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– Lo siento. Lo siento, Jonas. Pensé que estaba bien sobre esto. No sé que me golpeó tan duro una vez más.

Ella tuvo cuidado de dejar la cara vuelta hacia la costa, pero él sintió el fluír de sus lágrimas. Jonas dejó escapar el aliento lentamente para permanecer controlado. Lo era todo para él, y verla tan destrozada, tan asustada y frágil, lo destruía. Frotó la cara sobre la suya, piel contra piel, tratando de mostrarle lo que tenía dentro de él, que le tendría siempre y siempre la respaldaría.

– Después de que salieras esta mañana, le pregunté a Elle si podía traerme el archivo de Jackson, el de toda esa gente que ha escrito amenazándome. Joley me dio las tijeras para guardarlas y justamente en ese momento recordé el brillo intermitentemente del cuchillo. No pude evitarlo. El archivo esta sobre el tocador y pensé que me podría dar algunas respuestas. Pero todas esas personas, Jonas… -Ella se echó hacia atrás y luego le miró, sus ojos anchos y dolidos.

– Hay tantos. No tenía ni idea que hubiera tantos.

Él se reclinó en la silla, acercándola otra vez.

– Escúchame, Hannah. Esas personas no tienen nada que ver contigo. Son enfermos perturbados. Enfermos mentales. Sí, abundan los que se apegan obsesivamente a ti, pero la mayoría son simplemente inofensivos. Jackson nunca debería haberle dado el archivo a Elle. Tú no necesitas ver esas cartas.

– Necesitaba verlos. Esto se trata de mí, y necesito verlos.

La dejó deslizarse de sus brazos y observó como paseaba desasosegadamente de arriba y abajo por el balcón, una mano manteniendo la manta cerrada, la otra pasando un pañuelo por las lágrimas de su cara. Finalmente recogió la taza de té que él había colocado en la baranda y bebió un sorbo antes de dárselo a él, observando sus firmes dedos reacomodarse alrededor del asa.

– Desearía ser más como tú. Me siento tan asustada ahora, y algunas veces me miro en el espejo y no sé quién soy.

Él hizo un débil sonido de incredulidad.

– Sabes exactamente quién eres, quién has sido siempre. Tú no eres Hannah Drake la modelo, ella es una pequeña parte de ti, esa no es quién eres en total. Nunca fuiste tú.

– Estás siempre tan seguro de ti mismo, Jonas.

Él negó con la cabeza.

– Estoy seguro de ti. Conozco exactamente quién es Hannah Drake. La terca, la salvaje. La del sentido del humor alocado. Tú nunca quisiste salir a investigar el mundo para otras cosas y otras personas. Tú querías quedarte en casa y simplemente ser la chica descalza que corría por la playa con sus pantalones vaqueros enrollados.

Hannah parpadeó con lágrimas otra vez.

– Lloro bastante. Pienso que estoy bien y luego me desmorono otra vez.

– Tuviste un trauma, cariño, es normal. Si no lloraras, entonces es cuando podrías preocuparte por tener un problema.

– Estaba tan preparada para salir contigo esta noche. Me sentía fuerte y feliz con respecto a tomar mis propias decisiones, y lo siguiente que supe, fue que estaba aterrada, enfada y llorosa, y todo se fue al traste. Estoy hecha una calamidad.

– Tú eres lo más normal que una Drake posiblemente pueda llegar a ser. -Tiró de la manta-. Ahora quítate la manta y déjame ver tu pelo.

– ¿Qué pasa si no te gusta? -Alzó una mano encima de su cabeza en un gesto defensivo.

Él todavía podía ver las débiles heridas subiendo y bajando por sus brazos y sus palmas. Heridas defensivas. Los nudos en la tripa endureciéndose en bloques letales.

– ¿Te gusta a ti?

Ella asintió con la cabeza lentamente, luego con más convicción.

– Sí.

– Entonces también me gustará a mí. Deshazte de la manta.

Renuentemente, Hannah bajó la manta hasta los hombros, con la mirada repentinamente asustada. Se veía más vulnerable que en toda la vida. Los rizos en espiral eran tan gruesos como siempre, pero mucho más cortos, enmarcando su cara y anidando a lo largo de su cuello y rozando sus hombros. Él siempre había amado su pelo rizado natural; Era grueso y rico y exclusivamente de Hannah. Mientras le tenía largo, y estaba mojado, le llegaba más allá de su cintura, las espirales eran tan apretadas, que el pelo todavía se deslizaba en torno al centro de su espalda.

