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– Relájate, cariño, nada le ocurrirá a Joley. Tengo guardias veinticuatro horas al día con ella. Está demasiado alterada por ti para enfadarse conmigo además, lo que es una ventaja.

Hannah cerró los ojos, débil y agotada, su voz era todavía ese hilo ronco.

– Fuerte. -Era demasiado problema hablar en voz alta por lo que cambió. Su magia es fuerte y antigua. Conoce los viejos caminos, los caminos tradicionales.

Jonas le echó hacia atrás los salvajes rizos elásticos.

– Duérmete, amor. Prakenskii te mantuvo viva así que ahora mismo no me preocupa si él es el diablo en persona. Nos ocuparemos de todo eso más tarde.

Ternura. ¿Quién habría pensado que él era capaz de una emoción tan profunda? Y comenzaba a preocuparse por el hecho de que ella no pudiera hablar. El cuchillo le había atravesado la garganta. ¿Había allí más daño del que el médico había pensado en un principio? Probablemente. Muy probablemente. Incluso con las Drake unidas para sanarla, ellas intentaban mantenerla viva, no se preocupaban por esas pequeñeces

Jonas. No me dejes aquí sola. Quiero ir a casa. No me siento a salvo aquí.

Sonrió alrededor de las yemas de los dedos de ella.

– No tienes que preocuparte de que te deje sola, Hannah. Voy a encerrarte en una habitación en casa. -Sintió su estremecimiento, pero había algo más en su mente y frunció el ceño-. No te gusta la idea.

Hubo un pequeño silencio. Creyó que podría no contestarle.

Si hubiera estado fuera, nadie podría haberme hecho esto. Tengo poco poder dentro. Me siento segura fuera.

Jonas frunció el ceño.

– Hannah, no creo que entiendas lo que estás diciendo.

Está bien. No sé lo que estaba diciendo.

La voz se atenuó otra vez como si el agotamiento la abrumara, pero Jonas no estaba dispuesto a dejarla ir. Mentía. Sabía lo que estaba diciendo y era importante-. Puedes controlar los elementos fuera -dijo él-, y eso te hace sentir a salvo.

Ella no le respondió, pero él sintió como asentía en su mente.

Jonas negó con la cabeza.

– ¿Hannah, me estás diciendo que no te sientes a salvo dentro? ¿Aquí? ¿En el hospital? -Él sentía la misma tensión en el estomago antes de que las alarmas chillaran. Ella le había pedido que fuera a Nueva York. Él no la había escuchado entonces pero estaba malditamente seguro de que la iba a escuchar ahora.

– Cuando tú estás conmigo.

– ¿Todavía sientes que estás en peligro? -Tenían a la pareja. La niña no podía representar una amenaza. Estaba sedada en la clínica de desorden alimenticio. Era natural, se tranquilizó, que ella tuviera miedo. Había pasado por un ataque brutal que le había cambiado la vida. Tener miedo era simplemente eso, no precognición. De todos modos se le había secado la boca y el corazón se le había acelerado.

¿Qué quieres decir con… pareja?

Jonas maldijo por lo bajo. ¿Qué clase de idiota era? ¿Un aficionado? Ella giró la cabeza hacia él y abrió los ojos. Sintió el impacto de esa mirada azul todo el camino a través de su cuerpo, como una sacudida eléctrica. No estaba contenta con él. Había captado su pensamiento como si lo hubiera formulado en voz alta. Debería ser más listo a su alrededor, especialmente cuando ella hablaba telepáticamente. Se dio de patadas mentalmente.

Jonas ¿Qué pareja?

Le besó los dedos otra vez, deseando poder acunarla en su regazo y abrazarla.

– La esposa del hombre intentó inyectar Buethanasia en tu intravenoso. -La mirada de Hannah no vaciló. Era imposible apartar la mirada

¿Dijo por qué me quería muerta?

– No dijo nada. -Al menos eso no era una mentira. Ella sabría que estaba mintiendo, siempre lo sabía. Hannah continuó mirándole fijamente-. Por Dios -exclamó exasperado-. Esto no es importante ahora mismo. Yo me encargué de todo.

