Los hombres instantáneamente se habían puesto firmes. Y quién no, con ese tipo de poder a su alrededor. Cuando Boris y Petr Tarasov se habían dejado ver, todo seguía pareciendo normal, amistoso. No había habido advertencia alguna antes de que Karl apartara de un tirón a un hombre del grupo y Petr le disparara.
Jonas deseó poder evocar los detalles del hombre que había acudido a advertir a los rusos. Caminaba rápido, con la cara cubierta y apartada, un sombrero calado sobre el rostro, grandes gafas de sol aunque estaba muy oscuro afuera. Sabía que la cámara estaba fija en ellos, y eso significaba que era alguien de dentro. Había un traidor en el Departamento de Defensa, alguien sobornado por la mafia rusa.
¿Había visto la cara del traidor? Jonas lo dudaba. Lo había intentado, incluso había movido la cámara lentamente hacia abajo para captar los zapatos, pero entonces se había desatado el infierno. El grupo de hombres se había girado hacia ellos, había llegado un grito de detrás del grupo, órdenes ladradas en ruso. Los hombres habían empezado a disparar, fijándolos en el lugar. Karl Tarasov se abrió camino hacia el coche para reventarle las llantas y matar al conductor.
Algo terrible se había alzado dentro de Jonas cuando vio a Karl disparar a Terry en la cabeza. Ni siquiera recordaba haber salido de la protección que lo cubría, sólo la rabia que le había inundado. Menos de media hora antes había estado hablando con Terry acerca de su familia, de la madre a la que amaba y mantenía, de la esposa embarazada de su primer hijo, de lo que se divertía manteniendo en forma sus aptitudes para conducir, siendo capaz de trabajar en lo que le encantaba sin arriesgarse demasiado. Afortunadamente, Jonas había estado en una zona oscuramente sombreada y Jackson había tirado de él hacia atrás cuando las balas impactaron en él.
Demonios. Jonas quería dispararle a alguien otra vez. ¿Cuántos chicos había visto morir? Por nada. Por poder o dinero o la ideología de otra persona. Su visión se emborronó y se tocó el rostro, quedando conmocionado cuando sus dedos quedaron húmedos. Estaba demasiado viejo para esto. ¿Qué estaba haciendo?
Jackson le puso una mano en el hombro, y ambos se detuvieron, agachándose más.
– No puedes salvarlos a todos -le recordó en voz baja.
Jonas no respondió. Diablos, no, lo sabía, pero debería haber cuidado a Terry. Estaba cansado de la muerte y la fealdad, de cómo la gente enredaba el mundo. Y estaba malditamente cansado de correr.
– ¿Estás seguro de cuantos son?
– Vi a cuatro, pero no son los que vienen tras nosotros. Sólo oigo a dos y no son muy silenciosos, definitivamente no son Karl ni los hermanos Gadiyan. Tenemos a otros dos rodeándonos tratando de adelantarnos. Creo que están sacando las armas grandes y dejando las prescindibles atrás.
Jonas comprobó el cargador de su arma.
– ¿Por qué harían eso?
– Han puesto el hospital patas arriba. Alguien debe haber llamado a la policía -dijo Jackson mientras giraba una esquina. Dejó de correr e hizo señas a Jonas para que le siguiera.
Una bala golpeó contra la pared tras ellos y les cayó encima una lluvia de yeso. Ambos se pegaron contra el suelo rodando para ponerse a cubierto. Jackson fue hacia la izquierda y se las arregló para situarse aplastado detrás de una baja pared de ladrillos y Jonas se abrió camino a gatas a través de una delgada valla para agacharse tras un saliente de un edificio de servicios.
– ¿Viste de dónde vino? -preguntó Jackson, la fría mirada escudriñaba el área circundante.
– Nop. Pero creo, por el ángulo del disparo, que fue desde arriba. -Y eso no era bueno. El tirador tendría una vista inmejorable.
– Exactamente lo que yo pensaba. Cúbreme. -Jackson se deslizó rápidamente a lo largo de la pared de ladrillos, hasta que llegó a una pequeña abertura-. ¿Listo?
Jonas tomó el arma con las dos manos, con el dedo sobre el gatillo.
– Ve. -Mantuvo los ojos en el techo del pequeño edificio de servicios.
