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Jackson esperó a que el doctor abandonara la habitación antes de arrastrar una silla y sentarse a horcajadas sobre ella, de cara a la ventana y la puerta.

– Lo digo en serio Jonas. Vas a hacer que te maten. Cuando recibiste ese disparo estabas de pie justo bajo la luz, a plena vista. Debes haberte dado cuenta que estabas expuesto.

– Karl Tarasov, ese matón hijo de puta, metió una jodida bala en la cabeza de nuestro conductor, Jackson -estalló Jonas.

– Fue un movimiento de aficionado y lo sabes. -Jackson se quedó en silencio un momento-. O suicida. -Volvió a quedarse en silencio, dejando que la palabra flotara entre ellos.

Jonas suspiró y sacudió la cabeza.

– Estoy fatigado, Jackson, no soy un suicida. Es que estaba tan enfadado. No tenía que matar al conductor. Terry no había visto nada. Tarasov lo hizo como advertencia. Así que, que se jodan. Sólo estaba demasiado enfadado.

– No tienes por qué hacer este tipo de trabajo, Jonas, te lo dije antes. Sencillamente no puedes desligarte. Sobrevivimos todos estos años porque nos mantuvimos fríos. No eres responsable de la muerte de Terry. Él eligió conducir el coche. En ningún momento fue responsabilidad tuya el perder a ninguno de nuestros hombres. -Suspiró. Hablar no era su fuerte y había estado haciéndolo demasiado para mantener a Jonas en pie. Pero esto… esto era importante. Jonas iba a hacer que lo mataran-. No puedes sobrevivir si te lo tomas de forma personal, no en este negocio.

Había pocos hombres a los que Jackson respetara, Jonas era uno de ellos. Al hombre nunca había dejado de importarle. No importaba que las balas volaran y la jungla te rodeara, el volvía a buscarte. Pero la vida en la vía rápida cobraba peaje a los hombres que se preocupaban demasiado y estaba comiéndose a Jonas a pedacitos.

Jonas se pasó los dedos por el cabello. Jackson tenía razón. No había escapatoria.

– Lo sé. -Pero nunca había aprendido a cortar. Demonios sí, se sentía responsable. La mitad de las veces no podía dormir, pensando en los chicos, esos jóvenes Rangers bajo su mando, que había traído de regreso en ataúdes. Había habido demasiados de ellos, y últimamente, lo perseguían tanto de noche como de día.

– Estás enredado, hombre. Ella te ha confundido. Vas a tener que resolver esto que hay entre vosotros o no sobrevivirás. Si estás esperando a sacártela de la cabeza, no te molestes. Te conozco desde hace ya casi quince años y aún no ha sucedido. Estabas enamorado de ella en aquél entonces y ahora indudablemente estas en peor forma. No tienes ni la más mínima posibilidad de lograr que esos sentimientos desaparezcan. Punto final, hermano, con los años te has vuelto cada vez más insensato. No puedes seguir con esa mierda y trabajar encubierto.

Jonas juró por lo bajo. Jackson no le estaba diciendo nada que no supiera ya. Si trataba de negar que estaba tan ido, argumentar que todavía podía controlarse, sería una mentira. Pensaba en Hannah a cada minuto del día. De noche, cuando conseguía dormir, soñaba con ella. A menudo se despertaba bañado en sudor, duro como una roca, su cuerpo ardiendo de necesidad, con el sabor de ella en la boca, su aroma en los pulmones. Estaba empeorando, tanto que temía irse a dormir cada noche. Y cuando la veía, tenía que encontrar algo para alejarla o haría algo insensato como arrastrarla a sus brazos y entonces todo se convertiría en un verdadero infierno. Porque no sabia como ser otra cosa que lo que era.

– Eres condenadamente afortunado de que no haya encontrado otro hombre, Jonas.

– No recurras a eso, Jackson.

Jackson levanto la cabeza en estado de alerta, el cuerpo inmóvil, repentinamente amenazante. Se puso de pie abruptamente y le hizo señas a Jonas para que se mantuviera en silencio, yendo a zancadas de vuelta a la puerta.

