La ventana se hizo pedazos con un estallido de vidrios rotos. Astillándose en esquirlas dentadas que explotaron en el interior de la casa, detenidas en al aire, retrocediendo y manteniéndose equilibradas en la oscuridad. Jonas se encontró conteniendo el aliento. El intruso colocó el arma a través del marco. El dedo comenzó a apretar el gatillo. Cuando las astillas se lanzaron hacia delante, la sangre brotó, el hombre gritó salvajemente dándole un tirón al brazo hacia fuera mientras su dedo apretaba el gatillo y las balas golpeaban en un costado de la casa.
A su alrededor las nebulosas figuras se retorcieron, gimiendo como si absorbieran el impacto de las balas. El intruso gritó nuevamente y el sonido decreció como si los pasos se alejaran. Una vez más la tierra se estremeció y barrió todo. Los gritos menguaron mientras los bordes de la tierra se cerraban. Jonas miró en el mosaico y observó al otro hombre regresar a la cerca y escalarla dejando marcas de quemadura.
– No puedo decir que al menos podré recoger muestras de ADN -murmuró-, porque cada vez que abro la boca las evidencias desaparecen.
Con un pequeño suspiro, observó como las pequeñas manchas de sangre eran absorbidas por la madera y como se reformaba la ventana.
– Tengo que decirlo, he visto algunas cosas extrañas sobre vosotras chicas, pero nada como lo de hoy, sólo tengo una pregunta. ¿Les habéis dicho a vuestros prometidos algo sobre esto? Porque francamente, me habéis dado un susto de muerte.
– Nunca debes de tener miedo, Jonas -le aseguro Hannah-. La casa juzga las intenciones.
– Hannah, cariño, la mitad de las veces deseó estrangularte. Y no tengo dudas de que quién termine con Joley o Elle deseara hacer algo peor que eso.
– ¡Hey! -objetó Elle y Joley golpeó su brazo con fuerza.
Observó a su alrededor, a las tenues figuras grises, como comenzaron a desvanecerse una a una confundiéndose con las sombras o con las marcas en el suelo. La tensión en el cuarto descendió lentamente y los movimientos bajo ellos disminuyeron. Pasó las manos entre su cabello.
– ¿Ellos no flotan alrededor todo el tiempo, ó sí? Porque definitivamente le quitan a uno las… ganas.
Los labios de Hannah se torcieron cuando el fantasma de una sonrisa cruzó por su rostro.
– La mayor parte es ilusión, Jonas.
– Entonces ¿cómo es que cuatro hombres murieron? Murieron, ¿no es así o sólo fue una ilusión?
– Están muertos -dijo Sarah.
– ¿Y dónde están los cuerpos? No van a aparecer en el océano, ¿o sí? Y si reviso la casa no hallaré ADN en la madera ¿No os parece esto un tanto atemorizante?
– Encuentro a un hombre que quiere matar a mi hermana atemorizante -dijo Joley firmemente-. No tenía ni idea de que fueras tan crio Jonas. Apuesto a que no vas a ver películas de terror.
– No lo hago. No hay nada malo en ello.
Hannah colocó los brazos alrededor de él.
– No, no hay nada de malo en ello, a mí tampoco me gustan las películas de terror.
Estaba agradecido por el apoyo que le daba cuando el resto de sus hermanas lo miraban con intenciones malignas. Llevó los dedos de Hannah a su boca.
– Debo salir, nena, así que calma a la casa, no quiero que me arroje al océano.
Joley le sonrió satisfecha,
– No creo que te haga daño ir a nadar.
– Joley -le advirtió Hannah-. Deja de tomarle el pelo. Estarás perfectamente a salvo afuera.
Sarah observó a Hannah con ojos velados, llenos de sombras.
– Pero Hannah, no es así. No ha terminado, ¿ó sí Jonas? Realmente están tras ella.
– Ellos, ¿quién diablos son ellos? -preguntó Jonas-. Esa es la pregunta candente y todas vais a tener que considerar que esto proviene de alguien con poder. Hemos investigado pero todos dicen lo mismo. No hay pistas, nada que seguir pero… ¿Qué podría ocasionar que una pareja perfectamente normal, intentara asesinar sino es bajo alguna clase de compulsión?
