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Colocó la mano sobre su boca y se inclinó hacia ella. Quédate quieta. Dime qué sientes.

La mirada de Hannah, tan azul durante el día, parecía negra y enigmática en la noche. Frunció el ceño bajo su mano y entonces él se sintió contactado, la mente de ella extendiéndose, buscando… se la escapó un jadeo. Están aquí. Tenemos que bajar ahora. Había urgencia en su voz, en su mente, en el modo en que se alzó y le agarró el brazo.

Las puertas cerradas del balcón estallaron sin hacer ningún sonido. Las cortinas volaron con el impulso. Jonas frunció el ceño, el disgusto atravesó rápidamente su rostro.

– No era necesario, Hannah. Accidentalmente podrías haber hecho ruido y alertarlos de que somos conscientes de su presencia. Además, de todos modos saldré para ver quién está ahí. Vas a ir abajo y llamar al 911.

Hannah negó con la cabeza,

– No fui yo, Jonas, la casa estaba en modo protección Tenemos que bajar las escaleras ahora. -Estaba temblando.

Jonas la ayudó a salir de la cama. Los dos estaban vestidos, así que simplemente la abrigó con el suéter y la guió hacia la puerta.

– Te llevaré abajo con tus hermanas, nena, pero debo salir.

Hannah deslizó una mano entre las suyas,

– No, no lo entiendes, no debes salir.

Jonas la dejó empujarlo fuera de la habitación y anduvieron el pasillo en la oscuridad. Abajo en el salón, mientras descendían por la escalera de caracol, podía ver las velas parpadeando en un extenso círculo alrededor del intrincado mosaico del recibidor. Un segundo círculo encerraba al primero, un amplio sendero conteniendo pequeñas manchas negras cada pocos centímetros.

Sarah extendió la mano y abrazó a Hannah guiándola hacia el centro del círculo. Hannah le mantuvo sujeta la mano hasta que él dio un paso dentro. En el momento en que lo hizo, Joley y Elle cerraron el círculo detrás de ellos.

– Siéntate Jonas -dijo Sara. Señalando hacia un punto en lo alto del mosaico.

– Corazón, tengo que salir donde seré mas útil.

Miró alrededor, al círculo de caras de las hermanas Drake. A la luz de las velas su belleza lo impactó, todas diferentes, todas exóticas. Bien podía bien creerse que eran viejas almas de tiempos pasados con los cabellos sueltos y sus calmados y evaluadores ojos. Pero lo que más lo impactó fue su ausencia de miedo. Temblaban como Hannah, pero no era porque tuvieran miedo de los hombres que se arrastraban hacia su hogar a través de los árboles y la maleza.

– La casa nos protegerá ahora, Jonas -dijo Sarah-. Debemos permanecer dentro.

Odiaba cuando sus creencias y rituales chocaban con su territorio.

– La casa no te protegió el año pasado cuando los hombres que iban detrás de tu prometido irrumpieron aquí y casi te matan -apuntó-. No voy a correr riesgos. Llama al sheriff y consígueme refuerzos.

Hannah se le pegó, rehusando dejarlo marchar,

– Eso fue diferente Jonas, habíamos abierto la casa a esos hombres. Dejamos las puertas abiertas y ellas les daban la bienvenida. Colocamos la casa en modo protección cuando regresé a casa del hospital. Por favor, siéntate con nosotras. No puedes salir.

Sarah sacudió la cabeza.

– En cualquier caso, el teléfono no funciona, estamos por nuestra cuenta.

– Más razón que nunca para que salga a donde puedo protegeros.

Joley tomó su otra mano y Libby extendió la suya moviendo la cabeza. Kate y Abbey se colocaron detrás. Entonces Elle puso la mano sobre él y sintió… la sacudida de la tierra y el repentino cambio de la casa como si se despertara. El estómago se le retorció en protesta y el corazón comenzó a acelerarse al fluír la adrenalina.

