– Lo estoy, Jackson y gracias por venir a echarnos un vistazo. Elle dijo que te encontrabas aquí fuera.
– Ella me advirtió para que no entrara en la propiedad -le dijo.
Jonas frunció el ceño. Sabía que Jackson y Elle tenían una extraña relación y podían comunicarse, pero raramente lo admitían. Y Jackson no había dicho una palabra sobre Elle, advirtió.
– En realidad no hay mucho que escribir en mi informe, Jonas. No voy a decir que la casa se tragó a un hombre si eso es lo que estás pensando, no necesito hacer más tests psicológicos -dijo Jackson terminantemente. Tocó la espalda de Hannah en un raro gesto de afecto.
– Si necesitas algo, sólo llama.
– Lo haré -le aseguró Hannah.
Jonas la conocía tan bien. Sabía lo que le costaba mirar directamente a Jackson, dejarle ver las cicatrices de las cuchilladas en su cara. Eran menos severas, menos rojas, ya comenzaban a sanar con la ayuda continua de sus hermanas, pero le era difícil dejarle a cualquiera ver sus heridas. Estaba orgulloso de su valor, la manera en la que estaba de pie, alta y firme. Tan delgada y de tan frágil apariencia. Sus labios temblaban pero su mirada nunca dudó.
– Os veo dentro de un rato -dijo Jackson-. Necesito dormir un poco.
– ¿Estuviste aquí toda la noche? -preguntó Hannah.
– No, no los vi llegar ni vi las luces de los coches, creo que llevaban un equipo muy sofisticado. Usaban auriculares para mantener la pista de cada uno y el que se escapó pidió que lo recogieran en algún sitio cercano. No estuve en posición de hacerme una idea sobre el vehículo.
Levantó una mano y dio la vuelta para alejarse. La niebla lo tragó hasta que ya no se oyó el sonido de sus pasos.
Jonas se detuvo un momento, sólo para mirar a Hannah, porque esto le causaba gran placer.
– Eres muy valiente por salir. Los fotógrafos están aún por todas partes, aunque dudo que puedan penetrar la niebla.
Ella le sonrió y se acercó un paso.
– Vine por ti.
– ¿Por mí? ¿Estás bien?
– Sí, pero tú no, puedo sentir que estás… -Se detuvo para encontrar la palabra correcta-. Angustiado -soltó finalmente.
El nudo en el estómago comenzó su retortijón familiar.
– Estoy preocupado por ti, Hannah. Sabía que esto no había terminado. No es una sorpresa para ninguno de nosotros, pero al menos ayuda el estar enojado.
– Enojo no es lo mismo que angustia, Jonas. Quizás estés enojado en cierta medida por mi causa, pero esto es diferente, no es acerca de mí para nada.
Frunció el ceño y alzo la cara al viento, lo dejó deslizarse sobre su piel y a través de sus cabellos mientras esperaba a que él le dijera la verdad.
Jonas miró hacia abajo a sus manos. No había utilidad alguna en tratar de esconderle algo a Hannah, nunca más. Había construido dolorosos escudos con el paso de los años pero una noche juntos y ella parecía haber derribado algunos agujeros en los muros.
– De acuerdo, sí, me desquicia. No puedo imaginarme quién está detrás de ti sin saber quienes son. Y…
Sacudió la cabeza, renuente a admitir la verdad aún para si mismo.
Hannah tomó sus manos y las llevó hacia su corazón,
– ¿Y? -preguntó.
Asintió sintiéndose tonto, sintiéndose como un traidor.
– No puedo dejar de pensar que esos hombres tenían familias, padres o parientes al menos, alguien que se preocupaba por ellos. Esas personas pasarán el resto de su vida preguntándose qué sucedió con aquellos que amaban.
Soltó una de sus manos y la pasó por su pelo, incapaz de encontrarse con la azul intensidad de sus ojos. Se preocupaba por las familias de los hombres que habían intentado matarla. ¿Qué decía eso de él?
El silencio se alargó y estiró por lo que pareció una eternidad. Finalmente miró hacia abajo a su rostro alzado, encontrándose con su mirada y aferrándose a ella. Capturado por el amor que vio.
– Eres un buen hombre, Jonas. No es una debilidad tener compasión por los otros.
No la atrajo más cerca, simplemente se inclinó y la besó, con los labios ladeados sobre los de ella, suavemente, tiernamente.
