Deslizó su mano en la de él, entrelazando sus dedos.
– Me sorprende que no fuera Libby, pero doy gracias por haber sido yo.
– Definitivamente eras tú. En esos días, no pensaba en el motivo, estaba muy confuso. No quería que mamá muriera, la quería conmigo todo el tiempo, pero sufría tanto dolor que sabía que estaba siendo egoísta y que debería poder encontrar la fuerza para decirle que estaría bien si ella se iba.
– Jonas -Hannah tocó su cara con dedos suaves-, ella quería estar contigo. Sé que quería. Fui por allí muchas veces con mi madre y su voluntad era incuestionable.
Llevó las puntas de sus dedos hasta su boca y luego las besó, antes de dejarla ir.
– Por eso es que aún cuando me sacas de quicio, todavía puedo sentir esta… esta…
Paz era la única palabra en la que podía pensar, lo miraba con estrellas en sus ojos y todo lo que quería hacer era besarla.
– Cásate conmigo, Hannah.
Parpadeó, pálida por la impresión.
– Jonas…
– No, Hannah, no pienses. Simplemente dilo. Dime que quieres ser mi esposa. Que quieres tener hijos conmigo. Que quieres que vuelva a casa contigo cada noche. Dímelo para que no tenga que seguir pensando que si digo o hago algo incorrecto, voy a perderte. -Empujó su mano a través de su pelo, dejándolo alborotándolo y en completo desastre-. Demonios. Me siento como si estuviera pisando huevos contigo.
– ¿Tú? No lo había notado.
– ¿Quieres todo eso? ¿Quieres acostarte conmigo por las noches? ¿Despertarte conmigo por la mañana? Me vuelve loco verte tan sexy y somnolienta con tu té. Pasa tu vida conmigo, Hannah. Envejece conmigo. Podremos estar sentados en el porche en nuestras mecedoras y te juro, cariño, que al final de todo, sabrás que nadie te pudo haber querido más o mejor. Puedo dártelo. Juro que puedo, cariño. Ámame, Hannah.
Jonas nunca había parecido tan vulnerable o desgarrado. Hacía que ella quisiera envolverse en sus brazos, perderse en sus ojos, acercarse al refugio de su cuerpo. Inspiró profundamente y expulsó el aire.
– Te amo con cada célula de mi cuerpo, Jonas. Con mi corazón y mi alma. Quiero todas esas cosas contigo, lo hago, pero no ahora mismo. No me siento bien ahora. Apenas me mantengo firme en mi cordura y tengo que saber que voy a ser capaz de entregarme a ti completamente. -Enmarcó su cara con las manos-. Necesito que comprendas eso y tengas paciencia conmigo. Nunca habrá otro hombre para mí. Siempre has sido tú, pero tengo que averiguar por qué trabajé durante años en un trabajo que odiaba. Tengo que saber por qué no puedo ver lo que todos los demás ven en mí. No me siento hermosa. Cuando me miro en el espejo, nunca veo belleza. Que esto le ocurra a alguien como yo es devastador, Jonas. No quiero que pienses que es vanidad, no lo es. No me puedo ver y necesito poder hacerlo. Necesito averiguar lo que soy y lo que quiero. Tengo que estar cómoda en mi piel antes de que pueda empezar una relación como la que quieres.
Contuvo el aliento en sus pulmones. No podía mirarla, no cuándo le estaba rompiendo el corazón. Apretó la mandíbula y se tragó el repentino nudo de su garganta.
– No lo hagas. -Hannah presionó las puntas de sus dedos sobre su boca-. No entiendes lo que digo. Sí, quiero casarme contigo. Absolutamente. Sólo que… no ahora.
Jonas retrocedió un par de pasos para evitar arrastrarla contra él. Hannah era tan esquiva, como agua escabulléndose entre sus dedos. La había amado durante tanto tiempo, la tuvo por una noche, y ahora se iba otra vez.
– Quiero entender, Hannah, pero me parece que estás complicándolo cuando es realmente simple. Te amo. Te quiero. Si sientes lo mismo, deberíamos estar juntos.
– No podría hacer el amor contigo. Sé que no podría. Quiero, Jonas, pero…
– No siempre vas a estar dolorida, Hannah, y eso no es importante.
