Hannah suspiró.
– Lo siento, Jonas. No tuve intención de trastornarte tanto. Me dio pena de él. No creí que llevarle una fotografía fuera para tanto. Debí haberte escuchado.
– Está bien -murmuró él-. Está bien. Háblame del Reverendo. ¿Hablaste también con él?
El brusco cambio de tema la hizo vacilar. Hannah intentó apartarse, pero él mantuvo sus brazos a su alrededor, levantando la cabeza y mirándola hacia abajo.
– Lo hiciste, ¿verdad?
– Él esta aquí, justo en el condado de al lado, es prácticamente un vecino, y yo pensé que a lo mejor él podía sencillamente ver que yo no estaba tratando de influenciar negativamente a las jóvenes…
Jonas cerró los ojos y gimió.
– Hannah, está a un par de horas. No tiene nada que ver contigo.
– Algunos de sus seguidores estaban casi en cada acto protestando. Estaban diciéndole cosas sobre mí especialmente a la prensa. Simplemente pensé que si me conocían, verían que yo no era tan mala persona.
– Y ¿qué sucedió en ese encuentro, el cual sabías que te dije categóricamente que no se produjera?
Hannah tomó aire profundamente y lo dejó salir, alejando su mirada de él.
– Me hizo enfadar, ¿vale? -Ella se soltó de su abrazo y se puso de pie, cruzando la habitación con pasos rápidos y largos, pasos de pasarela, inconscientemente gráciles y sexys. Se giró, con sus grandes ojos oscurecidos por la furia-. Honestamente, Jonas, es el hombre más irracional que he conocido y muy sórdido. Traté de no entrometerme y leer sus pensamientos, pero estaba difundiéndolos tan alto y era tan repugnante, es un pervertido.
Jonas gimió y se pasó una mano por la cara.
– ¿No me digas que le llamaste la atención por eso? ¿No lo hiciste, verdad, Hannah?
Ella se puso las manos en las -demasiado- esbeltas caderas, levantando la barbilla.
– Por supuesto que lo hice. Estaba allí de pie con su actitud pomposa y piadosa, todo pagado de sí mismo delante de su pequeño grupo de seguidores, y actuaba de forma tan engreída, diciéndome que lo que hacía era una abominación. Era como si yo estuviera acostándome con los diseñadores. Y así se lo dije.
Los nudos en el vientre de Jonas se estaban volviendo permanentes.
– Le dijiste que también sabías que él estaba acostándose con sus jóvenes seguidoras, ¿verdad?
– ¡Bueno, lo hace! Chicas inocentes que confían en él. Le apunté que era él el que estaba siguiendo el camino del diablo. -Ella frunció los labios-. Y debería haberle hecho una pequeña demostración de poder cuando se puso realmente desagradable conmigo.
Jonas gimió, casi arrancándose los pelos con su exasperación.
– No me extraña que tenga una fijación contigo. Deberías haberte mantenido alejada de él. Hubiera ido tras una presa más excitante si tú no te hubieras enzarzado con él.
– Es un pervertido, Jonas, y deberías encerrarlo.
– Esto se está poniendo peor. Me deberías haber dicho que te enfrentaste con él. -De repente frunció el ceño-. ¿Qué te decidió a enfrentarlo? Nunca haces éste tipo de cosas. ¿Por qué narices tuviste que empezar con el Reverendo?
Ella se encogió de hombros, pareciendo repentinamente cautelosa.
– Greg pensó que sería una buena idea enterrar el hacha. No creía que nos viniera bien en los medios de comunicación tener a un predicador protestando en cada acto. Pensó que si nos encontrábamos, el Reverendo sería razonable.
Ambos oyeron como alguien manipulaba la cerradura.
– Jonas, Hannah realmente necesita descansar -gritó Sarah-. Quiero decir que si no dejas de discutir con ella, vamos a entrar y a hacer que te vayas. Deja de intimidarla.
– Largo -gritaron Hannah y Jonas simultáneamente.
Jonas apretó los dedos en un puño y se giró alejándose de ella. Estaba volviendo a querer zarandearla para meterle algo de cordura.
