– Estoy de acuerdo con Hannah -dijo Prakenskii, uniéndose a la discusión sin remordimiento-. Las demás no deberían ponerse en el punto de mira. Eso sólo hace que haya más objetivos y por lo tanto más sospechosos.
Joley le tiró la taza de té, apuntando con mortal precisión. Prakenskii ondeó la mano y el proyectil y el líquido se detuvieron en medio del aire. Le dirigió una mirada mortal, los ojos azules oscureciéndose hasta asemejar un mar turbulento. Le dijo algo en ruso.
Hannah hizo un pequeño sonido estrangulado y la respiración de Joley fue un siseo de advertencia.
¿Qué dijo? ¿La amenazó?
– Si tienes algo que decirle a Joley, dilo para todos. Si estas amenazándola…
Le dijo que dejara de ser infantil, le aseguró Hannah a Jonas.
– Joley es perfectamente capaz de cuidarse de mí ¿verdad? -dijo Prakenskii
– Ciertamente -reconoció Joley y ondeó la mano hacia la taza de té. El líquido llenó la taza y flotó de regreso-. No te preocupes Jonas, estaré bien -le dijo algo en respuesta a Prakenskii en el idioma de él y luego cambió a español-. Y para tu información, Hannah es nuestra hermana. No nos esconderemos en una esquina mientras esté en peligro, así que ve a golpearte el pecho a algún otro lugar.
¿Qué dijo? preguntó Jonas.
Lo llamó con algunos apelativos viles
– Un día de estos, Joley, voy a desquitarme y entonces ¿que harás? -preguntó quedamente Prakenskii, sosteniéndole la mirada.
– No -intervino Hannah-. Necesito que me digas que piensas que está pasando, Prakenskii. Joley por favor.
Mira, Jonas, continua dirigiendo la atención hacia Joley. ¿Qué quiere de ella? Tengo miedo por ella. ¿Podría esto tratarse de Joley?
Jonas le dio vueltas a la idea en la mente. Parecía incorrecto. Todo hasta ahora parecía incorrecto. No hallaba la pieza crucial del rompecabezas, la que haría encajar todo en su lugar.
– Por favor acepta mis disculpas, Hannah -dijo Prakenskii-. No era mi intención molestarte. Quería asegurarme de que estabas mejor y prevenir al señor Harrington de que todavía siento que la amenaza es inminente. Desafortunadamente no puedo decir de donde viene ni hacia quién va dirigida
– ¿Por qué nos avisas? -preguntó Jonas con aspereza.
Prakenskii suspiró y bajó la taza de té.
– Quizás es tan simple como que la hermana de Hannah va a casarse con uno de los pocos hombres en el mundo al que puedo llamar amigo. -Desvió la mirada hacia donde Joley estaba apoyada rígida contra la pared-. O quizás quería ver, una vez más, si la razón por la que no puedo dormir por las noches vale la pena.
Joley se apretó contra la pared como si quisiera hacerse pequeña, aún así cada línea del cuerpo denotaba desafío.
– No te debo ninguna explicación en absoluto.
– Entonces requiero uno de los favores que tú familia me debe. No es tu deuda personal, pero es una deuda de honor que me debe tú familia.
Joley palideció.
– ¿Por qué? Te debemos dos vidas, ¿aún así requerirás una a cambio de una simple explicación de mi comportamiento? No eres el más brillante del planeta ¿verdad? -La melódica voz portaba un látigo de insulto y levantó la cabeza desafiantemente-. Pensé que lo sabías todo. No eres ni de cerca tan poderoso como quieres que todos creamos.
– Demasiado poderoso como para ser aguijoneado por una maleducada e ingrata cobarde que todavía es una niña jugando a ser adulta.
Pero los insultos lo habían alcanzado. El equilibrio en la habitación había cambiado desde las Drake a Prakenskii y tanto Hannah como Jonas lo sintieron. Hannah intervino de nuevo.
– Soy yo quien le debe, señor Prakenskii. Si fuera tan amable de decirme que implica su favor, haré lo mejor que pueda para ayudarlo.
– Me gustaría una explicación…
– No. No preguntes -dijo Joley-. Por favor no preguntes.