– No es Ilya Prakenskii -dijo Hannah-. Y es el único que conocemos con esa clase de poder. No lo sentí, sé que no lo hice, me habría movido automáticamente para contrarrestarlo.
– Entonces, si no es una compulsión, decidme. ¿Qué llevaría a alguien a hacer esto?
– No creo que los hombres que nos atacaron esta noche hayan estado bajo una compulsión -dijo Kate-. Podrían haber estado siguiendo órdenes, pero no habían tomado medidas contra la ilusión y esa sería la primera cosa que haríamos si estuviéramos manipulando a alguien y chocara con un problema. Si alguien los estaba dirigiendo, y sabe como manipular la energía, los habría ayudado.
Todas las mujeres asintieron, Jonas suspiró y se puso de pie teniendo cuidado de las velas.
– Voy a echar un vistazo afuera.
– Ya que estamos aquí -dijo Libby-, y hay mucho poder del que disponer, me gustaría hacer otra sesión de curación a Hannah.
Hannah negó.
– Ya estás exhausta Libby, todas lo estamos.
– Mira a tu alrededor, cariño -sugirió Libby-. Puedes sentir la energía, me siento vigorizada, no exhausta.
Jonas salió del círculo sacudiendo la cabeza, “vigorizado” no era la palabra que usaría. Aterrorizado. Azorado.
Aún no sabía de qué se trataba, y en este punto dudaba que lo quisiera saber.
De pie, afuera en el frío aire de la noche, colocó cautelosamente la mano en la culata del arma, no es que fuera a servir de algo si la casa repentinamente cobraba vida y lo arrojaba al océano. Siempre, siempre, pensó en ella como en un hogar. Había escalado el árbol una docena de veces, ese mismo que había arrojado al intruso al océano. Se había balanceado en sus ramas y saltado al balcón, cuando su madre tenía tanto dolor y él no podía evitar sus llantos y gemidos, cuando las cosas estaban particularmente malas se introducía lentamente a través de la misma ventana de la cocina y se refugiaba dentro, escuchando a las Drake reír y oraba silenciosamente por ser parte de eso algún día.
Había deseado una familia y ahora tenía una, por extrañas que ellas fueran. Tendría que encontrar la manera de mantenerlas a salvo. Al principio, cuando vio a Hannah preparando la bolsa de deporte pensó que era algo bueno, que la alejaría de las otras y disminuiría el riesgo de que alguien accidentalmente saliese herido. Pero después de ver lo que la casa podía hacer había cambiado de opinión, mientras se mantuviera dentro nadie podría tocarla.
La niebla era oscura, pegajosa, gris y húmeda, rodeando la casa y los terrenos, diseminándose por la carretera, reduciendo los sonidos y opacando las señales. Aún así, Jonas sabía que no estaba solo. Silbó suavemente, una corta, una segunda nota, que atravesó la noche. No se sorprendió en absoluto cuando recibió un silbido de respuesta. Bajó la cuesta hasta que vio a Jackson.
– Un espectáculo infernal -lo saludó Jackson.
– ¿Lo viste? Me hizo pensar que quizás alucinaba. -Jonas alzó la ceja nuevamente y sacudió la cabeza-. Hace que me pregunte en qué me metí.
La ceja de Jackson volvió a alzarse ligeramente.
– Te metiste en esto hace mucho tiempo.
– Cierto, es algo desagradable observar a la casa tragarse a un hombre y escupirlo después.
– Estoy de acuerdo contigo en eso. -Jackson observó a través de los manchones de niebla sobre las paredes, donde las huellas quemadas de manos y pies seguían en la madera-. ¿Crees que podemos tomar esto como evidencia? Podríamos cortar unas secciones.
Jonas resopló.
– Podrías intentar quedarte con un pedazo serrado de esta casa, pero personalmente, respecto a esto, no intentaría acercarme a ella con nada parecido a un arma.
– ¿Tienes enemigos en el laboratorio criminal?
Jonas le sonrió.
– Jackson, eres un gran hijo de perra.
– Sí… bien, lo intento. -Miró hacia Jonas-. ¿Hannah está bien?