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Jonas tuvo miedo de apartar los ojos del hombre reflejado en el mosaico cuando éste comenzó a correr por el laberinto de árboles. La tensión se elevaba en el cuarto. El canto ascendió, las palabras evocaban protección contra el mal, y detrás de ellos, en el segundo círculo, las sombras se alargaron y crecieron, formando imágenes insubstanciales, diáfanas, de mujeres vestidas con trajes antiguos de siglos ya pasados. Las figuras nebulosas se colocaron en un círculo cerrado alrededor de las Drake y Jonas, como si alguien pudiera querer atravesarlos para llegar al círculo interno.

Jonas se inclinó hacia delante para ver mejor el mosaico. Cuando el intruso comenzó a escalar un alto y grueso árbol. Las ramificaciones extendiéndose hacia afuera, largas y curvas las ramas proveían una escalera para que el hombre trepara. Una de ellas alcanzaba el balcón del segundo piso. La habitación de Joley. El hombre colocó el pie en ella y comenzó a cruzar fácilmente.

El árbol se estremeció, con un ondular de la corteza. Las agujas temblaron. El hombre se detuvo, mirando alrededor aprensivamente. Fue un momento en el que Jonas contó sus propios latidos del corazón. Uno. Dos. La rama descendió rápido y con fuerza. La boca del intruso se abrió ampliamente con un grito mientras se agarraba de varias ramas más pequeñas para no caerse. La gruesa rama se elevó rápido, las ramas más pequeñas se rompieron, catapultando al intruso varios metros sobre el risco escarpado. Girando, los brazos y las piernas se extendieron, como un molino de viento, antes de caer, abajo en el turbulento mar.

– Santo infierno, Hannah.

– Se tarda un tiempo en acostumbrarse. -Reclinó su cuerpo cerca del suyo, ofreciéndole protección, sin soltar jamás el vínculo con sus hermanas.

Sarah se inclinó para soplar una de las velas oscuras frente a ella, justo fuera del doble círculo. La luz parpadeó en rojo sangre extinguiéndose después, chisporroteando en la cera.

Jonas volvió su atención a dos hombres que escalaban las paredes de la casa. Al mismo tiempo dos más se dirigían al nivel inferior. Uno de los dos hombres que escalaba el edificio era extraordinariamente fuerte e inmediatamente se distanció de su compañero, subió al lado norte de la edificación, junto a la torre. Usaba la esquina para ayudarse a tomar impulso hacia arriba. El mosaico brilló anaranjado. Humo escapaba bajo cada mano y pie hasta que el hombre ascendió más y más rápido saltando finalmente sobre el balcón. Dio un paso sobre la sólida superficie y se detuvo apoyándose, respirando con dificultad.

Alrededor de él, el hierro forjado comenzó a doblarse y moldearse, pasando de ser una baranda a lo que le pareció a Jonas un animal con una cola con espinas y un cuerno en espiral. El hombre retrocedió, sacando un arma, sus guantes estaban quemados y aún humeantes de tocar el lateral de la casa. El animal se encabritó sobre los cascos, alzándose sobre el intruso y luego bajando la cabeza. El hombre disparó varias ráfagas una tras otra, pero el animal pateó la tierra y se lanzó despiadadamente. El intruso era rápido, fustigando a un lado, agarró el cuerno para darse impulso en un intento desesperado de salvar su vida. La cola se sacudió, flagelando alrededor, perforando el estómago del hombre y levantándolo en el aire antes de arrojarlo sobre el suelo del balcón.

Detrás de él, Hannah lanzó un pequeño sonido de angustia. Instintivamente trató de soltarse de las manos para intentar confortarla. Pero Elle y Hannah lo sujetaron con fuerza, sacudiendo las cabezas. Frunció el ceño mientras observaba el mosaico. La imagen del suelo del balcón y el cuerpo cayendo a la tierra bajo él.

Al menos tendría un cuerpo con el cual trabajar, alguien al que poder identificar. El enorme hombre se había movido de una forma que con seguridad él ya había visto antes.

Mientras vigilaba, los arbustos y árboles se movieron, las hojas crujieron y a través de la tierra, cepas de vid envolvieron el cuerpo con fuerza, como si fueran una alfombra y lo rodaron hacia el borde del acantilado.

