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Si no podía hacerlo, no volvería a Hannah, y no le había dicho ni una sola vez que la amaba. Ni una vez. Ni siquiera cuando sentada junto a su cama del hospital le daba fuerzas para que se recuperara le había dicho realmente las palabras. Las había pensado, soñado con decirlas, una vez incluso había empezado, pero no quería arriesgarse a perderla así que había permanecido en silencio.

Él protegía a la gente, eso era lo que hacía, quién era. Sobre todo, protegía a Hannah, incluso de sí mismo. Sus emociones siempre eran intensas; su rabia incontrolable, su necesidad de ella, el puro deseo que sentía cuando pensaba en ella. Había aprendido a ocultarle sus emociones desde que era un muchacho, cuando había comprendido que era empática y le hacía daño leer a la gente todo el tiempo. Había estado ocultando sus sentimientos tanto tiempo que era una segunda naturaleza para él, y sin importar el momento, siempre caía en la vieja excusa de que su trabajo la pondría en peligro.

Parecía bastante estúpido ahora, especialmente cuando la llamaba pidiéndola ayuda. Se apartó la mano del costado y miró la sangre espesa que cubría su palma. Sin molestarse en contestar a Jackson, Jonas tomó aliento y saltó, con el viento tras él, empujando con fuerza de forma que su cuerpo fue arrojado hasta el otro tejado.

No pudo mantenerse en pie o siquiera empezar a aterrizar graciosamente. Cayó con fuerza y de cara, el aire abandonó sus pulmones y el dolor ardió a través de su cuerpo como una marca candente.

La oscuridad se acercó, luchando por la supremacía, intentando arrastrarle hacia abajo. La deseaba -la paz de la inconsciencia- pero el viento fustigaba a su alrededor llevando una voz femenina, suave, suplicante, tentadora. Le susurraba mientras el viento alborotaba su cabello y acariciaba su nuca. Vuelve a casa conmigo. Vuelve a casa.

Su estómago se tensó y luchó por ponerse de rodillas, su estómago se retorció de nuevo. Jackson enganchó una mano bajo su brazo.

– Yo te llevaré.

Fuera del tejado. Abajo a la calle. Jackson lo haría, también, pero Jonas no iba a arriesgar más la vida de su mejor amigo. Sacudió la cabeza y forzó su cuerpo al límite. No le quedaba nada más que instinto de supervivencia y pura fuerza de voluntad. Encontró la escalera de incendios y empezó a descender, cada paso lastimando, su cuerpo gritando. Las oleadas de mareo y nausea empezaron a fundirse hasta que ya no pudo diferenciarlas. Sentía la cabeza ligera y el suelo parecía muy lejano, la realidad se distanciaba más y más hasta que simplemente se dejó ir y flotó.

En algún lugar en la distancia creyó oír el grito de una mujer. Jackson le hizo eco y una mano cogió la espalda de su camisa rudamente, el súbito tirón le lanzó más allá del límite hacia la oscuridad. La última cosa que oyó fue el sonido del viento abalanzándose sobre él.

Hannah Drake estaba en pie en la almena del capitán mirando al oscuro y furioso mar, con los brazos alzados mientras atraía el viento hasta ella, canalizándolo y enviándolo a través de la noche hacia Jonas Harrington. Miedo y rabia se entremezclaban, dos poderosas emociones, tronando en su corazón, corriendo a través de su riego sanguíneo formando un brebaje de alto octanaje que añadía combustible al poder del viento. Diminutos puntos de luz iluminaban el cielo alrededor de sus dedos mientras continuaba acumulando y dirigiendo la fuerza de su voluntad. Muy por debajo de ella, el mar se alzaba en el aire cuando las olas se estrellaban contra las rocas. El océano se arrojaba y mecía, engendrando pequeños ciclones, retorciéndose en la superficie, columnas gemelas de agua arremolinante con una rabia similar a la suya.

Oyó la voz de Jonas en su cabeza, el sonido fue una caricia, una suave nota que a la vez la caldeó y provocó un estremecimiento en todo su cuerpo. Sonaba demasiado cercano a un adiós. Un puro terror la atravesó. No podía imaginarse la vida sin Jonas. ¿Qué iba mal? Había despertado con el corazón palpitando y el nombre de él en sus labios. Había sabido que algo terrible estaba ocurriendo, que su vida estaba en peligro. Algunas veces, le parecía que la vida de él siempre estaba en peligro.