– ¿Escuchaste a Greg Simpson en asuntos concernientes a la seguridad y no a mí?
– Estás haciendo de esto algo personal, Jonas. -Hannah se tocó la garganta como si le doliera-. Greg es mi representante…
– Era -corrigió Jonas-. Si ese bastardo aparece por aquí, voy a arrojarlo a una celda.
Hannah cerró la boca abruptamente para cualquier cosa que fuera a decir, un pequeño temblor la recorrió. Estaba volviéndose difícil respirar. Sentía el pecho tenso y los pulmones le ardían, privados de aire.
– No quiero discutir sobre esto. Hice lo que creí que era mejor para mi carrera.
– Sí, porque tu carrera es mucho más importante que tu vida.
Hannah le siseó, con los brillantes ojos echando chispas.
– Me estás haciendo enfadar, Jonas. ¿Es eso lo que quieres? ¿Como estás enfadado conmigo vas a decirme cosas que me contraríen? No tienes que recordarme que me hirieron. Soy la que tiene la cara cortada en pedazos.
Sarah empujó la puerta abierta, sus gritos estaban inquietando a todas las Drakes, dándole a Sarah lo que ella creía que eran suficientes razones como para intervenir. Hannah onduló la mano y el viento corrió desde el balcón cerrando de golpe la puerta antes de que Sarah pusiera un pie en la habitación.
– No te atrevas a hacer eso -estalló Jonas, adelantándose un paso, invadiendo el espacio de Hannah, siguiéndola por la habitación mientras ella retrocedía-. No juegues conmigo tu triunfo de “pobre de mí, acabo de salir del hospital”. No sobre esto. ¿Cuántas veces te he dicho cómo manejar a éstos chiflados? He estado en el oficio durante años, Hannah. Es mi trabajo saber cómo manejarlos, y aún así ¿te quedas con la palabra de un profano antes que con la mía?
– No fue así, Jonas -protestó Hannah, apoyándose contra la pared-. Y deja de intentar intimidarme. Sólo me hace enfurecer.
– Enfurécete entonces. Quizás lo entiendas ésta vez, pequeña, porque maldita sea, me estoy hartando de ser siempre el último en tu lista. Cuando te digo algo, ¿crees que lo hago simplemente para molestarte?
Hannah fue duramente derrotada en su réplica y se dio cuenta de que por primera vez desde que fue atacada, se sentía viva. La sangre estaba cantándole en las venas y el pulso le latía en los oídos. Jonas se negaba a tratarla como si fuera una frágil y delicada flor, demasiado magullada para ver la luz del día. Estaba enfadado y dejaba que ella lo supiera. Se sintió normal. Jonas le hacía sentirse normal y eso era bueno. Sólo unos momentos antes estaba cerca de sufrir un ataque de pánico, pero él simplemente lo había eliminado.
– Algunas veces, sí lo hago. Me incordias a propósito, especialmente en lo que se refiere a mi trabajo. Siempre lo has odiado y te divertía. Greg llevaba mi carrera. Tenía que creer que lo que él me sugería era lo mejor.
Jonas se quedó muy quieto, su cuerpo apretando el suyo, tan cerca que sus senos se rozaban contra su pecho y él era consciente de cada una de sus respiraciones.
– ¿Estás diciéndome que Simpson te sugirió que le dieras a Venturi una foto con un autógrafo en cada acto al que él asistiera?
Ella le puso una mano en el pecho, extendiendo los dedos, preparándose para la tormenta.
– Quería hacer algo, y le pregunté si podía hacer que Rudy recibiera una foto mía. Dijo que debería dársela yo misma cada vez que Rudy asistiera. Hizo fotos unas cuantas veces y un par de ellas escribió sobre esto. Yo le dije que no quería que se usara para hacer publicidad, pero los artículos ya habían sido enviados.
Jonas juró de nuevo, masticando las palabras entre los dientes, deslizándose los dedos por el pelo hasta llegar a la nuca.
– Tienes un gran problema, Hannah. -Había una advertencia y una lenta caricia en su voz-. ¿Por qué no se te ocurrió que yo me preocupaba realmente por tus intereses?