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El orgullo lo inundó y Jonas se puso de pie, instantáneamente cruzó la habitación hacia ella y le deslizó un brazo alrededor de la cintura, su mirada encontrando la de Prakenskii. Era tanto una advertencia como una declaración entre hombres.

Prakenskii tomó la mano extendida de Hannah e hizo una pequeña reverencia.

– Estas sanando bien. Pronto, no habrá señales. ¿Estas durmiendo bien? Algunas veces, después de estos incidentes, uno tiene problemas.

Para sorpresa de Jonas, Hannah dijo la verdad.

– Tengo problemas, pero Jonas y Sarah me advirtieron que eso podría ocurrir, por lo que no me sorprendió ni me trastornó -Le señaló la silla-. Por favor siéntate. ¿Te gustaría beber un té?

– Me gustaría, gracias.

Hannah ondeó la mano hacia la cocina y se sentó frente a Prakenskii.

– Realmente era innecesario que recorrieras todo este camino para verme, pero lo aprecio -Le sonrió al hombre, pero deslizó la mano por el brazo de Jonas hasta que sus dedos estuvieron entrelazados y los apretó tan fuerte que se le pusieron blancos los nudillos.

– Por supuesto que quería saber como estabas -dijo Prakenskii-. Cuando uno desarrolla semejante conexión, el interés está siempre ahí.

El acento le dio un giro a las palabras y mantuvo la mirada firme sobre la cara de ella. Sarah se agitó con inquietud y Jonas sintió una ola de poder en la habitación, no podía decir de donde provenía, pero Ilya Prakenskii inclinó la cabeza en estado de alerta, como un lobo cogiendo el olor de la presa. Jonas lo observó atentamente y pudo ver como todo cambiaba y se concentraba debajo de ese sosegado comportamiento. Joley entró en la habitación. Pareció como si todos estuvieran conteniendo la respiración. La tensión subió otro punto.

Él lo sabía. ¿Viste eso Hannah? La sintió antes de que entrara.

La cabeza de Prakenskii se volvió hacia atrás, levemente, lo justo para que esos penetrantes ojos pudieran desplazarse entre Jonas a Hannah, y por primera vez, hubo sorpresa en ellos.

Lo sabe. La enronquecida voz de Hannah se deslizó dentro de la mente de Jonas. Sabe que eres telépata y le sorprende.

A mi también me sorprende, admitió Jonas con sinceridad.

Una vez más Prakenskii se puso de pie.

– Joley. Siempre es un placer verte.

Ella no le tendió la mano, pero le sonrió e inclinó la cabeza, de reina a campesino, los ojos café oscuro se volvieron casi negros mientras recorría con la mirada al ruso de la cabeza a los pies.

– No te levantes, Prakenskii, no es necesario.

– Es, sin embargo, caballeroso -dijo con una pequeña inclinación.

Joley se ruborizó, el color le subió por el cuello hasta llegar a la cara, y los ojos centellearon, puntos gemelos de obsidiana negra. El suelo se movió bajo sus pies, las luces parpadearon, las cortinas revolotearon, incluso las paredes ondularon con pulsantes olas cuando la habitación se agitó con poder. Una pintura que estaba sobre la chimenea cayó. Se detuvo abruptamente en el aire y entonces, antes de que chocara con el suelo, ascendió lentamente para volver a colgar ordenadamente en su lugar. Todos en la habitación se quedaron inmóviles absortos ante la obvia reprimenda de Prakenskii.

Hannah soltó la mano de Jonas y se levantó con la gracia usual, yendo hacia Joley, colocándose entre Prakenskii y su hermana y deslizó un brazo alrededor de la cintura de Joley.

– Gracias por tratar tan eficientemente con los periodistas, Joley. Me hiciste reír y pocas cosas me hacen reír estos días.

– Lo disfruté, aunque nada los detiene por mucho tiempo. Han rodeado el lugar. La única razón por la que la valla no ha sido tirada abajo y pisoteada es porque tenemos una fuerza de seguridad protegiéndola.

La bandeja de té entró flotando con varias tazas humeantes y la dirigió hacia Prakenskii, como si todos los días de la semana la gente viera bandejas flotando.

