Desesperadamente, y para evitar rogarle, se había dado la vuelta, manteniéndose de espaldas, y él inmediatamente amoldó su cuerpo alrededor del suyo, presionando su gruesa erección apretadamente contra su trasero mientras su mano se metía con mucha naturalidad directamente bajo su pecho. En el momento en el que pensaba que podía quedarse dormida, su mano se trasladaba, los nudillos pasaban rozando la parte inferior de su pecho, y una relampagueante sacudida crepitaba a través de su sistema entero tensando sus músculos. Nunca en su vida se había sentido así de tensa, pulsando con calor y deseo.
Era suficiente para enfurecer a cualquier mujer y Hannah no era una Santa. Levantó la cabeza para mirarle.
– Vete y déjame dormir. -No había dormido ni diez minutos-. Se supone que estoy descansando y que mantienes mis pesadillas bajo control.
Su abierta sonrisa fue lenta y erótica. Se inclinó y volvió a besarla suavemente en los labios.
– Después cumplí con mi trabajo. No tuviste pesadillas. No me he olvidado que vamos a salir esta noche. Me he propuesto ir a la oficina y trabajar un poco. Ver las cintas de la muchedumbre otra vez. Jackson trata de enterarse si alguien ha desaparecido.
– Simplemente un día normal en el trabajo. Descubriendo a quién trata de matar a tu novia.
Saboreó la palabra y se sintió extraña. Novia. Nunca había sido la novia de alguien.
– ¿Te hace eso mi novio? -Se rió suavemente de su expresión.
– No soy un niño, Hannah, soy un hombre viril.
Su risa subió de súbito un grado.
– Un hombre viril encantador.
– Ríete, nena. -Giró sobre su parte superior, capturándole ambas muñecas y apretándoselas de golpe contra el colchón a ambos lados de su cabeza-. Pero voy a recordarlo y a vengarme.
Ante su acción repentinamente agresiva, su corazón golpeó a un compás temerario y su cuerpo entero cantó. La tenía tan excitada con su manoseo de toda la noche que la sangre le martilleaba en las venas aliándose con el punto bajo e inmoral dentro del cuerpo. Sus piernas le dieron una patada a las suyas con el fin de apartarlas y encajar sus caderas entre los muslos. Él tiró de su lóbulo con los dientes, lamió el golpeteo del pulso de su cuello y le besó el brillante chupetón que le había hecho allí la noche antes.
Casi podía ver el arco de electricidad entre ellos. Ella sin duda lo sentía. Se quedó con la mirada fija en su ardiente boca, seductora y se sintió débil al mirarlo. Increíblemente, ella le podía saborear y además la estaba mirando, su hambrienta mirada recorriendo posesivamente su cara. Un urgente calor líquido inundó un punto bajo y malvado dentro de su cuerpo en respuesta. Cuando su pecaminosa boca cubrió la suya, se olvidó completamente del cuerpo y del por qué no iba a hacer el amor con Jonas Harrington.
Cerró los brazos a su alrededor, los labios derritiéndose bajo los de él, las manos encontrando su pelo y arrastrándole más cerca. Los destellos de fuego batieron a través de su cuerpo, mientras su lengua acariciaba a lo largo la de ella exigente. Sexualmente no tenía dudas acerca de Jonas. Tomó lo que quiso y se aseguró que ella también lo quería.
– Buenos días -murmuró.
Ella tragó saliva, absorbiendo la oscura lujuria en su voz. Había algo embriagador en aquel sonido, áspero, ronco y seductor, que caía y gateaba por su columna vertebral, hacía que los pechos le dolieran y alentaba a sus músculos, ya excitados y calientes, apretándose con necesidad. Apenas podía respirar a través de la excitación, el interior de los muslos tan sensitivos que cuando él se movió, sintió el centro más femenino comenzar a pulsar y ondear en respuesta.
– Jonas, de verdad, siento molestarte, pero tienes una llamada telefónica. Cógela -insistió Sarah.
Si había sonado el teléfono, no lo había oído. Todavía tendido sobre ella, trató perezosamente de alcanzar el teléfono.
– Harrington.