– ¿Y saliste aquí con este frío sólo para decirme eso?
– Es exactamente por lo que salí.
CAPÍTULO 14
– La niebla natural no es tan densa y mantenerla alrededor de la casa es peligroso y agotador, pero odio la idea de entrar. Me siento un poco atrapada y claustrofóbica -dijo Hannah.
Después de ver lo que la casa podía hacer, Jonas la quería dentro, segura, donde nadie pudiera llegar hasta ella. Acarició su rostro con un dedo, recorriendo la marca del cuchillo y bajando por el cuello, donde los cortes eran más profundos. El atacante había comenzado con cuchilladas ligeras, atravesando su cuerpo, de acá para allá. Había murmurado que lo sentía. Tal vez no había querido destruir su aspecto. Tal vez había sido algo completamente diferente.
Jonas deslizó la palma de su mano por su brazo delgado, sintiendo las heridas defensivas, recordando como levantó sus manos, una escasa protección contra el cruel asalto. Sus dedos se enlazaron con los de ella y la atrajo hacia delante.
– La niebla es naturalmente densa a lo largo de la playa bajo tu casa. Podemos caminar por allí. Tú y tus hermanas podéis encargaros fácilmente de cualquier cámara con teleobjetivo, ¿verdad?
Una sonrisa atravesó la cara de ella.
– Creo que eso será bastante fácil.
Fueron escaleras abajo hacia la playa en silencio. Hannah temblaba un poco. Llevaba puestos unos pantalones cortos y una chaqueta vaquera, pero obviamente no la protegían del frío del océano. Cuando alcanzaron la arena, se quitó los zapatos de una patada y esperó mientras él se quitaba los suyos.
Jonas se desprendió de su chaqueta, más gruesa.
– Toma esto, te resguardará del frío.
Hannah negó con la cabeza.
– Estoy acostumbrada al clima. Estoy todo el tiempo sentada afuera, ¿recuerdas? No quiero que pases frío.
– Es mi oportunidad de mostrarte lo viril que soy después de parecer un blandengue.
Le dejó envolverla en el calor de su chaqueta.
– ¿Blandengue? ¿Cuándo pareciste un blandengue?
– Sabes cómo me revuelven el estómago las películas de terror. La casa me produjo la misma sensación espeluznante y tus hermanas se dieron cuenta. Tu viril hombre parecía un bebé. Fue humillante. He conseguido encontrar la manera de desquitarme.
Ella se rió suavemente, el sonido flotaba sobre las interminables olas. Las ondas surgían en el agua como si los animales marinos respondieran. Enlazó su mano con el brazo del él, sus ojos azules brillantes de diversión. Para Jonas, Hannah creaba un mundo mágico a su alrededor, y siempre lo incluía dentro. Había tanta belleza en el mundo, y cuando estaba con ella, podía verla claramente.
– Cualquier hombre a quien hayan disparado tantas veces como a ti, no debería preocuparse porque alguien lo llame blandengue -apuntó ella.
– Que me disparen quiere decir que soy lento, no valiente.
– Eres valiente. Tampoco me gustan las películas de terror. Me provocan pesadillas. Joley es incluso peor. Si ve una película de miedo, tiene que dormir con las luces encendidas y la mayoría de las veces no quiere dormir sola.
– Entonces ¿por qué las veis?
– A Joley le gusta asustarse, y no puede verlas sola.
– No sé cómo puedes hacer que suene perfectamente lógico.
Su risa trajo vetas de plata brillando intermitentemente en la superficie del agua. Espuma blanca bordeaba las olas al romper. La espuma saltaba por las rocas golpeando los surcos formados durante siglos anteriores por el mar. Jonas inspiró profundamente y se sintió en paz.
– ¿Sabes qué, Hannah? Recupero mi equilibrio cuando estoy contigo. Mi mente puede relajarse y disfrutar del mundo a mí alrededor. Me di cuenta de eso cuando era un niño y las cosas iban tan mal con mi madre. Oía su llanto, nunca delante de mí, por la noche, cuando su puerta estaba cerrada. No podía hacer nada, nada de nada. Dios, me hacía sentir tan jodidamente indefenso, y venía a tu casa. Recorría las habitaciones hasta que te encontraba. No tenías que hablar conmigo, bastaba con que estuvieras allí, mi mente se calmaba y la furia que ardía en mi interior desaparecía.