– Las galletas las hizo Libby, por lo que son particularmente buenas para ti, además de tener un sabor genial. La miel está en el botecito para la crema.

El Ruso tomó una taza y una galleta ágilmente, alzando la taza hacia Hannah en un saludo mientras se acomodaba nuevamente en el asiento. No aparentaba estar ni un poco molesto por la poco entusiasta bienvenida de Joley, pero la tensión persistía en la habitación.

– El lugar está invadido no sólo con fotógrafos y periodistas, sino también con admiradores. En la muchedumbre es imposible decir quien es amigo o enemigo.

Jonas se inclinó hacia delante, apoderándose de la mano de Hannah y tirando de ella hasta que se sentó a su lado. Se movió ligeramente, lo suficiente para colocar el cuerpo en una posición en la que pudiera defender a Hannah de ser necesario. No confiaba en Prakenskii, no con ese aura de peligro rodeándolo y con cada una de las hermanas Drake en alerta. Deseaba que Sarah y Kate hubieran mantenido a Joley fuera del enredo. Obviamente Joley y Prakenskii se llevaban mal y a pesar de las inexpresivas facciones de Prakenskii, podía ver, bastante claramente, la tormenta que acechaba bajo la superficie cuando posaba la mirada en ella.

Por alguna razón está enojado con Joley, confirmó Hannah, pero no puedo decir por qué. No sólo enojado, Jonas, está furioso con ella. Puedo ver atisbos de ello, como una rabia candente, y ni siquiera está bien escondida. Creo que no le importa si lo sé o no.

Era una complicación inesperada. Y las veladas advertencias de Prakenskii molestaban a Jonas.

– Si sabes algo, sólo dilo, directamente, Prakenskii. ¿Por qué piensas que hay enemigos en Sea Haven? Están muertos.

Sarah jadeó y Kate hizo un sonido de angustia. Libby frunció el ceño y omitió tomar una taza de té de la bandeja cuando pasó frente a ella.

– No creo que sea necesario discutir esto frente a Hannah -intervino Sarah.

Hannah aferró la mano de Jonas más fuerte. Lo estaban haciendo nuevamente, protegiéndola. ¿Había sido siempre tan cría que sentían la necesidad de envolverla en algodones y escudarla de cualquier peligro? ¿O era debido al ataque? ¿Había cambiado a sus hermanas tanto como a ella?

Jonas colocó la otra mano sobre la de ella, atrapándole los dedos y escondiendo los blancos nudillos de la aguda mirada de Prakenskii.

– Por supuesto que Hannah quiere saber si Ilya cree que hay más peligro. Todos queremos.

– No creo que hayas pensado ni por un momento que el peligro para Hannah pasó – dijo Prakenskii-. A mi me pareció un asesino a sueldo. Los asesinos a sueldo, tan principiantes como lo era este, son por lo general pagados y ordenados por otro individuo escondido en las sombras. Pero ya sabe eso, señor Harrington.

– ¿Jonas? -Hannah lo miró, forzándolo a encontrar la inquisitiva mirada.

– ¡Maldita sea!, Hannah, no me mires así.

– No la maldigas, Jonas -dijo Libby rápidamente.

Ambos la ignoraron.

– ¿No se ha acabado?

– Tú tampoco lo pensabas, así que no empieces con eso. Ese par eran unos idiotas. Como dijo Prakenskii, principiantes. Alguien tiene que estar detrás de esto. ¿Por qué crees que no estás en el hospital en este momento? Necesitaba que estuvieras donde tuvieras protección todo el tiempo.

– ¿Se te pasó por la mente que si estoy en peligro, y me traes aquí, también lo están mis hermanas? -siseó las palabras entre los dientes Hannah, con el cabello crepitando con electricidad y el líquido de la taza de té hirviendo.

– Sarah es una experta en seguridad. Tus hermanas son todas psíquicas y tienen suficientes poderes para ayudar. Aquí podemos ver que viene por nosotros.

– No voy a poner a mis hermanas en peligro, Jonas, ni por un minuto. Debiste decirme de inmediato que era lo que pensabas.