Entonces ella parpadeó. Largas pestañas bajando, proporcionando su cuerpo otra sacudida. Dios. Lo hacía tan fácilmente. Siempre lo hacía. Incluso envuelta en vendas como una momia, podía hacer que cada célula de su cuerpo se excitara…

Estoy herida, Jonas, no mentalmente incapacitada. Cuéntamelo. Tengo derecho a saberlo y no soy una frágil flor que vaya a marchitarse o a ser aplastada, así que cuéntamelo.

Frágil era exactamente lo que era. La tocó la cara con las yemas de los dedos, acariciando mechones de su pelo.

– Creo que tengo derecho a protegerte, Hannah. Te llevaste aproximadamente diez años de mi vida. No oculto nada. La mujer está muerta. No tenemos ni idea de que motivación tenía, pero la estamos buscando. Mientras tanto, me quedo contigo. No hay ninguna necesidad de tener miedo.

Esperaba tener razón. Rezaba por tener razón.

Tiene que haber una razón, Jonas. ¿Los conocía? ¿Los desairé de algún modo? Tal vez pensaron que había sido grosera con ellos. A veces la gente intenta dirigirse a mí cuando salgo del coche y no puedo hablar sin tartamudear así que sólo sonrío y saludo con la mano.

Le dolía el corazón por ella. Se inclinó acercándose más, su postura protectora, cariñosa. Le importaba una mierda si todo el mundo sabía como ella le volvía del revés.

– Esto no es culpa tuya. Deja de intentar que tenga sentido. No hay ningún sentido en ello, Hannah. -Utilizó la yema del pulgar, haciéndole pequeñas caricias en la frente-. Te amo, Hannah. Lo sabes, ¿verdad? Sabes que te amo.

La sintió retraerse, su mente separándose de la suya. Inmediatamente cautelosa. No tienes que decir eso, Jonas. No quiero que lo hagas, no ahora, cuando no sé que aspecto tengo.

– Ahora te estás cachondeando de mí, mujer. ¿Crees que estás hablando con ese pequeño roedor de Simpson? ¿Por qué demonios lo mantienes como agente?

Hannah parpadeó cuando pasó a enfadarse y luego a Greg Simpson. Es asombroso en el mundo de la moda. Realmente tiene un sexto sentido para los diseñadores, quién va a conseguirlo y quién no. Es mordaz y arrogante, pero ha construído las carreras de algunos de los nombres más grandes del negocio. Yo nunca lo habría conseguido sin él.

Jonas no estaba seguro de que eso fuera realmente cierto, pero ¿qué sabía él de la industria de la moda? Greg Simpson era un nombre respetado en el negocio y seguramente conseguía buenos tratos para Hannah. Jonas en realidad nunca había preguntado demasiado por la clase de dinero que hacía Hannah, pero sabía que era mucho, más de lo que le gustaba pensar.

– ¿Es siempre así?

No. Es un tiburón en las negociaciones de los contratos y los clientes le adoran. Sabe exactamente qué decirles. Esgrime mucho poder en la industria.

Había algo más, algo que se le escapaba. Si Greg Simpson era un agente tan bueno, entonces sería lógico que fuera lo suficientemente listo como para tratar a su cliente número uno con guantes de seda, pero no lo hacía. Era insultante y grosero. Daba ruedas de prensa cuando debería estar protegiéndola. Algo no funcionaba.

– ¿Hannah, le dijiste que ibas a dejarlo?

Permaneció callada, pero él vio el brillo de lágrimas en sus ojos. Su estomago se apretó y retorció en tensos nudos. Todo en su interior se quedó inmóvil y el poli asumió el control

– ¿Cuándo le dijiste que lo dejabas?

Hannah apartó la cara. Eso no importa.

– Por eso se comporta como una pequeña comadreja pomposa. No habrías tratado con él si siempre te tratara así. Le dijiste que lo dejabas. Eres su cliente número uno y gana mucho siendo el agente de la número uno. Maldita sea, Hannah ¿por qué no me dijiste que lo dejabas? -Se inclinó sobre ella, lo bastante molesto como para cogerle la barbilla cubierta de vendas y tirar para que le mirara-. Cuando estuvimos juntos, ¿por qué no me lo dijiste? Ya lo habías dejado, ¿verdad?