– Te di todas las oportunidades para que me lo explicaras.
– Me cazaste día y noche, me atormentantes. Me hiciste enfadar. No es asunto tuyo. Es tonto usar un favor de nuestra familia por algo tan trivial.
– Trivial. -Se detuvo, y su ira se derramó en la habitación, candente, justo como Hannah había dicho, un volcán en erupción, tanto que las paredes se hincharon, incapaces de contener la energía roja y negra que prorrumpía en la habitación. El suelo se sacudió y sombras se movieron en el mosaico de azulejos. Voces femeninas articularon misteriosas advertencias, elevándose desde el suelo y las paredes.
Las hermanas Drake se levantaron de un salto, y Jonas interpuso el cuerpo entre las mujeres y el furioso Ruso. No miraba a nadie excepto a Joley. Ambos de pie, las miradas trabadas en una batalla de la que nadie más era parte o podía entender.
– Basta. -Hannah los miró ferozmente-. Por favor siéntese, señor Prakenskii. -Como no se movió, ella se acercó más-. Ilya. Por favor.
Prakenskii lentamente apartó la mirada de Joley y tomó asiento. Joley sacudió la cabeza mientras los demás se relajaban visiblemente y luego giró sobre los talones y dejó la habitación. La tensión disminuyó instantáneamente.
– Por favor acepta mis disculpas nuevamente, Hannah -dijo el Ruso-. Debí tener más cuidado. Rara vez me enfado. No tengo excusa. -Se llevó la taza de té a la boca, sopló para enfriar el hirviente líquido y tomó un trago.
– No entiendo. ¿Por qué está tan enojado con Joley? ¿Está en algún tipo de peligro?
Hannah se forzó a abrir la mente, alcanzando -expandiendo- para captar un atisbo de verdad en él. Sintió una descarga de emociones, la intensidad casi abrumadora, pero rápidamente, él apuntaló las defensas y se volvió frío como el hielo.
– Joley se arriesga deliberadamente.
Hannah se hundió en la silla y miró brevemente a Jonas. Prakenskii creía estar diciendo la verdad. Captó eso tanto como que enterraba profundamente el temperamento que lo acompañaba.
– ¿Qué quieres decir? -Por un momento apenas pudo respirar. ¿Estaba alguien detrás de su hermana, de la misma forma en que alguien la quería muerta?
Sarah abrió la boca pero Hannah levantó la mano imperiosamente, deteniendo eficientemente cualquier cosa que quisiera decir. Hannah nunca se hacia cargo y eso conmocionó a sus hermanas.
Joley volvió a la habitación, con los oscuros ojos centellando.
– ¿Quieres saber acerca de las fotografías en las revistas? ¿Yo con mi último amante? -Miró ferozmente a Prakenskii, ambas manos en las caderas, sacudiendo la cabeza de forma que el cabello flotaba en todas direcciones-. Es publicidad. El hombre ya es historia, por lo que no necesitas el nombre, pero el fotógrafo nos siguió a la casa que Tyson había comprado para Libby y nos pilló. ¡Vaya cosa!
Prakenskii nunca apartó los ojos de la cara Joley mientras hacía la declaración. Se le escapó un largo y lento siseo y se levantó con un fluido movimiento, con toda la gracia y amenaza depredadora y mortal peligro de un tigre adulto.
– Cuando uno reclama un favor, se dice la verdad. Demando la verdad y el nombre de ese hombre que puso las manos y la boca sobre ti.
– ¿Qué diferencia hay en quien es él? -La barbilla de Joley estaba alzada, los ojos lanzaban chispas.
– No quisiera matar al hombre equivocado.
– ¡Epa! Detente ahí. -Jonas se levantó de un salto-. No puedes hacer amenazas así.
– Es una cuestión de honor. -No había emoción en su voz, en absoluto. Prakenskii se encogió de hombros como si una vida no le importara nada.
Las Drake se miraron entre ellas, perplejas, y luego a Joley. Ella inspiró.
– Ilya – empezó y luego se detuvo, mirando desvalidamente a Libby.
Ilya Prakenskii siguió la mirada y frunció el ceño.
– Me deben la verdad y pedí que me la dijeran. Una de ustedes me la dirá.