– Oh, Jonas -susurró en voz alta-, ¿por qué sientes la necesidad de hacer estas cosas?

El viento le arrebató la pregunta y la llevó mar adentro. Sus manos temblaban y se mordió el labio con fuerza para mantener el control. Tenía que traerle a casa de una pieza. Fuera lo que fuera en lo que estuviera metido, era terrible. Cuando abrió su mente a la de ella, cuando conectaron, captó sólo breves vistazos del interior, como si él hubiera compartimentado sus sentimientos y recuerdos tan apresuradamente como fuera posible. Vio dolor y sangre y sintió su rabia en un breve destello catastrófico que él cortó abruptamente.

Necesitaba una dirección para mantenerle a salvo, y la encontró y mantuvo a través de Jackson. Él estaba más abierto a una conexión psíquica, mientras que Jonas estaba demasiado preocupado por estar consumiendo sus energías. Jackson la dejó ver la situación del callejón, la condición en la que estaba Jonas, y el edificio que tenían que escalar.

Envió un pequeño reconocimiento, utilizando calidez y color, sabiendo que Jackson entendería, y una vez más alzó los brazos. Comandó a los cinco elementos, tierra, el más físico de todos los elementos; fuego, a la vez poderoso y aterrador; aire, siempre en movimiento, su favorito, su compañero constante y guía, proporcionando visualización, concentración y el poder de los cuatro vientos; agua, la mente psíquica; y por supuesto, espíritu, la fuerza que unía al universo mismo.

Hannah, nena, ahora o nunca.

Hannah tomó un profundo y esclarecedor aliento e incrementó el poder del viento, apuntando y enfocando, utilizando su mente para hacer que los elementos la ayudaran. Murmuró una pequeña plegaria de agradecimiento y se abrió a sí misma al universo y a toda la fuerza potencial que podía reunir para ayudar a Jonas. El aire sobre ella se espesó y oscureció, las nubes empezaron a hervir y burbujear en un furioso brebaje. La electricidad centelleó y crujió a lo largo de los bordes de las nubes más pesadas y el viento empezó a alzarse aún más, haciendo que los ciclones salieran del mar para crecer más alto y girar más rápido sobre el agua.

El terror atenazó su corazón y anudó su estómago. No podía imaginar su vida sin Jonas en ella. Era arrogante, mandón y siempre quería hacerlo todo a su manera, pero también era el más protector y cariñoso de los hombres que había conocido nunca. ¿Cuántos años hacía que pasaba esto? ¿Cuántas veces arriesgaría él su vida antes de que fuesen demasiadas?

Mantente a salvo. Susurró en su cabeza, envió el mensaje a Jonas, envuelto en suaves y cálidos colores y esperó que esta simple petición no revelara demasiado. El viento se alzó con su miedo, con su furia cuando recibió otro destello de Jackson. Los dos hombres estaban subiendo por la escalera de incendios y Jonas flaqueaba. Su corazón vaciló cuando le vio caer.

Hannah. Nena. No creo que vaya a poder volver a casa contigo.

Su corazón casi se detuvo. Por un momento hubo un instante de calma en la tormenta y entonces la furia la atravesó y ella la dejó crecer, esa terrible necesidad de venganza estaba dentro de ella, estallando, destrozando toda restricción que mantenía tan cuidadosamente sobre sí misma. Incrementó el viento hasta un feroz extremo, una furia demoledora que corrió a través de la noche y cayó como un hambriento tornado en ese callejón oscuro tan, tan lejano.

El vendaval persiguió a los hombres con sus armas insignificantes que resultaban inútiles contra las fuerzas de la naturaleza. Violentas ráfagas destrozaron las ventanas e hicieron llover cristales. Tablas eran levantadas y tiradas como si un niño revoltoso tuviera una pataleta. La dulce y angelical Hannah lo dirigía, su ataque de furia envió a los enemigos de Jonas a estrellarse contra el suelo, impotentes bajo la acometida del viento e incluso del frío granizo.