Sin todo el peso adicional, sus nuevos rizos cortos estaban más apretados, pero el corte iba bien con su cara, enfatizando su delicada estructura ósea y sus increíbles ojos grandes. Extendió la mano y tiró de una sedosa espiral.

– Joley tiene razón. Es al mismo tiempo ligero y sexy y va bien contigo. -Su voz salió áspera y ronca.

Lleva puesta su blusa campesina, la que me gusta. Su boca se quedó seca ante la vista. No llevaba puesto sostén. Con el frío sus pezones se habían endurecido en dos apretados picos. La vista le inflamó como un relámpago de fuego, el ardor instantáneamente caliente y casi fuera de control. Respiró profundamente y batalló contra el deseo de empotrarla contra la pared y sepultarse en su interior profunda y duramente repetidas veces.

– ¿Va bien conmigo, no me engañas? -Hannah esbozó la más pequeña de las sonrisas. Pero la timidez empezaba a desvanecerse de sus ojos mientras volvía a alzar la manta sobre su cabeza.

– ¿Estás pensando en pasar el resto de tu vida dentro de esa manta? -Tuvo que tener cuidado, no la podía perder. Ella había tomado la decisión de entregarse a él, antes de aterrorizase, y deliberadamente se había vestido para buscarle.

Ella arrugó la frente, frunciendo los labios mientras le contemplaba. Finalmente inclinó la cabeza.

– Realmente, sí, creo que me gusta la idea. -Porque si no se cubría, él advertiría que se había preparado, y siendo Jonas, se percataría de para qué exactamente se había arreglado.

– Tenemos nuestra escapada planificada. -Luchó para conservar su voz neutra, pero salió ruda con necesidad-. Tus hermanas traerán la niebla. Jackson está vestido como yo y cogerá mi coche alrededor de media hora después de que nos esfumemos, así es que si alguien me sigue pensando que podría conducirlo hacia ti, Jackson lo conducirá hacia la oficina del sheriff.

Ella le contempló con anhelo y lágrimas.

– Lo intenté hoy, Jonas. Realmente quise que fuera un buen día.

– Sé que lo hiciste. -Tiró de ella poniéndola en pie-. Coge tu abrigo y déjanos intentar conseguir un paseo en coche y ver cómo te sienta salir de aquí. La gente se ha ido porque la noche era demasiado fría y el viento estaba aullando y soplando rocío del mar por encima ellos.

– Eso habrá sido por cortesía de Joley o Elle.

– Yo creo que Joley se ha retirado a su cuarto por esta noche.

– ¿No vas a despotricar acerca de Joley poniéndose en peligro?

– Esta noche paso totalmente de discursos rimbombantes. -No podía pensar en otra cosa excepto arrastrarla hacia sus brazos, mantenerla ahí y besarla y hacerle cada cosa que había imaginado a lo largo de los años. Durante toda la noche. La quería toda la noche.

Él sonaba diferente, casi rudo. Hannah inmediatamente contempló su cara y notó las sombras allí. Aparentaba más edad, las líneas de expresión grabadas en su cara, y su mirada fija en ella, intensa, centrada, casi hambrienta. Su corazón se sacudió.

– Creo que un paseo en coche contigo es justo lo que necesito, Jonas.

Tal vez fuera cierto, honestamente no lo sabía, pero era cierto para Jonas. Él necesitaba amarla.

Hannah conservó la manta a su alrededor hasta desaparecer en el armario y ponerse el abrigo largo. No tendría la oportunidad de coger un sostén y unas bragas de su cajón a menos que lo hiciese manifiestamente delante de él, y no había reunido el coraje suficiente para hacerlo. Extrañamente, cuando se envolvió en su abrigo, el calor se deslizó por su cuerpo. Había algo de delicioso y decadente acerca de tenerlo puesto, la falda moviéndose, parada inocentemente al lado de Jonas, y sabiendo que tan solo había piel bajo el delgado material de sus ropas.