Ella suspiró, deseando desesperadamente decir lo apropiado aún a expensas de su orgullo.
– Sabías que tenía problemas con el aspecto de mi cuerpo antes de que esto ocurriese. -Avergonzada, miró hacia el océano, observando la subida de las olas. Como siempre, el movimiento, el sonido y la belleza de ello la apaciguaron y la animaron-. Aún no puedo mirarme en un espejo, Jonas, y mucho menos pensar en ti mirándome.
– Yo te miraba, Hannah, antes y después. Eres la mujer más bella y sexy que he visto nunca. Vale, las heridas son recientes, pero están ya curándose y se desvanecerán. No dicen quién o qué eres. No para mí, nunca para mí.
– Lo hacen para mí. Necesito sentirme hermosa y sexy, no fea y repugnante.
Jonas la miró ceñudo.
– Hannah, Dios mío, ¿realmente no te sientes así acerca de ti misma? Las cicatrices van a desvanecerse. El cirujano plástico era uno de los mejores en el país y tus hermanas…
Dio un paso más cerca de él. Olas de angustia manaban de él, no angustia por sí mismo, sino por ella. No lástima, notó con alivio, sino genuina preocupación por ella.
– Se que mi cara y mi cuerpo se recuperarán con el tiempo, pero ahora mismo no te quiero mirándome.
– No tienes que estar perfecta para mí, Hannah. -Su voz era baja y furiosa-. Ese jodido Simpson te hizo esto. Te hizo pensar que tenías defectos y que no eras lo bastante buena. Le oí gritarte que perdieras peso y que tus senos eran demasiados grandes. Que se joda. Y que se joda el maldito trabajo. Eres hermosa. Demonios, cariño, paras el tráfico. Siempre lo hiciste.
– Cualquiera que sea el problema, Jonas, es algo de lo que tengo que ocuparme.
Abrió su boca para seguir discutiendo, para persuadirla de que tenía razón y que debería estar con él. La cerró bruscamente, tragándose la frase. La amaba y necesitaba comprenderla. No era el mejor expresándose, pero tenía que pensar en una forma de decirle las palabras correctas.
Guardó silencio por un momento, mirando fijamente su cara, su piel era tan perfecta que pedía ser acariciada, aún con las cicatrices que la atravesaban. ¿Qué quería decirle exactamente? Siempre había querido que se defendiera por sí misma, que eligiera lo que quería hacer, con quién quería estar, pero ¿qué estaba diciendo en realidad? Quería que su elección fuera él, que se quedara en casa y tuviera a sus hijos y fuera su mejor amiga y su amante.
Jonas suspiró. Se enorgullecía de ella por ser lo suficientemente valiente para mirarse y querer encontrar su propia fuerza. Y la amaba con toda su alma, de modo que, si Hannah quería y necesitaba tiempo, se lo daría. Además, su admisión tenía un montón de interesantes lagunas por investigar.
Deslizó un dedo desde su ceja hasta la comisura de su boca.
– Lo que estás diciendo es que me amas, que no hay otro hombre, pero que no crees que puedas hacer el amor conmigo ahora mismo porque te sientes fea. ¿He comprendido bien?
– Eso es parte del problema. -Su estómago comenzó a reacomodarse. No estaba furioso con ella, o herido, luchaba por entender y eso era todo lo que podía pedir-. Es difícil sentir deseo cuando no te sientes deseable, Jonas.
La yema su dedo se deslizó por su boca, recorriendo su carnoso labio inferior antes de deslizarse sobre la curva de su barbilla para moldear su cuello. Sus dedos se curvaron, la palma rodeando su garganta.
– ¿Así es que ahora mismo no me deseas físicamente, pero crees que podría suceder más tarde, cuándo te sientas mejor contigo misma?
Su toque fue eléctrico, enviando pequeñas corrientes a través de sus venas. No se sentía deseable, pero Jonas, acercándose y tocándola tan posesivamente, todavía podía provocar el deseo. ¿Qué locura era eso? Había pensado que sería imposible desnudarse y mostrarle las cicatrices de nuevo, pero ahora, con su palma contra ella y las yemas de sus dedos acariciando tentadoramente su piel, su cuerpo revivía.