– ¿Qué pasa si Jackson viene? Siempre sabe cuando estás en peligro Elle. -Repentinamente tuvo miedo, no sabía con qué clase de poder lidiaba.

– La casa juzgará sus intenciones hacia nosotras, no hacia nadie más -le aseguró Sarah-, y actuará en consecuencia.

– La casa nunca dañaría a Jackson -contestó Elle con calma.

Miró a las sombras de alrededor y suspiró. No podía imaginar que la casa los protegiera, pero él sí podría protegerlas, a todas ellas, aún desde dentro si tuviera que hacerlo,

– Dime que tienes un revolver Sarah.

– Yo también tengo uno-dijo Joley-. Y sí, tengo permiso para llevarlo, así que no preguntes.

Sarah se sentó delante del mosaico y las hermanas se colocaron alrededor de los azulejos habilidosamente artesanados. Jonas ocupó su lugar entre Hannah y Elle. El poder aumentó en el momento en que el círculo se completó y el suelo continuó cambiando y moviéndose como si estuviera vivo. Las hermanas se cogieron de las manos y comenzaron a balancearse, cantando suavemente, las palabras, más que escucharse se sentían, haciendo eco en su mente. El sonido era melódico y dulce, alzándose sobre el silencio de la noche en un susurro de dramáticas notas hasta que le pareció poder verlas brillar en la oscuridad.

En el suelo frente a él, el mosaico comenzó a arremolinarse con vapor, rosas de humo o niebla ligera como si la brisa hubiera venido a aclarar la grisácea niebla y dejar los azulejos del mosaico comprensibles a los que lo miraran. Para su asombro podía ver las tierras que rodeaban la casa, como si loa azulejos fueran la pantalla de una cámara rota en fragmentos, pero que proveían una imagen del mundo exterior. Pudo ver la niebla colgando pesadamente encima y alrededor de la casa, protegiéndola de ojos curiosos, pero los alrededores eran tan claros como el cristal en los azulejos del mosaico.

Algo se movió furtivamente por los arbustos, tratando de conseguir acceso a la propia casa. Las sombras se movieron y las figuras de varios hombres se arrastraron hacia delante. Estaban vestidos de negro y gris, confundiéndose con la noche, sus rasgos faciales distorsionados como si llevaran máscaras bajo las capuchas. Guantes y botas con los pantalones embutidos dentro, se movían por el sendero y portaban armas, lo cual le indicó a Jonas que eran atacados por profesionales.

Su corazón saltó y trató de soltarse de la mano de Elle para poder alcanzar el arma otra vez, pero ella lo sujetó con fuerza. Estaba sentado sobre su trasero y mirando como al menos cinco hombres se afanaban en encontrar un camino a través de los setos, hacia la casa. ¿Qué clase de policía era él?

Entonces los arbustos se movieron, las raíces salieron de la tierra y azotaron como un látigo de nueve colas. Barriendo rápidamente el suelo con uno de los hombres de negro. El latigazo lo golpeó en el estómago con fuerza, levantándolo y arrojándolo varios metros para aterrizar extendido contra la cerca.

Jonas pestañeó y miró alrededor, al círculo de sobrias caras. Femeninas, Suaves. Pensaba en las Drake como apacibles y amables. Sin hacerle daño a nadie. Aún así ninguna de ellas parpadeaba o se estremecía, o miraba a otro lado. La vibración bajo él continuaba y la madera crujió, viva y alerta, esperando que los intrusos se acercaran.

El hombre que había sido arrojado se puso de pie sin entenderlo y se sujetó a la valla para sostenerse. Gritó y separó la mano enguantada. El humo se elevó de la madera donde su guante se había derretido contra la valla. Se apresuró a bajar la cuesta, evitando el arbusto donde algo lo había golpeado, tomando una ruta alternativa que lo llevó hacia un grupo de árboles. Se movió con mucha más confianza una vez que llegó a la mezcolanza de secuoyas, robles, pinos y otros árboles.