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– Aún no me has explicado lo que es eso.

– Es peligroso, Jonas. Ella puede ser potencialmente mortal. El sonido puede causar un montón de daño e incluso puede matar. Joley es capaz de eso, por no mencionar que puede coger una habitación llena de gente, un estadio lleno de gente, y conseguir que hagan lo que ella quiera.

Jonas estaba asombrado. Se sentó allí intentando evitar que se le abriera la boca. Siempre había aceptado las cosas que las Drake podían hacer como algo bueno. Incluso con Hannah enviando el viento a rescatarle, ella había salvado su vida. No había pensado demasiado en los demás, no tan afortunados, los que habían sido atrapados por su furia.

– Joley es demasiado fuerte para ser usada de esa manera.

– ¿Lo es, Jonas? No lo sé, pero Prakenskii fue capaz de evitar que muriera y debería estar muerta. Libby podía haber sido capaz de mantenerme con vida durante mucho tiempo sin ayuda, pero sinceramente no sé si podría haberlo hecho. Se lleva fuerza, resistencia y un montón de poder. Un montón de poder. Él ya ha marcado a Joley. Y la cansa, susurrándole por la noche. Sólo un grupo pequeño de gente en el mundo sabe lo que es una cantante hechicera y lo que pueden hacer. Ilya Prakenskii lo sabe y aquella noche él y Nikitin me querían llevar al hotel con ellos. ¿Crees que Joley lo haría si Nikitin me pone una pistola en la cabeza?

Jonas se quedó muy quieto.

– No creerás que él pudo haber arreglado el ataque hacia ti y que luego hizo que Prakenskii salvara tu vida de modo que Joley sentiría que se lo debía, ¿verdad?

– Prakenskii no habla mucho, pero cuando salvó la vida de Alexander, nos dijo que se lo debíamos. Imagino que siente que es una deuda muy grande.

– ¿Él puede ser un cantante hechicero? -Porque si Joley podía hipnotizar a un estadio lleno de gente para hacer lo que ella quisiera, ¿no podría Ilya Prakenskii hipnotizar a una pareja para que asesinaran?

– Veo a dónde quieres ir a parar con eso y no creo que pudiera esconderlo de nosotras. Hemos estado en su cabeza demasiado. Una de nosotras tendría que saberlo.

Otro pequeño golpe en la puerta hizo que Jonas deslizara la mano dentro de la chaqueta para agarrar su pistola.

Sarah entró con una amplia y forzada sonrisa.

– Hannah, creo que tal vez te gustaría algo para comer. Realmente deberías conservar tus fuerzas.

– Yo también debería -le recordó Jonas relajándose-. Si vas a traer una bandeja a Hannah, tráeme una, también, por favor.

La mirada de Sarah barrió la habitación. Frunció el ceño.

– ¿Hannah? ¿Dónde está tu espejo?

– Tuve una pequeña confrontación con él -dijo Jonas-. Ella me quiere de todos modos ¿verdad, nena? -Se agachó frente a Hannah y le cogió la mano, levantando la mirada hacia Sarah con ironía-. Supongo que eso trae siete años de mala suerte.

Kate asomó la cabeza por la puerta.

– Hannah, tienes una visita. Ilya Prakenskii está aquí para verte.

Un escalofrío se deslizó por la columna de Hannah. No podía esconder su inquietud a Jonas, no cuando estaba tan cerca y sosteniéndole la mano.

– Iré abajo -dijo él.

Hannah apartó la mano, harta de ser mimada. Sí, estaba asustada, pero Joley era su hermana, su responsabilidad, y no iba a enviar a Jonas abajo mientras se encogía de miedo en su habitación.

– Mientras te vistes -añadió él-. No tardes todo el día.

– No -Sarah negó con la cabeza-. No necesita ir abajo. Quédate aquí, Hannah. Kate y yo podemos ir con Jonas y ver lo que quiere.

– No, necesito que Hannah venga conmigo. Quiero sus impresiones sobre cualquier cosa que Prakenskii diga o haga. Ella es la empática más fuerte entre vosotras.

– Elle y Libby son empáticas y Elle es más fuerte que cualquiera de nosotras -corrigió Sarah.

– Lo de Libby es la curación, Sarah -dijo Jonas con un leve tono de irritación-. Y Elle es volátil. Si Prakenskii está aquí para algo más que investigar a Hannah, no quiero que Elle comience una guerra. Mantened a Joley y a Elle lejos de él.

