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– Estoy tan contento, nena. Habría estado bien. Amaría a un niño que adoptáramos, lo sabes. Pensé en eso un montón, Hannah, así que si Libby está preocupada porque eso pueda dañarte, o ser peligroso, iremos por el camino de la adopción.

Ella negó con la cabeza, apretando los dedos en su pelo. Él no iba a escucharla sobre el final de su relación. Por lo que a él concernía, habían cruzado juntos un puente y no había vuelta atrás. Sinceramente no sabía cómo se sentía al respecto.

Él presionó un beso contra la herida irregular que dividía un lado de su cara en dos.

– Siéntate fuera en el balcón mientras limpio esto. No quiero que camines por la zona descalza.

– Por favor no les digas nada a mis hermanas. -Dio un paso lejos de él, tiró de la bata con fuerza su alrededor, con cuidado de mantenerse de espaldas al océano. Podía oír al helicóptero dando vueltas sobre su cabeza-. Desearía que los fotógrafos se fueran.

Él Le guiñó un ojo.

– Bueno, estás haciendo maravillas por la economía de los alrededores. Los precios de las habitaciones se han triplicado e incluso cuadruplicado en Sea Haven. Especialmente cuando son habitaciones para los paparazzi. Todo el mundo está tratando de protegerte a su modo. El Salt Bar and Grill donde trabaja Trudy Garret ha colocado un nuevo carteclass="underline" no camisa, no zapatos, no servicio, no paparazzi, aunque no es que parezca disuadirlos. Ninguna de tus hermanas da un paso fuera de aquí sin ser fotografiadas.

– Dame mi manta. -Le indicó la que estaba al pie de la cama.

Jonas trituró más cristales bajo sus pies cuando cogió la suave manta y se la tendió. Hannah se la echó por la cabeza como una capa con capucha, escondiendo la cara en los pliegues.

Se giró hacia él, manteniéndose en las sombras de una esquina, pero levantó una mano e hizo entrar a viento que venía del mar. Este se apresuró dentro, fuerte y rápido, empujando al helicóptero de modo que el piloto no tuvo más opción que alejarlo de la casa.

– Si mantengo el viento soplando fuerte, no pueden venir a mí por el aire y puedo conseguir un poco de paz. -Empujó el pelo detrás de la oreja y se hundió en la silla que había puesto en una esquina del balcón donde podía mirar hacia el mar.

Encontró entrañable que la gente del pueblo buscara encontrar modos de ahuyentar a los fotógrafos y reporteros. Era una de las cosas que adoraba de Sea Haven. Aunque era verdad que ellos conocían los asuntos de los demás, también eran abiertos y amistosos y un apoyo en cada crisis o cada maravilloso acontecimiento.

Echó una mirada abajo a la playa y se sorprendió de ver a Joley y Elle caminando por la arena a plena vista de las cámaras. Elle levantó las manos como en broma, haciendo gestos a lo loco hacia Joley, que se volvió y le sopló un beso arriba hacia Hannah.

Hannah se mordió el labio. Sólo Dios sabía lo que las dos hermanas más jóvenes podrían hacer. No le llevó mucho tiempo averiguarlo. La arena se levantó en respuesta a las gráciles manos de Elle.

El viento de Hannah tomó los granos de arena, haciéndolos zumbar en apretados remolinos que se balancearon en altas columnas por la playa, dando en las lentes de las cámaras, golpeando con fuerza a los hombres y mujeres que trataban tan desesperadamente de conseguir un disparo de la cara destrozada de Hannah. El viento se alzó, lanzando las partículas más fuerte de modo que mordieron la carne y cubrieron el pelo, se metieron en las bocas y los equipos, ahuyentando a los intrusos.

Hannah sacudió la cabeza mientras Joley y Elle unían las manos, se giraban hacia ella y hacían una reverencia barriendo el suelo. Hannah no pudo evitar sonreír. Eran tan extravagantes. Hizo un gesto hacia el risco sobre ellas donde cámaras con zoom enfocaban sin compasión la casa de las Drake. Las dos chicas se miraron la una a la otra y sus risas subieron hasta Hannah.