Jackson se puso de pie y se subió a la pared, evitando la abertura, para zambullirse en una valla que corría a lo largo de la angosta senda que se encontraba justo debajo del edificio donde estaban seguros que se escondía el tirador.
Jonas mantuvo el arma firme, con el dedo en el gatillo. Captó un destello de movimiento sobre sus cabezas y apretó el gatillo, una firme barrida de uno-dos-tres tiros. Un cuerpo se balanceó por un momento, para luego caer desde el tejado, un arma aterrizó sobre metal y deslizándose hacia abajo contra el suelo.
Jonas mantuvo el arma fija en el tirador, levantándose para comprobar el pulso incluso cuando hubo una erupción de disparos a su izquierda. Vio a Jackson rodar y acercarse disparando. El segundo hombre recibió un tiro en la garganta y cayó hacia atrás, levantado de los pies para yacer boca abajo en la tierra.
– Puede ser que tengamos compañía -dijo Jonas-. Todavía hay dos de ellos allí afuera.
– Haré un rápido reconocimiento y haré una llamada -respondió Jackson-. ¿Puedes identificar a alguno de estos?
– Definitivamente son soldados de Boris Tarasov -contestó Jonas-. He visto a éste una docena de veces en las fotografías de teleobjetivo. Está por todas partes en la habitación de guerra contigua a la oficina de Duncan.
Con dos de los mafiosos y lo peor del grupo, los Gadiyan y Karl, aún sin aparecer, Jonas no iba a arriesgarse, se puso a cubierto mientras Jackson subía al tejado para tratar de llamar pidiendo refuerzos. Duncan tenía mucho por lo que responder. Mandarlos a ciegas como si fueran un par de novatos había sido una locura. Más importante aun, alguien cercano a Duncan los había traicionado.
– Ya llamé -dijo Jackson, que ya estaba de regreso-. Duncan enviará un equipo para que hagan la limpieza y nos saqué de aquí. No hay señales de los otros dos. Dijo que nos mantuviéramos fuera de la vista.
– ¿Quieres decir que nos mantuviéramos alejados de su equipo?
– Eso fue lo que entendí.
Jonas murmuró una obscenidad y se agachó a cierta distancia de los cuerpos, enviando una llamada silenciosa. ¿Hannah? ¿Estás bien? Sabía lo que le costaba a ella gastar tanta energía.
Una suave brisa hizo que las hojas de los árboles se agitaran, pero ella no le respondió. Sintió que se le encogía el pecho.
– ¿Crees que ella está bien? -preguntó Jonas-. Intenté contactar pero no me responde.
– ¿Hannah? -Jackson guardó silencio un momento, elevando la cara al cielo-. Si, está bien. Está débil pero ya sabías que lo estaría.
Hannah, respóndeme. Jonas despreciaba la desesperación que sentía cuando no podía alcanzarla. Se sobrecargaba de adrenalina, el corazón le latía demasiado aprisa, demasiado fuerte. Hasta se le secaba la boca. Hannah tenía que estar bien todo el tiempo o él se hacía pedazos, y para un hombre en su situación, eso era una sentencia de muerte. Definitivamente debía resolver este asunto.
El viento barrió el edificio, esta vez más que una suave brisa. Movió enérgicamente las hojas de los árboles haciéndolas caer en la estrecha senda donde estaban agachados para alborotarle el cabello y tocarle la cara como si estuviera consolándolo. Oyó su nombre, un suave susurro de sonido, un murmullo en el fondo de su mente. Jonas. Ven a casa conmigo.
Miró a Jackson por encima del hombro.
– ¿Escuchaste eso?
– Sí, lo escuché. -Jackson miró por encima de la cabeza de Jonas hacia la calle, buscando a sus enemigos mientras esperaban al hombre que los había metido en tantos problemas-. ¿Cuánto hace que conoces a la familia Drake? -le preguntó.
– Creo que las conocí cuando tenía siete años. Mi madre estaba muy enferma y me hice cargo de la familia siendo muy joven. Podía ser muy solitario y, cuando mi madre estaba mal, bastante aterrador para un niño, así que pasaba mucho tiempo en su casa. Las Drake me dejaban ir y venir mientras crecíamos. Solía trepar y entrar por una ventana cuando la puerta del frente estaba cerrada porque no quería molestarme en rodear la casa para ir por la parte trasera, pero nunca me dijeron ni una palabra.