– ¡Alto! -gritó Jonas-. Haced que se detenga, necesito ese cuerpo, que desaparecerá si no logro recuperarlo del mar.

El intruso se deslizó fuera del borde del risco y se zambulló en las turbias aguas de abajo. Sarah se inclinó y sopló sobre una segunda vela. Esta crepitó, brilló roja y gotas de cera cayeron sobre el suelo como brillantes puntos de sangre antes de que se apagara.

El segundo escalador había alcanzado un balcón en el segundo piso, el cuarto de Elle, orientado al oeste. Dejó el mismo rastro de palmas humeantes y huellas de pies a un lado de la casa, se balanceó sobre la baranda de hierro forjado y aterrizó agazapado. Casi inmediatamente el suelo osciló bajo sus pies. Miró hacia abajo y el suelo sólido se había convertido en una sustancia parecida al jabón líquido. Comenzó a hundirse en ella. Mientras esto sucedía, el gel lo sujetaba y tragaba, despacio pero firmemente, recubriendo su cuerpo. Disparó su automática, ráfaga tras ráfaga contra el gel, pero este siguió moldeándose a su alrededor. Trató de liberarse a golpes, pero la casa se lo comió, centímetro a centímetro, absorbiéndolo hacia la viscosidad hasta que estuvo completamente dentro, rodeado por el balcón mismo

Jonas sintió el estómago sacudirse.

– Es una ilusión, ¿cierto? Dime que es una ilusión Hannah, porque esto es una locura.

Le apretaba fuertemente la mano, súbitamente temeroso por todos. Si la casa estaba viva nadie estaba seguro. Deseaba agarrar a todas las mujeres y salir de allí.

– En parte ilusión, en parte realidad. Ellos lo creen, así que es así -dijo Elle-. Vinieron a matarnos Jonas La casa está hecha de los espíritus de nuestros ancestros. ¿Pensaste que descansarían ociosamente mientras nos atacaban?

– Pues Claro que sí, ¿acaso no se levantan los ancestros de todo el mundo y destruyen enemigos? Encuéntralos y diles que me conserven un cuerpo.

El balcón se sacudió y escupió al intruso sobre las puntas de las ramas. Estas se movieron y enviaron el cuerpo al mar de abajo. Jonas maldijo mientras Sarah soplaba la siguiente vela.

Los dos hombres que intentaban entrar por la planta baja estaban ahora en las ventanas. Uno en la que daba a la cocina y el otro en el lado contrario del salón. Cada instinto de Jonas insistía en que cogiera su arma, pero Elle y Hannah sujetaban sus manos apretadas, manteniéndolo encerrado dentro del círculo. Se le erizó el vello de los brazos y la habitación crujió a causa de la energía y el poder. El suelo siguió cambiando y las paredes parecía que ondularan. Tras ellos, las transparentes y diáfanas figuras se mecían y danzaban, con los brazos extendidos, las manos unidas.

Jonas apenas podía mantenerse quieto y sentado en el círculo, cuando sabía que en cualquier momento los dos hombres podían introducirse a través de las ventanas. Escuchó un grito abruptamente silenciado y el sonido de disparos. Miró al mosaico justo a tiempo para ver como se formaban grietas en el suelo y como la tierra se abría a lo largo de la cocina donde el hombre trataba de llegar al alfeizar de las ventanas. Cada paso que daba producía una grieta cada vez más ancha. No existía nada a lo que dispararle. Sólo el enorme abismo mirándolo. Finalmente cesó de intentar llegar a la casa y comenzó a retroceder con cuidado, colocando los pies suavemente sobre el suelo mientras se retiraba.

Jonas cambió la vista hacia el último hombre en el mosaico, entonces comprendió que la ventana por la que el hombre trataba de entrar se encontraba justamente enfrente. Observó con una especie de fascinado horror como el intruso usaba la culata de su arma para golpear el cristal y romperlo. Nuevamente él tiró de sus manos, pero Hannah y Elle le aferraron con fuerza.

Todo alrededor salmodiaba suavemente No dañarás, no dañarás. ¿Qué diablos quería decir? Tendría que pegarle un tiro al pobre hijo de perra. Pero tal vez era mucho mejor que los horrores que la casa había planeado. Era el camino al infierno para los hombres que estaban muriendo, aún si se lo merecían. No estaba del todo seguro si esto era realidad ó ilusión.