– Hannah no puede ir abajo -dijo Sarah-. Lo prohíbo.

– Hannah. -Jonas se volvió hacia ella, su tono era absolutamente neutral, su mirada tierna-. Dime lo que quieres hacer, nena. Preferiría que te quedaras pero si tu prefieres que no… di la palabra.

– Jonas -siseó Sarah-. Deja de presionarla. Siempre la estás presionando. Apenas ha salido del hospital. Necesita cuidarse.

Hannah se humedeció los labios repentinamente secos con la lengua. El corazón le latía con fuerza en el pecho y pequeñas taladradoras se movían por sus sienes, pero esto tenía que ser hecho. No por Jonas o por Sarah. Sino por ella. Se lo debía a él y además, quería mirar en sus ojos y leer del modo en que podía hacer con la mayoría de la gente, porque si representaba una amenaza para Joley, todos necesitaban saberlo.

– Jonas tiene razón, Sarah. Quiero ver a Prakenskii por mi misma. Necesito darle las gracias por salvarme la vida, y como Jonas, quiero ver si puedo leerle. Pasé mucho tiempo conectada a él.

– Y él tiene un camino hacia tu espíritu, Hannah. Hacia tu alma. Sabe quién eres y lo que puedes hacer.

– Eso es verdad -admitió Hannah-, pero al mismo tiempo, yo tengo un camino hacia su espíritu. No puede bloquearnos a todas y necesito encontrar información.

– Pero… -Sarah protestó.

– Vístete, nena -dijo Jonas con decisión-. Nos encontraremos contigo escaleras abajo-. Mantuvo la puerta abierta-. ¿Sarah? ¿Kate? Vayamos a ver que quiere Prakenskii.

CAPÍTULO 11

– Ilya, me alegro de volver a verte. -Jonas extendió la mano hacia el Ruso.

Ilya se levantó de la silla en la que Libby lo había sentado y estrechó la mano del sheriff. Saludó con la cabeza a Kate y Sarah.

– Esperaba poder ver a Hannah.

– Bajará en unos minutos -le aseguró Jonas-. Está mucho mejor.

– Me sorprendió que le permitieran volver a casa, unos pocos días más en el hospital le habrían hecho bien -dijo Prakenskii.

– Necesitaba estar en casa con nosotras -dijo Sarah-. Y Libby es médico. Se asegura que Hannah este bien cuidada.

Jonas estudiaba al Ruso. En el hospital, había estado demasiado preocupado por Hannah como para hacer otra cosa salvo estar a su lado y asegurarse de que viviera, pero ahora observó atentamente al hombre que le había salvado la vida. Ilya Prakenskii le dio a Jonas la impresión de un tigre enjaulado, calmo y atento, el poderoso y letal instinto agazapado y listo para saltar con las garras afiladas. Era imposible tratar de leer lo que había detrás de esos penetrantes ojos. Fríos como el hielo y afilados como dagas, los ojos de Prakenskii no revelaban absolutamente nada, ni siquiera a un profesional como Jonas.

– Y es fácil protegerla aquí, en su propio territorio -dijo Prakenskii, de forma casual. No había nada casual en la forma en que barría la habitación con la mirada, registrando cada detalle. Por un momento se enfocó en el intricado mosaico de azulejos de la entrada. Un músculo le latió en la mandíbula y la mirada encontró la de Sarah brevemente antes de desviarla hacia la entrada. Mientras se levantaba esbozó una educada sonrisa mostrando blancos dientes y nada más-. Ahí estás. Es bueno verte de pie y en movimiento, Hannah.

Llevaba puesta una suelta falda larga y una blusa de manga larga. Jonas cerró los ojos brevemente cuando entró en la habitación. Para él, era hermosa -completamente- absolutamente hermosa. Las cicatrices eran dentadas y atroces, de un rojo brillante y en carne viva, cosidas en la cara y en el cuello como furiosos parches, pero no importaba. Para él Hannah era etérea, misteriosa y sexy y el epítome del coraje femenino. Se había escondido de él, de sus hermanas, de reporteros y fotógrafos, pero se había negado a esconderse de un potencial enemigo. Con los hombros derechos, el cabello cayendo en largas espirales, e incluso sin maquillaje, y con las horribles heridas todavía tan frescas, parecía elegante, graciosa y acogedora.