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– Esa es la cosa más bella que me han dicho, Elle. Gracias.

– Es la verdad -contestó Elle simplemente.

Hubo inclinaciones de cabeza en todas partes.

– Tiene razón, Hannah. Ahora que Elle lo ha dicho, tú representas el hogar y la familia para todas nosotras. -Estuvo de acuerdo Sarah.

Hannah no podía hablar así es que leyó la carta en lugar de eso.

Hannah

Hey, llave dorada, aunque no soy escritora como Kate y seguro que no tengo el toque de Joley, no puedo dejar pasar otro día sin decirte cuánto te amo. Y lo que significas, en mi vida.

¿Sabes que uno de mis primeros recuerdos es el de despertar en mi cuna cantando Hann, Hann, Hann en la seguridad de que vendrías corriendo? Me levantarías sobre la barra de la cuna, me abrazarías cerca y bailarías conmigo alrededor del cuarto. Cuando lloraba me hacías cosquillas y me hacías reír. Oye, todavía tengo el diminuto pingüino que me diste cuando cumplí cinco años. Es un tesoro que mantengo en mi bolso y lo cojo cuando estoy un poco triste o sola, y necesito recordar cuanto soy amada. ¿Quién podría olvidar nuestro paso de pingüino riéndonos hasta que llorábamos? ¿Y mi cita para el baile de graduación… cuando destrocé mi vestido y Joley frió mi pelo… recuerdas cómo me mantuviste apretada, reconfortándome cuando creía que era el fin del mundo? Como siempre, secaste mis lágrimas y arreglaste todo, mejor que nuevo. Me hiciste parecerme a una pareja de cuento de hadas, sin embargo, mi cita resultó ser una rana y no un príncipe encantado. En cierta forma, incluso hiciste que me riera de ese desastre. Siempre pienso en ti en la almena, girando en espiral bajo el viento y la lluvia y el cielo de la noche… fuiste quien me mostró las estrellas.

Hannah, siempre supe que estabas allí para mí y más importante aún que entenderías cómo me sentía. A través de todos estos años has sido la que me ayudaba a aliviar mi carga cuando comencé a sentir la presión de ser la séptima de siete. Me hacías bromas y me hacías reír y recordar que estamos juntas en esto… las hermanas por siempre. ¿Sabías que tu dulce sonrisa siempre ha sido una de las cuñas comerciales más brillantes de mi vida? Eres valiente y audaz y una de las personas más generosas que alguna vez tuve, tendré el privilegio de conocer. Tal vez nunca te has percatado que siento pesar por no haberte dicho nunca antes cuanto te he admirado siempre (bromas incluidas) y cuanto tus travesuras realmente me traen alegría y me hacen reírme tan fuerte que un mundo triste lo conviertes en bonito. Siempre has estado allí para nosotras, siendo lo que necesitábamos que tú fueras, guardando la sonrisa fuertemente en nuestros corazones. Ahora es tu turno. Por favor, sé valiente y fuerte simplemente para ti esta vez. Te mereces todo lo bueno y maravilloso. Te amo muchísimo.

Con amor, tu hermana pequeña, Elle

Ahora Hannah lloraba en serio.

– Elle, yo también te amo. Gracias por todo. Esto fue lo más dulce, la cosa más considerada que podías haberme hecho. Atesoraré estas páginas por el resto de mi vida. -Abrazó el álbum apretadamente contra ella.

– No has acabado -dijo Jonas-. Yo también te hice una página. Este libro se trata de cosas que amamos de ti. No te preocupes, no puse ninguna fotografía bochornosa, porque no tenía ninguna.

– ¿De verdad me hiciste una página? -Alzó su cara hacia la de él, el corazón dándole bandazos.

– Por supuesto que lo hice. He puesto una mezcla de mis fotos favoritas, allí hay una o dos que son realmente tuyas, pero en su mayor parte son de animales. Sé que tú amas a los perros, aunque no tienes uno propio.

– No sería justo. No estoy nunca en casa el tiempo suficiente para pasar tiempo con una mascota. Sin embargo, quiero a los perros de Sarah.

Abrió el álbum por la página de Jonas. Hubo un pequeño silencio cuando se quedó con la mirada fija en la serie de fotos de Hannah y Jeanette Harrington vestidas con ropas de la época de los años 20. Recordó esa tarde claramente. Había sido invitada al té y Hannah había encontrado un armario lleno de espectaculares ropas. Miró las fotos, tratando de ver a través de las lágrimas en los ojos. Era tan pequeña, con rizos en todas partes, envuelta en un abrigo demasiado largo con una banda y una pluma de pavo real en la cabeza. Cogía la mano de la señora Harrington.

Pestañeó rápidamente para aclarar las lágrimas, enfocó la atención en el garabato masculino de la siguiente página, y a pesar del nudo en su garganta, lanzó una apagada risa rota. Razones por las que Hannah debería casarse con Jonas, leyó el título en voz alta y fuerte.

– He hecho una lista con todas ellas. -Apuntó hacia la larga columna-. Joley me hizo poner razones por las que no deberías, y como puedes ver, hay muy pocas y son poco convincentes.

– ¿Poco convincentes? -repitió Joley. Pinchó con el dedo en la primera-. Esa es razón suficiente. Soy la siguiente candidata a la gran caída y es tu deber protegerme quedándote soltero para siempre. Y… -Miró furiosamente a Jonas-. He puesto asteriscos en la siguiente y tres signos de admiración.

Jonas miró con atención sobre el hombro de Hannah.

– Hiciste eso después de que terminase, pequeña tramposa. No soy arrogante ni mandón. Soy encantador.

Hannah se sofocó y sus hermanas lloraron de la risa. Joley y Elle se cayeron agarrándose los estómagos. Libby trató de mantener la compostura, pero incluso ella sucumbió, riéndose con sus hermanas.

– Estáis todas locas -dijo él con gran dignidad-. No sé de qué os reís en primer lugar. -Agarró otro puñado de galletas para consolarse, y cuando Hannah redobló las carcajadas, él se inclinó, le retiró el pelo y atacó su cuello como venganza, dejando una enorme marca roja. Harto, entró en la cocina buscando algo más sustancial que comer, dejando a las mujeres para que se tranquilizasen.

CAPÍTULO 16

– ¡Jonas! Jonas, baja aquí -llamó Sarah justo desde el exterior de la puerta.

Jonas masculló una ofensiva protesta lo suficientemente fuerte como para que parara de golpear la puerta. Cuando oyó que se desvanecía el ruido de los pasos de Sarah abajo en el vestíbulo, se dio la vuelta, llevándose la mayor parte de las sábanas con él, gimiendo cuando el sol le golpeó en la cara a través de la ventana.

– Nena, nos está llamando.

– Te está llamando a ti, no a mí -dijo Hannah-. Todavía estoy dormida. -No es que hubiera logrado dormir algo con Jonas acariciándola y dándole pequeños mimos en la espalda toda la noche.

Quedarse en la cama al lado de Jonas tocándola había sido una lección de frustración. Ciertamente había aprovechado cada oportunidad para tocarla, dejándola con los nervios de punta y el cuerpo hipersensible. No podía contar cuántas veces sus manos habían pasado rozando su trasero. Su almohada de alguna manera había logrado estar a la altura exacta de sus pechos, así es que había estado una gran cantidad de tiempo respirando aire caliente sobre sus pezones, su boca a unos centímetros de su carne tensa.