– Tenemos compañía

– Tienes que estar bromeando. -No se molestó en preguntarle a Jackson si estaba seguro, los instintos del hombre le habían salvado varias veces a lo largo de los años. Jonas se arranco la aguja del brazo y se bajó de la cama, mirando frenéticamente alrededor en busca de la camisa. Ésta había sido cortada en tiritas, la tela tirada en el suelo en una pila sangrienta. Tomó su chaqueta, metiendo los brazos en ella-. ¿En qué demonios nos ha metido Duncan? Karl Tarasov no va a parar hasta que recupere la prueba. No va a permitir que su tío caiga por asesinato.

Jackson levantó cuatro dedos.

– Estarán esperando fuera también. Los hermanos Gadiyan están rompiendo cabezas buscándonos.

– Mierda. -Boris y Petr Tarasov comandaban la familia de infames mafiosos reconocidos por su habilidad para blanquear dinero en cualquier parte del mundo. Sus actividades criminales eran legendarias y gobernaban con mano sangrienta. Karl, el hijo de Pete, y los hermanos Gadiyan, parientes políticos, eran sus ejecutores principales. Que ellos estuvieran buscándole no eran buenas noticias.

Instintivamente Jonas miró hacia atrás a la puerta, pero Jackson se colocó frente a él.

– Lo que tenemos contra ellos es demasiado importante como para perderlo. Si quieres disparar a estos hombres, haremos algo de ruido y los atraeremos, los guiaremos fuera de aquí para mantenerlos alejados de los inocentes, ya que no podemos permitirnos un tiroteo en este lugar.

Jonas lo sabía. Por supuesto que no iba a poner a los civiles en la línea de fuego, pero podía sentir que empezaba a enfurecerse, de la misma forma que antes, y decía mucho que Jackson hubiera sentido que debía recordárselo.

¿En qué demonios los había metido Gray? Sabía que el asunto involucraba a una o a las dos familias más prominentes de la mafia rusa que operaba en San Francisco. Los Tarasov no se molestaban en ocultar lo que eran, deliberadamente aterrorizaban a su propia gente, tomando sangrientas venganzas si alguien se interponía en su camino. Era sabido que masacraban a familias enteras. Boris y Pete Tarasov regían su imperio por medio del miedo.

Sergei Tikitin, su mayor rival, prefería mantener las apariencias de ser un prominente hombre de negocios e integrante de la jet set. Quería aceptación y se movía entre los ricos y poderosos, escondiendo sus crímenes tras su suave sonrisa, todo el tiempo dando órdenes para matar a quien se oponía a él. La emboscada había sido para la familia Tarasov, y en ese momento, Jonas estaba bastante preocupado porque se había tropezado con algo mucho más grande que un par de pistoleros matándose el uno al otro. Fuera lo que fuera, no era bueno.

Juró por lo bajo mientras tironeaba de la fina manta que había en la camilla, se la envolvía alrededor del brazo y rompía la ventana lo más ruidosamente posible para atraer la atención de los mafiosos, queriendo que los siguieran. Despejando los restos puntiagudos, Jonas se levantó rápidamente sobre ellos, y se hizo a un lado para cubrir a Jackson que venía tras él.

Se encontraron en una angosta franja de tierra entre las alas del hospital. Era un laberinto, mayormente llano de tierra y hormigón y de vez en cuando algo de césped, pero los diversos ángulos del enorme complejo podían proporcionar cobertura. Esperaron hasta escuchar gritos provenientes de la habitación en la que habían estado, y luego, agachándose para evitar las ventanas, corrieron rápidamente Jonas manteniendo presión sobre su costado para evitar dejar un rastro de sangre.

Un grito y un salvaje tiroteo les indicó que eran perseguidos. Mientras forjaban su camino alrededor de los edificios, Jonas trató de recordar los detalles que habían filmado. Había pasado todo demasiado rápido. Al principio los hombres habían estado hablando y riendo. Ninguno particularmente especial, nadie de una familia rival. Y súbitamente los hermanos Gadiyan y Karl Tarasov se habían unido a la pequeña reunión. Habían estado en la parte de atrás en la penumbra donde Jonas no podía verlos.