– Duncan Gray, Jonas. Ésta es una línea segura. Quería informarte de que Boris Tarasov trató de rescatar a su hermano hace dos noches. Se enteraron dónde se encontraba retenido y cuando lo trasladaríamos. En el tiroteo, recibió disparos y está en estado crítico.
– ¿El traidor?
– Todavía no, pero estoy estrechando el cerco.
– Gracias por la información, Duncan.
Hannah parpadeó mientras él colgaba el teléfono.
– ¿De qué iba todo eso?
– Un viejo caso, nada de especial importancia. -Arrastró besos por su cara hasta la comisura de su boca.
– ¿Estás seguro? Tus marcas de preocupación están de regreso.
– ¿Están? No son por este caso. Las personas en custodia y eso ya no tienen nada que ver conmigo. Estoy al margen de esa línea de trabajo para siempre -y así era. Por primera vez, se dio cuenta que oír la voz de Duncan Gray no le había hecho sentirse culpable. No le había hecho sentir como si necesitara salir y librar al mundo del mal. Era un hombre con una mujer a la que atesoraba, y estando con ella, asegurándose de que estaba a salvo, de que su familia estaba a salvo, era suficiente para él. Podría ser el sheriff y volver a casa por la noche y estar satisfecho.
Sonrió abiertamente a Hannah.
– Soy feliz, nena, y lo has hecho tú sola.
Sarah aporreó la puerta otra vez.
– ¡Jonas! Jackson ya está aquí para recogerte. Dice que has convocado una gran reunión y que ya llegas tarde. -Le dio al mismo tiempo un golpe más fuerte a la puerta-. Y no vuelvo a subir. No soy tu mensajera.
Jonas suspiró, rozó otro beso sobre los labios temblorosos de Hannah, sus dientes tirando de su desconcertante labio inferior.
– Gracias, Sara. Bajaré enseguida. -Se levantó para sentarse, los músculos de su espalda ondearon bajo su piel-. Estaré en casa esta tarde para recogerte, nena. Saldremos a hurtadillas de aquí y pasaremos un buen rato. No pienses demasiado. Simplemente descansa. Libby dijo que necesitas un montón de descanso.
Sin previo aviso se volvió hacia ella, subiendo su camiseta sin mangas, exponiendo su estómago suave y el rayado entrecruzado hecho por el cuchillo, doblando su cabeza y presionando un beso justo debajo de su ombligo. Su lengua se sentía como un raspador de terciopelo cuando delineó una de las líneas conduciéndose hacia abajo, bajo la delantera del pijama, junto a las caderas.
Hannah se quedó sin aliento, su estómago se tensó con fuerza, y entre sus muslos, el calor húmedo crepitó y se encendió, demandando satisfacción.
Su sonrisa fue de pura confianza, sus ojos intensos con deseo, su boca emocionada con una oscura lujuria.
– Te veré esta noche, nena. -Había seducción en su voz, una cruda promesa de excitación.
Hannah se dio la vuelta, llevándose las sábanas con ella, escondiendo su cuerpo y tratando de desacelerar su respiración mientras el ruido de sus pasos se extinguía afuera. Jonas Harrington podía provocar más pasión en ella en tres segundos que cualquier otro hombre en toda una noche.
Hannah gimió y se puso derecha, el cuerpo vibrando, los pechos también sensibles, y el dolor entre las piernas creciendo con fuerza cuando pensó en él. Entonces, de acuerdo, tendría que revisar un poco la manera de pensar.
Escaleras abajo podía oír a sus hermanas dando vueltas y enderezó los hombros. Hoy iba a ser diferente. Hoy iba a actuar con normalidad y tomar buenas decisiones basadas en lo que quería hacer, no lo que todo el mundo pensaba que tenía que hacer. Hoy iba a ser el principio de la nueva Hannah Drake.
Hannah pasó la mayor parte de la mañana y la tarde asegurándoles a sus hermanas que era capaz de hacer los quehaceres domésticos y cocinar. Descubrió que Libby tenía razón, parecía que tenía menos energía y a menudo tenía que descansar, pero tan pronto como podía, regresaba y hacía los quehaceres normales de la casa, interactuando con sus hermanas lo máximo posible.