– ¿Qué están planeando? -demandó Jonas, después de usar primero una aspiradora de mano, vaciando los cristales rotos en la papelera y saliendo al balcón-. Esa es su risa de bruja, la que siempre me dice que no están planeando nada bueno.

– Tengo que estar de acuerdo -dijo Hannah.

– Normalmente tú estás justo en medio del problema -añadió-. Las tres heredasteis el gen de los problemas. -Descansando sus manos en la barandilla, él entornó los ojos mirando hacia abajo a las dos mujeres Drake, las cuales miraban al norte esta vez, hacia los largos acantilados fuera, en el océano donde los pájaros por miles descansaban sobre las olas y la blanca espuma. Los pájaros se elevaron casi al mismo tiempo, llenando el aire con suaves alas extendidas, girando en el aire y dirigiéndose directamente hacia el risco. El cielo se oscureció con la migración. El sonido de las gaviotas chillando se mezcló con los gritos de alarma humanos cuando los pájaros cayeron en picado hacia los fotógrafos, ahuyentándolos. Un genuino chaparrón de excrementos de pájaro aterrizó en los acantilados, cubriendo las cámaras, la gente y los coches en las cercanías.

Jonas se inclinó sobre la barandilla y silbó.

– ¡Guau! ¡Amigo! No levantes la vista. Buena, Joley, ¡una diana perfecta! Aggg, eso fue sencillamente repugnante, debe saber a mierda.

Hannah sacudió la cabeza.

– Eres tan malo como mis hermanas.

– Bueno, esas pequeñas ratas desagradables pueden ir a hacer fotos a otro. -Se sintió bien al encontrar algo de humor en la situación. Las Drakes tenían su propio modo de manejar las cosas y probablemente este era mejor que el suyo. Quería hacer pedazos el caro equipamiento y sentir la satisfacción de su puño golpeando caras. Siendo un oficial electo -el sheriff- esa probablemente no era la mejor idea o la más apropiada.

– Supongo que deberíamos estar preocupados por la gripe aviar, aunque tal vez si todos la cogen, todo el mundo tendría un poco de paz durante un rato.

– Elle se encargará de eso -dijo Hannah-. Dejemos que se desfoguen. Es mucho más seguro con travesuras.

Él se giró para mirarla de frente, estudiando su cara escondida tan cuidadosamente dentro de la manta.

– Como la broma del sombrero que siempre estás haciendo. ¿Qué querías hacer en vez de robarme mis sombreros?

Ella se encogió de hombros.

– Tengo un temperamento terrible, Jonas. La mayoría de nosotras lo tiene. Libby no, naturalmente, tendrías que ser realmente horrible para conseguir irritarla, pero es más seguro hacer cosas divertidas o inofensivas que desahogarse con ira.

– Así que estabas realmente enfadada conmigo -persistió.

– A veces.

– ¿Qué tiraste al espejo?

Un golpe en la puerta le hizo fruncir el ceño y a ella suspirar.

– Hannah, es hora de que descanses. -Libby metió la cabeza en la habitación, con ojos sospechosos mientras miraba a Jonas-. No quiero que la agotes.

Hannah no pudo evitar echar una mirada al suelo para ver si los restos del espejo estaban recogidos. No sólo había desaparecido el cristal, sino que Jonas había apartado el marco y lo había guardado fuera de la vista. Le transmitió una sonrisa agradecida.

– Solamente estoy aquí sentada, Libby.

– Bien, no puedes excederte, cariño. Deberías estar todavía en el hospital. -Libby hizo varios gestos hacia Jonas, tratando de insinuarle que se fuera.

Él cruzó los brazos sobre el pecho y mantuvo su mirada.

– Me aseguraré que no se exceda -le aseguró.

Libby le miró con el ceño fruncido.

– Las visitas la cansan, Jonas.

– Afortunadamente, no soy una visita -le devolvió suavemente-. Soy de la familia.

Libby echó una mirada a su reloj de pulsera.

– De verdad creo que ella necesita tumbarse y echar una siesta.

Una ceja de Jonas se elevó.

– ¿De verdad? ¿Tú que crees, Hannah?

Era una oportunidad para deshacerse de él. Por otro lado, Hannah estaba cansada de ser tratada como una niña y él le pedía su opinión en vez de tenerla por ella. Estaba harta de que todo el mundo tomara sus decisiones.