té, galletas y la mitad del tiempo me espera una comida. Me haces sentir importante y que pertenezco allí. -Se aclaró la garganta, sintiéndose un poco tonto cuando ella no le miró-. Me haces sentir como un hombre debería sentirse… bien… cuando no me hechas el infierno encima.
A pesar de su miedo, Hannah respondió, volviéndose hacia él, con la mirada azul colisionando con la suya y la impresión de una pequeña sonrisa en su mente. Tú también me confundes. Gracias. Es aterrador no saber que aspecto tengo.
– ¿Libby no puede curar el tejido de la cicatriz?
¿Crees que hace milagros?
La pregunta quedó allí colgada. Ridícula. Conmovedora. Absurda. Y luego sintió la explosión de la risa rompiendo las paredes de su mente y quiso llorar. El sonido era suave, verdadero y tan perfectamente Hannah, su Hannah. A la que pocos conocían. Tenía que abrazarla. Sus brazos ansiaban cogerla, pero tenía miedo de hacerle daño.
Hannah alargó la mano y le acarició la mejilla. Tienes lágrimas en los ojos, Jonas. No te entristezcas. Yo estoy lo bastante triste por los dos.
Se tragó el nudo que amenazaba con ahogarle y le cogió la mano, atrayéndola hacia su pecho. Las yemas de sus dedos eran la única piel real que podía alcanzar y frotó las yemas de sus propios dedos hacia delante y hacia atrás, necesitando el contacto con ella.
– ¿Es triste pensar que pudieras tener cicatrices?
Había sido tan hermosa, tan asombrosamente hermosa. Podía entenderlo y tal vez esto le molestaría cuando terminara el miedo porque casi hubiera muerto ante sus ojos… no en esta vida… ni en la siguiente… pero algún día.
No sabía que alguien pudiera odiarme tanto. ¿Qué puedo haber hecho para hacer que alguien quisiera hacerme daño de esta manera? No lo entiendo.
Él se llevó sus dedos a la boca, besándolos, mordisqueándolos con los dientes, defendiéndose de las oleadas de náuseas y de cólera y del absoluto miedo crudo de pensar en un loco apuñalándola brutalmente.
– Nada, Hannah. Absolutamente nada. Era un desequilibrado. No hay ninguna explicación.
Ella tragó con fuerza y probó la voz.
– Tiene que haberla. -Su voz era baja y ronca, todavía melódica, pero sonaba como un susurro.
Aquel pequeño susurro viajó directo a su columna y por su cuerpo, conmoviéndolo, como sólo Hannah podía hacer. No había nada atractivo en estar acostada en la cama de un hospital, cubierta de vendas, pero su voz, sus ojos, el susurro que atravesaba su columna, llevaron a su cuerpo una alerta inmediata.
– Estoy jodidamente contento de que estés viva, Hannah.
Hannah parpadeó, impresionada por la explosión de emociones que surgió de él cuando por lo general era tan reservado, tan cuidadoso para no abrumarla.
– Estoy aquí. -Fue todo lo que se le ocurrió decirle cuando él estaba tan desgarrado. Podía sentir su dolor y le sorprendió que él lo permitiera.
Él negó con la cabeza
– Has estado muy cerca, Hannah. Muy cerca. Si Prakenskii no hubiera estado allí…
Las cejas de ella se unieron. Ahora lo recuerdo. Él me perseguía. Entre la gente. Tuve miedo por Joley. Ella hizo un sonido de angustia y le miró. Me preguntó si era una cantante hechicera.
Jonas sacudió la cabeza y echó un vistazo hacia la enfermera. No sé que es esto. ¿Qué significa? Sólo pensarlo la trastornaba. Podía ver que ella se estaba inquietando y la obligó a pasar el aire por sus pulmones en un esfuerzo por intentar calmarla.